jueves, 13 de diciembre de 2012

NICARAGUA: TIERRA DE LAGOS Y VOLCANES


Ernesto Cardenal, Esteban Llorach y yo (Managua, 2007)

Esta frase no es mía. La he tomado de algún lugar que ahora no recuerdo y que pensé era del libro de Oros Viejos, más no la encontré para citarla. Como es poética y exacta, preferí titular el texto así y dejar que algún lector encuentre la referencia. El Lago Cocibolca o Gran Lago Nicaragua es el más grande de Centroamérica y uno de los más grandes del mundo: tiene tres islas y dos volcanes. Existen además de este otros tres de consideración, como el de Xolotlán, el de Tiscapa y la Laguna de Apoyo, cuyas rocas hacen pensar que es el cráter de un antiguo volcán. Entre los volcanes se destacan cinco. El de Masaya, el Mombacho, San Cristóbal, el Telica y el Concepción.
Tuve la buena fortuna de que en el 2007 la Feria del Libro Centroamericana (FILCEN) se realizara en Nicaragua y viajé allá con un grupo de escritores cubanos, sin saber que sería una experiencia tan hermosa como impactante. También sentí por primera vez la humillación que sufren los cubanos que pasan por el aeropuerto de San José de Costa Rica, ya que salí con mi amigo Ernesto Pérez Chang en un vuelo de Lacsa que hacía escala allí y, nada más aterrizar el avión, nos esperaba una autoridad de inmigración de ese país para precisar qué cubanos íbamos en el avión, nos retiraron los pasaportes, nos hicieron sentar con un representante de ellos en un lugar específico de la sala de espera y solo cuando fuimos a abordar otra vez nos devolvieron nuestros documentos. No sé si se mantiene aún esa práctica, pero resulta lesiva de los derechos humanos. Me sentí prisionera por varias horas.
Al llegar a Managua la percepción cambió. Allí profesan mucho cariño a los cubanos y desde el primer momento nos sentimos en territorio amigo. Después del devastador terremoto de 1972 que sufrió la capital nica nunca volvió a recuperarse. Creo que sus habitantes han guardado en su memoria la terrible desgracia (que en algunos sitios comparan con la hecatombe de Hiroshima y Nagasaki, ya que murieron cerca de 20 mil personas y otras tantas resultaron heridas, aunque jamás se pudo precisar la cantidad de desaparecidos) en las atípicas direcciones de la ciudad. “cerca de donde fue el Centro Recreativo Lezama” o tres cuadras después de donde estaba el cine tal, por solo citar dos ejemplos.
Allí también conocí la manera tan dulce que tienen los niños pobres de pedir dinero, que me encogió el corazón: ofrecen grillos tejidos de hojas de plantas, que son verdes y luego se van volviendo carmelitas y aún conservo, como un lindo recuerdo,a pesar de la tristeza de su origen.
La feria se desarrolló en el Palacio de la Cultura, un bellísimo edificio cuyas pinturas murales me cautivaron, e inolvidable fue la ceremonia de inauguración en la que entregaron flores a todos los participantes y disfrutamos de danzas tradicionales bellísimas y conmovedoras.
La apretada agenda no permitía estar mucho tiempo fuera del recinto ferial: hubo un encuentro de escritores de Centroamérica, lecturas, presentaciones de libros (presentaba yo entonces mi primera Talía), narraciones orales y un afán insaciable de conocer los libros de importantes personalidades de la literatura latinoamericana. En medio de todo ese apretado plan, logramos una entrevista con Ernesto Cardenal, en la casa del escritor, gracias a la amiga y Poeta Klaudhia Artola. Coincidíamos en el viaje Esteban Llorach (editor de Gente Nueva) y yo, quienes acariciábamos la idea de publicar una antología de su poesía y queríamos consultarle.
Nos deslumbró su exquisita sencillez y pasamos cerca de tres horas conversando sobre nuestros países, su poesía, filosofando sobre la vida… fue una encantadora tarde, que me dejó además el deseo de conocer su Solentiname, sueño que aún no he podido realizar. Recuerdo que Esteban le llevó de regalo una exquisita selección de poesía china que él editara, Vuelo hacia la primavera, y que él agradeció con la alegría de un niño. Nos autografió una selección de poesías suyas publicadas por una editorial nicaragüense, y yo bromeé con nuestra cicerone porque su nombre se pronuncia igual a la famosa Claudia de los epigramas del genial poeta, tantas veces repetidos a mí por un amor de casi toda mi vida.
Ella nos llevó a conocer el célebre y temible volcán de Masaya y a almorzar a la vera del famoso lago homónimo, por cierto, en el restaurante de un cubano. Contemplar ese volcán produce miedo, pero pensar que ese gigante que crece hacia dentro de la tierra y donde se puede ver su fondo encendido, y por ratos protegerse de una lluvia de cenizas es vecino de un hermoso y apacible lago, me hizo pensar en los grandes contrastes del país, que también, de alguna manera, son los contrastes del mundo y nuestra alma.
Nicaragua parece decirnos que pueden coexistir y armonizar las apacibles aguas de los lagos con la furia contenida, y a veces desatada, de los más furibundos volcanes. Hermosa tierra y nobles hijos. De ella puede decirse lo que dijo Martí hablando de México y de las otras culturas precolombinas: son una raza noble, artística… grande, como los gloriosos pueblos de nuestra América.
Cardenal hojeando el libro Vuelo hacia la primavera
Encuentro con Cardenal en la Casa del Escritor, Managua
Epigramas
Te doy, Claudia , estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica...
y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
[ escritos para conquistarte a ti ] despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.
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Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido :
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo :
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amaran como te amaba yo.
ERNESTO CARDENAL (Granada, Nicaragua, 1925)




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