jueves, 22 de septiembre de 2016

EL EQUINOCCIO DE OTOÑO Y LA POESIA







En este año que entra en su última etapa o trimestre dentro de unos días, hoy está el universo celebrando la llegada de una nueva estación a cada hemisferio. En el sur, arriba la primavera con su fiesta de colores; en el norte, recibimos al otoño, y de alguna manera lo asociamos al lento vagar de las hojas que los vientos cargados de polvo hacen volar en una pálida y translúcida sucesión que evoca las bandadas de pájaros que emigran a regiones más cálidas.
La naturaleza, en su inmediata y acogedora morada, está cargada de símbolos vitales asociados a la vida humana, siendo como somos, organismos vivos y naturales que nos debemos a ella y gracias a ella existimos. Cada una de las estaciones del año, desde la Antigüedad, ha sido identificada o asociada por el hombre a un significado emblemático. Así, como la primavera es renacer y esplendor, el verano es el estallido de la plenitud, el otoño es el marchitar y el ocaso que da paso a la oscuridad del invierno quien, a pesar de eso, tiene la connotación positiva de que termina el ciclo y trae consigo la semilla de la nueva primavera.
Cada pueblo celebra ritos asociados a cada ciclo vital. Siempre me remito a los celtas por la increíble sabiduría que atesoraron, en el caso de las civilizaciones occidentales, que puede deberse, entre otros factores, a su interminable andar y exploración de su mundo.
Como siempre, al llegar una fecha de especial connotación, he buscado en varios sitios acerca de su significado, de la interpretación.
Algunos le atribuyen el sentido exacto de l ciclo de la muerte, otros hablan de abandono de la piel vieja y el comienzo de la fabricación de la nueva envoltura cósmica. He encontrado en un interesante sitio que no conocía, una reflexión sobre el equinoccio y el equilibrio entre luces y sombras. También he encontrado allí una valiosa recomendación sobre como asumir este paso al otoño y una información que desconocía sobre la llamada Biblia de la acupuntura y que reproduzco aquí, agradeciendo al sitio que nombro al pie de este texto (1).

«En la llamada "Biblia de la acupuntura", el Clásico interior del emperador amarillo (Huangdi Neijing) se explica que el ser humano debe adaptarse a las diferentes estaciones puesto que cada una de ellas tiene diferentes cualidades; particularmente, entre menos sol hay en la naturaleza es menor la energía vital (qi) a la que tiene acceso el hombre. Se desprenden de aquí los siguientes hábitos preventivos, según la estación del año:
-En invierno se debe acostar temprano y levantarse tarde. Esto es especialmente importante para cuidar el riñón.  
-En primavera uno debe acostarse tarde y levantarse temprano. En esta temporada el cuidado especial es sobre la energía del hígado.
-En verano uno se debe acostar tarde y levantarse temprano. Aquí hay que cuidar el corazón.
-En otoño se debe acostarse temprano y levantarse temprano. Aquí se cuida la energía pulmonar.
El sentido esencial de los equinoccios y los solsticios es entender que vivimos penetrados por los ritmos del cosmos, y que cada momento es especial y tiene una particular energía. Aprender a vivir en armonía con los patrones energéticos de la naturaleza, reflejando límpidamente los proceso celestes, como lo hace la Tierra, es la clave de una salud integral». 
Los lectores habrán de perdonarme esta digresión tan vasta para llegar al tema del otoño y la poesía. Como todos los sucesos significativos, las musas le han cantado infinitas veces valiéndose de infinitas voces que lo han tratado de diversas maneras.
Así, hoy he citado a Paul Verlaine cuando escribió:

Canción de otoño

Paul Verlaine


Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.
Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.
Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.


Lluvia de otoño. Las hortensias se deciden por el azul. (Masaoka Shiki)

 

Otoño


Salvatore Quasimodo


Manso otoño, me domino
y someto a tus aguas para beber el cielo,
suave fuga de árboles y abismos.

Áspera pena del nacer
me encuentra unido a ti;
y en ti me quiebro y recobro la salud:

pobre cosa caída
que la tierra recoge.



OTOÑO


Mario Benedetti



Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha


Septeto de otoño
EL AMOR ETERNO
    (Violonchelo)
Leopoldo Lugones



Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yero,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.



Canto de otoño

Charles Baudelaire


I
Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retum
bante sobre el empedrado de los patios.
Todo el invierno va a penetrar en mí ser: cólera,
Odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Escucho temblando c
ada leño que cae;
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
Bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.
Me parece que, mecido por este chocar monótono,
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.

II
De tu lánguida mirada amo la luz verdosa,
Dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
Valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.
Y sin embargo, ámame, ¡corazón tierno! sé maternal
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
¡Breve tarea! La tumba aguarda; ¡Está ávida!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
Del otoño el destello amarillo y dulce!

