jueves, 27 de noviembre de 2014

A MIS HERMANOS MUERTOS EL 27 DE NOVIEMBRE, Jose Marti

Fusilamiento de los estudiantes de Medicina

 Cadáveres amados los que un día
Ensueños fuistes de la patria mía,
¡Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos!
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!
¡Cada uno ha de ser de mis gemidos
Lágrimas de uno más de los tiranos!
¡Andad a mi redor; vagad en tanto
Que mi ser vuestro espíritu recibe,
Y dadme de las tumbas el espanto,
Que es poco ya para llorar el llanto
Cuando en infame esclavitud se vive!

Y tú, Muerte, hermana del martirio,
Amada misteriosa
Del genio y del delirio,
Mi mano estrecha, y siéntate a mi lado;
¡Os amaba viviendo, mas sin ella
No os hubiera tal vez idolatrado!

En lecho ajeno y en extraña tierra
La fiebre y el delirio devoraban
Mi cuerpo, si vencido, no cansado,
Y de la patria gloria enamorado.
¡El brazo de un hermano recibía
Mi férvida cabeza,
Y era un eterno, inacabable día,
De sombras y letargos y tristeza!

De pronto vino, pálido el semblante,
Con la tremenda palidez sombría
Del que ha aprendido a odiar en un instante,
Un amigo leal, antes partido
A buscar nuevas vuestras decidido.
La expresión de la faz callada y dura,
Los negros ojos al mirar inciertos,
Algo como de horror y de pavura,
La boca contraída de amargura,
Los surcos de dolor recién abiertos,
Mi afán y mi ansiedad precipitaron.
-¿Y ellos? ¿Y ellos? mis labios preguntaron;
-¡Muertos! me dijo: ¡muertos!
Y en llanto amargo prorrumpió mi hermano,
Y se abrazó llorando con mi amigo,
Y yo mi cuerpo alcé sobre una mano,
Viví en infierno bárbaro un instante,
Y amé, y enloquecí, y os vi, y deshecho
En iras y en dolor, odié al tirano,
Y sentí tal poder y fuerza tanta,
Que el corazón se me salió del pecho,
Y lo exhalé en un ¡ay! por la garganta!

Y víme luego en el ajeno lecho,
Y en la prestada casa, y en sombría
Tarde que no es la tarde que yo amaba.
¡Y quise respirar, y parecía
Que un aire ensangrentado respiraba!
Vertiendo sin consuelo
Ese llanto que llora al patrio suelo,
Lágrimas que después de ser lloradas
Nos dejan en el rostro señaladas
Las huellas de una edad de sombra y duelo,
Mi hermano, cuidadoso,
Vino a darme la calma, generoso.
Una lágrima suya,
Gruesa, pesada, ardiente,
Cayó en mi faz; y así, cual si cayera
Sangre de vuestros cuerpos mutilados
Sobre mi herido pecho, y de repente
En sangre mi razón se obscureciera,
Odié, rugí, luché; de vuestras vidas
Rescate halló mi indómita fiereza ...
¡Y entonces recordé que era impotente!
¡Cruzó la tempestad por mi cabeza
Y hundí en mis manos mi cobarde frente!

Y luche con mis lágrimas, que hervían
En mi pecho agitado, y batallaban
Con estrépito fiero,
Pugnando todas por salir primero;
Y así como la tierra estremecida
Se siente en sus entrañas removida,
Y revienta la cumbre calcinada
Del volcán a la horrenda sacudida,
Así el volcán de mi dolor, rugiendo,
Se abrió a la par en abrasados ríos,
Que en rápido correr se abalanzaron,
Y que las iras de los ojos míos
Por mis mejillas pálidas y secas
En tumulto y tropel precipitaron.

Llore, llore de espanto y amargura:
Cuando el amor o el entusiasmo llora,
Se siente a Dios, y se idolatra, y se ora.
¡Cuando se llora como yo, se jura!

