lunes, 28 de enero de 2019

JOSÉ MARTÍ: HUMANIDAD Y AMOR


Apóstol José Martí, Jorge Arche, 1943.


El 28 de enero es una fecha que los cubanos honramos y jamás olvidamos. Es el día del nacimiento de José Martí, a quien algunos llaman apóstol de la independencia y otros, héroe, pero a quien siempre llamaré Maestro, porque su vida y su obra constituyen, en primer lugar, un magisterio invaluable de cómo ser íntegro, de cómo ser cubano y patriota, sin desdeñar su magisterio literario que hizo nacer en las letras de nuestro continente, un movimiento, un despertar.
Sus versos, a veces retumbantes e hirsutos, como calificara sus versos libres, cargados de significado y simbolismo como sus versos sencillos, genial y finamente engarzados en La Edad de Oro, nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas en la escuela, el hogar, el amor y el dolor.
José Julián Martí y Pérez, nació en La Habana, en la calle de Paula No. 41 (hoy Leonor Pérez 314), hijo de Don Mariano Martí y Leonor Pérez.
Desde pequeño nos aprendemos los versos sobre el amigo sincero:

XXXIX
Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni oruga cultivo:
cultivo la rosa blanca.

Y como regalo de las noticias, he sabido que se presenta el libro de la Dra. Carmen Suárez León Yo conocí a Martí, con testimonios de amigos que lo conocieron. En el prólogo su autora dice que «Solo por estos amigos o hasta conocidos circunstanciales, podemos saber de sus gustos gastronómicos, su don conversador, su fino trato, el impacto de su voz, la calidad de su mirada o movilidad de sus manos».
Como conozco a su autora, porque tuvimos el privilegio en la biblioteca de Cienfuegos de recibir un postgrado sobre la poesía de José Martí y una maravillosa conferencia sobre Martí y Víctor Hugo, sé que ese libro será una manera de acercarnos al Martí más real, a la persona, al ser humano que era.
Me viene a la memoria la cita que hace el Maestro al referirse a su artículo sobre la exposición de París cuando habla de la galería de las máquinas:

Los niños han leído mucho el número pasado de la Edad de Oro, y son graciosas las cartas que mandan, preguntando si es verdad todo lo que dice el artículo de la Exposición de París. Por supuesto que es verdad. A los niños no se les ha de decir más que la verdad, y nadie debe decirles lo que no sepa, porque luego los niños viven creyendo lo que les dijo el libro o el profesor, y trabajan y piensan como si fuera verdad, de modo que si sucede que era falso lo que les decían, ya les sale la vida equivocada, y no pueden ser felices con ese modo de pensar, ni saben cómo son las cosas de veras, ni pueden volver a ser niños, y empezar a aprenderlo todo de nuevo. 

¿Que si es verdad todo lo de la Exposición? Una señora buena le armó una trampa al hombre de la Edad de Oro. Iban hablando del artículo, y ella le dijo: «Yo he estado en París». «¡Ah, señora, que vergüenza entonces! ¡Qué habrá dicho del artículo!» «No: yo he estado en París, porque he leído su artículo». Y otro señor bueno, que está en París, dice «que a él no lo engañan, que la Edad de Oro estuvo en París sin que él la viera, porque él se pasaba la vida en la Exposición, y todo lo que había en la Exposición que ver está en La Edad de Oro».

Y me vino a la memoria la anécdota que cito porque cuando se es honesto, cuando se capta el espíritu y la esencia de un suceso o de una persona, es como si lo viéramos. Y hoy estoy viendo a José Martí releyendo su obra, lo que debiéramos hacer sin falta cada día los cubanos, porque en ella palpitan sus ideales, su concepción del mundo, su delicadeza y su bravura, el talento y la imaginación increíbles… todo su ser.
Gloria a José Martí, que enalteció al ser humano y logró, sin alardes ni anuncios, dejarnos esa impresionante obra, creada en 42 años durante los cuales padeció el presidio, aunó voluntades para liberar la patria, fundó el partido revolucionario, amó intensamente y nos dejó una lección inigualable de humanidad y amor.



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