Y entonces, para cerrar esta selección de poemas sobre el otoño, llega José Martí, con su magistral Canto de otoño.


CANTO DE OTOÑO

Bien: ya lo sé! La Muerte está sentada
a mis umbrales: cautelosa viene,
porque sus llantos y su amor no apronten
en mi defensa, cuando lejos viven
padres e hijo. Al retornar ceñudo
de mi estéril labor, triste y oscura,
con que a mi casa de invierno abrigo,
de pie sobre las hojas amarillas,
en la mano fatal la flor del sueño,
la negra toca en alas rematada,
ávido el rostro, trémulo la miro
cada tarde aguardándome a mi puerta.
En mi hijo pienso, y de la dama oscura
huyo sin fuerzas, devorado el pecho
de un frenético amor! Mujer más bella
no hay que la Muerte! Por un beso suyo
bosques espesos de laureles varios,
y las adelfas del amor, y el gozo
de remembrarme mis niñeces diera!
...Pienso en aquel a quien mi amor culpable
trajo a vivir, y, sollozando, esquivo
de mi amada los brazos; mas ya gozo
de la aurora perenne el bien seguro.
Oh, vida, adiós! Quien va a morir, va muerto.
_

Oh, duelos con la sombra! Oh, pobladores
ocultos del espacio! Oh, formidables
gigantes que a los vivos azorados
mueven, dirigen, postran, precipitan!
Oh, cónclave de jueces, balndos solo
a la virtud, que en nube tenebrosa,
en grueso manto de oro recogidos,
y duros como peña, aguardan torvos
a que al volver de la batalla rindan
-como el frutal los frutos-
de sus obras de paz los hombres cuenta,
de sus divinas alas!... de los nuevos
árboles que sembraron, de las tristes
lágrimas que enjugaron, de las fosas
que a los tigres y víboras abrieron,
y de las fortalezas eminentes
que al amor de los hombres levantaron!
¡Esta es la dama, el rey, la patria, el premio
apetecido, la arrogante mora
que a su brusco señor cautiva espera
llorando en la desierta barbacana!
Este el santo Salem, este el Sepulcro
de los hombres modernos. No se vierta
más sangre que la propia! No se bata
sino al que odie al amor! Unjanse presto
soldados del amor los hombres todos!
La tierra entera marcha a la conquista
de este rey y señor, que guarda el cielo!
_

...Viles! El que es traidor a sus deberes,
muere como un traidor, del golpe propio
de su arma ociosa el pecho atravesado!
Ved que no acaba el drama de la vida
en esta parte oscura! Ved que luego
tras la losa de mármol o la blanda
cortina de humo y césped se reanuda
el drama portentoso! y ved, oh viles,
que los buenos, los tristes, los burlados,
serán en la otra parte burladores!
_

Otros de lirio y sangre se alimenten:
¡Yo no! ¡yo no! Los lóbregos espacios
rasgué desde mi infancia con los tristes
penetradores ojos: el misterio
en una hora feliz de sueño acaso
de los jueces así, y amé la vida
porque del doloroso mal me salva
de volverla a vivir. Alegremente
el peso eché del infortunio al hombro:
porque el que en huelga y regocijo vive
y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
penas de la virtud, irá confuso
del frío y torvo juez a la sentencia,
cual soldado cobarde que en herrumbre
dejó las nobles armas; y los jueces
no en su dosel lo ampararán, no en brazos
lo encumbrarán, mas lo echarán altivos
¡a odiar, a amar y batallar de nuevo
en la fogosa sofocante arena!
¡Oh! ¿Qué mortal que se asomó a la vida
Vivir de nuevo quiere?...
_

Puede ansiosa
la Muerte, pues, de pie en las hojas secas,
esperarme a mi umbral con cada turbia
tarde de otoño, y silenciosa puede
irme tejiendo con helados copos
mi manto funeral.
_

No di al olvido
las armas del amor: no de otra púrpura
vestí que de mi sangre. ¡Abre los brazos,
listo estoy, madre Muerte: al juez me lleva!
_

¡Hijo!... ¿Qué imagen miro? ¿Qué llorosa
visión rompe la sombra, y blandamente
como con luz de estrella la ilumina?
¡Hijo!... ¿Qué me demandan tus abiertos
brazos? A qué descubres tu afligido
pecho? ¿Por qué me muestras tus desnudos
pies, aún no heridos, y las blancas manos
vuelves a mí, tristísimo, gimiendo?...
¡Cesa! ¡Calla! ¡Reposa! ¡Vive! ¡El padre
no ha de morir hasta que a la ardua lucha
rico de todas armas lance al hijo!
¡Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
de los abrazos de la Muerte oscura
y de su manto funeral me libren!

Recomiendo leer:
http://ashamellemagsa33.blogspot.com/2015/09/david-topi-mabon-equinoccio-de-otono-y.html






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