¡Y yo jure! Fue tal un juramento,
¡Que si el fervor patriótico muriera,
Si Dios puede morir, nuevo surgiera
Al soplo arrebatado de su aliento!
¡Tal fue, que si el honor y la venganza
Y la indomable furia
Perdieran su poder y su pujanza;
Y el odio se extinguiese, y de la injuria

Los recuerdos ardientes se extraviaran,
De mi fiera promesa surgirían,
Y con nuevo poder se levantaran,
E indómita pujanza cobrarían!

Sobre un montón de cuerpos desgarrados
Una legión de hienas desatada,
Y rápida y hambrienta,
Y de seres humanos avarienta,
La sangre bebe y a los muertos mata.
Hundiendo en el cadáver
Sus garras cortadoras,
Sepulta en las entrañas destrozadas
La asquerosa cabeza; dentro del pecho
Los dientes hinra agudos, y con ciego
Horrible movimiento se menea,
Y despidiendo de los ojos fuego,
Radiante de pavor, levanta luego
La cabeza y el cuello en sangre tintos;
Al uno y otro lado,
Sus miradas estúpidas pasea,
Y de placer se encorva, y ruge, y salta,
Y respirando el aire ensangrentado,
Con bárbara delicia se recrea.
¡Así sobre vosotros
-Cadáveres vivientes,
Esclavos tristes de malvadas gentes-,
Las hienas en legión se desataron,
Y en respirar la sangre enrojecida
Con bárbara fruición se recrearon!

Y así como la hiena desaparece
Entre el montón de muertos,
Y al cabo de un instante reaparece
Ebria de gozo, en sangre reteñida,
Y semeja que crece,
Y muerde, y ruge, y rápida desgarra,
Y salta, y hunde la profunda garra
En un cráneo saliente,
Y, al fin, allí se para triunfadora,
Rey del infierno en solio omnipotente,
Así sobre tus restos mutilados,
Así sobre los cráneos de tus hijos,
¡Hecatombe inmortal, puso sedienta,
Despiadada legión garra sangrienta!
¡Así con contemplarte se recrea!
¡Así a la patria gloria te arrebata!
¡Así ruge, así goza, así te mata!
¡Así se ceba en ti! ¡Maldita sea!

Pero, ¿cómo mi espíritu exaltado,
Y del horror en alas levantado,
Súbito siente bienhechor consuelo?
¿Por qué espléndida luz se ha disipado
La sombra infausta de tan negro duelo?
Ni ¿que divina mano me contiene,
Y sobre la cabeza del infame
Mi vengadora cólera detiene? ...

¡Campa! ¡Bermúdez! ¡Alvarez! Son ellos,
Pálido el rostro, plácido el semblante;
¡Horadadas las mismas vestiduras
Por los feroces dientes de la hiena!
¡Ellos los que detienen mi justicia!
¡Ellos los que perdonan a la fiera!
¡Dejadme ¡oh gloria! que a mi vida arranque
Cuanto del mundo mísero recibe!
¡Deja que vaya al mundo generoso,
Donde la vida del perdón se vive!

¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen
Que mi furor colérico suspenda,
Y me enseñan sus pechos traspasados,
Y sus heridas con amor bendicen,
Y sus cuerpos estrechan abrazados,
¡Y favor por los déspotas imploran!
¡Y siento ya sus besos en mi frente,
Y en mi rostro las lágrimas que lloran!

¡Aquí están, aquí están! En torno mío
se mueven y se agitan... -¡Perdón!
-¡Perdón!
-¿Perdón para el impío?
-¡Perdón! ¡Perdón!-me gritan,
¡Y en un mundo de ser se precipitan!

¡Oh gloria, infausta suerte,
Si eso inmenso es morir, dadme la muerte!

