La
festividad de Halloween comenzó a celebrarse masivamente en 1921, siendo el
primer desfile el que se realizó en Minnesota, extendiéndose en años
posteriores a otros estados y adquiriendo, paulatinamente, una gran aceptación
y popularidad.
No
fue hasta finales de la década del 70 del siglo XX y principios de los 80 que
cobró mayor relevancia, a partir de la película de terror Halloween, de John
Carpenter, estrenada en 1978, la cual recorrió el mundo llevando la
ambientación de esa fiesta celebrada en Víspera de Todos los Santos.
La
curiosidad por indagar en los orígenes de Halloween me ha llevado a saber que
esta tradición que ha cobrado particular fuerza y adeptos en nuestros días se
debió, en sus orígenes, a una catástrofe increíble ocurrida en Irlanda: la gran
hambruna del siglo XIX. La mencionada hambruna surgió alrededor de 1845 y duró
hasta 1851, aproximadamente. Hay diversas contradicciones en las fechas que se
mencionan en Wikipedia y en otras fuentes de la propia Irlanda. Lo cierto es
que esta hambruna, conocida también como hambruna de la patata dejó al menos 2 millones de muertos y generó
la diáspora de aproximadamente esa misma cantidad de irlandeses que emigraron
hacia Estados Unidos, Canadá, Australia, Gran Bretaña, Uruguay y Argentina.
Llamada
así porque era la papa la base de la alimentación de los irlandeses, aparceros
de los británicos dueños de las tierras, se vieron privados de alimento a causa
de una plaga que afectó a la patata.
Los
irlandeses que se fueron a Estados Unidos y Canadá se llevaron consigo sus
tradiciones, difundiendo la costumbre de tallar la calabaza gigante hueca con
una vela dentro, inspirada en la leyenda de Jack el Tacaño (Jack-o-lantern).
Actualmente,
Halloween es una festividad muy importante en los Estados Unidos y Canadá,
además de que coincide con algunas celebraciones propias de otros países que
alrededor de la fecha deciden acercar el mundo de los vivos y de los muertos,
realizando fiestas de disfraces que con las máscaras alejen a los espíritus
malignos, el Día de los Muertos en México o la Fiesta de San Martín en los
Países Bajos.
Se
sabe que mucho han contribuido a reforzar su significado las entidades
comerciales, las cuales estimulan este tipo de festividad para incrementar sus ventas:
las imágenes de los niños norteamericanos que recorren las calles pidiendo
dulces, disfrazados de cualquier ser terrorífico o angélico acude a nuestras
mentes cuando mencionamos Halloween.
En
la tradicional celebración celta, practicada en su país por los irlandeses y
llevada con ellos a otras tierras, los espíritus venían esa noche al mundo de
los vivos por lo que los aldeanos, en cada hogar, encendían velas que colocaban
en las ventanas, una por cada difunto de la familia pues esta era la manera de
tenerlos contentos y alejar las pesadillas que solían provocar los muertos si
no eran iluminados por una llama.
Actualmente
en Irlanda existe la costumbre de comprar un pastel de frutas, en el que se
coloca un anillo, una moneda y otros objetos antes de hornear. Se dice que
aquellos que encuentran un anillo encontrarán su verdadero amor el año
siguiente.
Por
mi parte pensaré siempre que esa costumbre de ir a pedir golosinas que existe
el 31 de octubre, la noche de Walpurgis o Víspera de Todos los Santos, ha quedado de aquella aciaga época en que los
irlandeses debieron emigrar de sus tierras y los que no pudieron hacerlo,
murieron, buscando qué comer y protagonizando así un capítulo de verdadero
terror que nos recuerda lo que sucede cuando el hombre abandona su esencia
humana.
¿Truco
o trato? Que el trato sea siempre con la vida y el truco, ofrecer a los
espíritus la llama de las velas en las ventanas del alma, abiertas de par en
par a la solidaridad y sostén de los demás seres humanos.
Ahí
llega Jack, con una calabaza que alumbra el camino y nos deja saber que las
brujas vuelan en escobas por el cielo y hacen travesuras con los duendes
durante esta noche: cierren bien la puerta para que no entre el gato que es su
mascota, y la ventana para que se queden afuera las lechuzas.
Cerremos por una noche los postigos de la realidad y
soñemos que somos esos niños que corren por una calle buscando las golosinas de
los cuentos.