jueves, 14 de junio de 2012

EL PUENTE DEL CASI



(Tomado de rinconabstracto.com)
 Fui con mi  mochila para la terminal de trenes. No entendí bien lo que me explicó el hombre de al lado sobre el viaje por el Circuito Sur. Al final supe que, por aquella razón, el tren demoraría doce horas en llegar a Limonar.
Traté de acomodarme cuando subí al tren y dormir un rato, para que el tiempo pasara más rápido. Estuve mirando por la ventanilla hasta que, no sé cuándo, me quedé dormido.
Eso de que los trenes paran lentamente no es verdad. Aquel tren dio tremendo frenazo de pronto y yo me desperté, volando por encima de los asientos y caí arriba de una señora que daba gritos sin parar. Cuando pude levantarme, miré por la ventanilla. El tren se había parado en medio de un puente de hierro y se veía, allá abajo, el hilo de agua de un río, pero como estábamos tan lejos, casi ni se distinguía.
Lo más curioso es que, de pronto, las personas parecían hipnotizadas. Las que primero gritaban, se quedaron calladas y todas, óiganme bien; todas, permanecieron sentadas como si fueran robots.
Parece que estaban bajo los efectos de un hechizo, como ese de la bella durmiente, paralizados con los ojos abiertos.
Fui hasta la puerta del vagón y bajé del tren. Caminé sobre las traviesas hasta llegar a la locomotora. El maquinista y su ayudante estaban igual que los pasajeros. Seguí caminando hacia el final del puente y en el crucero, (porque había un cruce después, con una carretera) me encontré un guardavía. “¿Tú venías en ese tren?”, me preguntó, dándole una chupada al cabo de tabaco que tenía en la mano derecha.
Al responderle yo, él suspiró y me dijo: “Eres muy afortunado. El tiempo no pudo apresarte en el puente del casi”. Me asombré al oír aquello, pero más cuando me explicó que las únicas personas que no caían bajo el hechizo eran las que estaban justo en el medio de la balanza. Según él, yo casi era gordo y casi era flaco, casi tenía el pelo largo y casi tenía el pelo corto, casi estaba despierto y casi estaba soñando...total, que yo soy casi yo. El viejo entró en la caseta un minuto y como no lo veía salir, me asomé. La caseta estaba vacía y un enorme gato  barcino estaba encima de la única mesita y con la pata derecha se llevaba a la boca un cabo de tabaco y despedía luego una nube de humo.
Salí corriendo de allí y, como a la media hora, me encontré con un tractorista que me llevó al pueblo de Jagüey Grande. No le hice ningún comentario, porque iba a pensar que yo estaba loco. Y después vine para acá en lo que pude encontrar, por tramos. Eso es todo.”
Termina de hablar Peruso y ve en la cara de su mamá una sonrisa. Ella le pide que se dé un buen baño y duerma. Después fue al cuarto para que él le contara la historia verdadera.

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