-¡Perdón!-Así dijeron
Para los que en la tierra abandonada
Sus restos esparcieron!
¡Llanto para vosotros los de Iberia,
Hijos en la opresión y la venganza!
¡Perdón! ¡Perdón! esclavos de miseria!
¡Mártires que murieron, bienandanza!
La virgen sin honor del Occidente,
El removido suelo que os encubre
Golpea desolada con la frente,
Y al no hallar vuestros nombres en la tierra
Que más honor y más mancilla encierra,
Del vértigo fatal de la locura
Horrible presa ya, su vestidura
Rasga, y emprende la veloz carrera,
Y, mesando su ruda cabellera,
-¡Oh-clama-pavorosa sombra obscura!
¡Un mármol les negué que los cubriera,
Y un mundo tienen ya por sepultura!
¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!

¡Oh, más que un mundo, más! Cuando la gloria
A esta estrecha mansión nos arrebata,
El espíritu crece,
El cielo se abre, el mundo se dilata
Y en medio de los mundos se amanece.

¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego
Anhelo ansioso contra ti conspira:
Mira tu afán y tu impotencia, y luego
Ese cadáver que venciste mira,
Que murió con un himno en la garganta,
Que entre tus brazos mutilado expira
Y en brazos de la gloria se levanta!
No vacile tu mano vengadora;
No te pare el que gime ni el que llora:
¡Mata, déspota, mata!
¡Para el que muere a tu furor impío,
El cielo se abre, el mundo se dilata!

lunes, 17 de noviembre de 2014

UN BRINDIS POR EL ROJO



En un momento impreciso de la década del 80 conocí personalmente a Wichy Nogueras. Estaba yo en el taller literario de Plaza, que en ese momento tenía como asesora literaria a Daina Chaviano y ella fijó encuentros semanales con diferentes escritores. Esos encuentros se realizaban en la Casa de la Cultura de Plaza, en Calzada y 10. Por azares y desventuras de la memoria recuerdo solo el de Nogueras y el de Robreño. Supongo que haya sido a finales de 1981 o 1982 porque ya había recibido el premio Casa de las Américas por su poemario Imitación de la vida, al que recurrí muchas veces a lo largo de mi vida y que, lamentablemente, desapareció con muchos otros libros de mi casa en Cienfuegos.
Cuando llegó “cabeza de zanahoria” no me imaginaba que aquel hombre raramente pelirrojo, vestido con un jean y una chamarreta de mezclilla también, fuera el poeta admirado y tan leído. En mi imaginación estaba al nivel de los dioses y allí lo veía cercano, de carne y hueso, riendo y haciendo chistes cada dos por tres.
Habló de cómo comenzó a escribir (que en su caso era una especie de destino manifiesto, a causa de su familia) y contó sobre su no rutina de trabajo, de sus guiones de cine, de lo que disfrutaba escribir la novela de tema policial. No hay dudas de que Y si muero mañana es una de las mejores escritas por un autor cubano. No recuerdo mucho del encuentro, creo que todos estábamos muy impresionados teniendo delante a alguien que incursionó en el cine escribiendo el guion de importantes filmes como El brigadista y Guardafronteras, que pertenecía a lo más florido de nuestra bohemia poética y que sabíamos iconoclasta no solo por su literatura sino por su vida. Compartía el taller yo con varias personas que se dedicaron a las letras  desde aquella feliz época. Era una ávida lectora de poesía y después de que uno de los dioses de mi Olimpo íntimo bajara a la Tierra y se hiciera humano y, de alguna manera, alcanzable por las imperfecciones y virtudes de los pobladores del planeta, profundicé y busqué datos sobre él, sin encontrar muchos en aquel momento. Tenía sus libros Cabeza de zanahoria, Y si muero mañana, Imitación de la vida y aparecían poemas suyos en una antología que se llamó Poesía joven y en Asalto al cielo. Solo encontré las informaciones esenciales sobre su obra, dispersas en algunos números de Bohemia, Casa de las Américas (a propósito del premio) y en algún Caimán Barbudo, el que fuera también uno de sus lugares de trabajo. Solo ahora, con las posibilidades que brinda Internet he podido conocer más de su vida, además de que el universo me envió como regalo el estar en Cuba durante la feria del libro de este año y viajé a Cienfuegos con un excelente grupo de escritores, editores e investigadores entre los que se encontraba Neyda Izquierdo, a quien él amara de manera especial  y con quien compartiera una parte importante de su vida y, por tanto,  muchos de sus pensamientos y su particular filosofía personal.
Su vida fue breve, pero muy intensa. Baste leer el resumen (aunque por supuesto, bastante rígido y solo enumerativo de hechos ordenados cronológicamente) que aparece en Cubaliteraria: http://www.cubaliteraria.cu/autor/luis_rogelio_nogueras/bio.htm).
A mí me habla desde sus poemas, más allá de sus guiones de cine famosos, de esas novelas como Y si muero mañana o El cuarto círculo (en coautoría con Guillermo Rodríguez Rivera).
Creo que la genialidad de su vida y su poesía se resume en ese breve poema que es Arte menor porque no fue la grandilocuencia su lenguaje, porque ironizó hasta sobre su poesía y porque pudo llegar a las honduras con un desenfado que convirtió lo trascendente en cotidiano.

Arte Menor

Estos son versos
de arte menor.
Aquí no pueden verse
los grandes movimientos
de masa de la historia;
en su mínima
bóveda de capilla
no retumban
los cañonazos
como en la
catedral
de la epopeya.

Cuarteto de cuerdas,
no sinfonía.
Pero cuando el héroe
regresa victorioso
del combate
puede descansar
bajo la húmeda fronda menor
de estos versos.


Y si debemos hablar de uno de sus poemas antológicos, comparable quizás al de los famosos palos de Fayad, porque además de excelente es sumamente popular, será sin dudas este:

Ama al cisne salvaje

No intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires.
Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete en la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne salvaje.







Celebremos un brindis de poesía hoy, que el poeta cumple 70 años y a saber, como cierta vez habló del entierro de un poeta, del autor aquel de los poemas humanos que llegó hasta nuestras vidas con un pan al hombro, entonces leemos al Rojo: Dijo de los enterradores cosas francamente impublicables. Blasfemaba como un condenado y a sus pies un par de águilas lloraban pensando en las derrotas. En el entierro estaba Lautréamont, yo lo vi desde mi puesto en la cola: dejaba el sombrero al borde de la tumba y cantaba algo triste y oscuro (lloraba honradamente, ya lo creo, y los caballos devoraban higos en silencio). Hubo discursos, sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz, paraguas abiertos a la lluvia como a él le hubiera gustado. Hubo más: hubo viernes y canciones funerarias, palomas que volaban sin sentido, como niños, versos oscuros, la hermosa voz de Aragón, suicidios deportivos de Georgette y nunca más y hasta siempre. A la hora más triste del asunto no quería bajar porque decía que allí estaba oscuro. Pero estaba muerto y hubo que bajarlo. Los sombreros abandonaron las cabezas, se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te olvidamos. (Un joven poeta a mi derecha le mesaba las rodillas a la muerte). Lo bajaron. Se aplaudió en forma delirante; la gente corría como loca asumiendo lo grave del momento. <Lo bajaban. Las mujeres lloraban en silencio porque bajaban las águilas, los sueños, países enteros a la tierra. Se intentó una última sentencia: Nerval se acercó con una tiza y escribió con letra temblorosa: Su cadáver estaba lleno de mundo.

Por eso y por todo hagamos un brindis por El Rojo, porque nos descubrió la gloria de un plumazo y se fue con la sonrisa pícara y el revuelto pelo a descubrir palabras y poemas, a recuperar aquel poema de amor llamado Niebla que, sin dudas, es un excelente poema de amor.

¡Brindemos, por la vida y por la poesía, que es brindar por Nogueras y este feliz aniversario que va y viene, lo devuelve por siempre y nos reitera que es el hombre ese animal increíble hecho de “esa sustancia con que amasamos una estrella”*.





*Nicolás Guillen, Un poema de amor.

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