lunes, 9 de junio de 2014

NIÑOS, AUTORES Y LIBROS: UNA MERIENDA DE LOCOS

En este año 2014 estuve en la Feria Internacional del Libro, en La Habana y en la provincia de Cienfuegos. Participé en el Encuentro Teórico "Niños, autores y libros: una merienda de locos". Estas fueron las palabras que leí en el décimo aniversario de este evento.


Fachada de la sala de San Carlos de la Cabaña donde celebrábamos el encuentro. El nombre de la sala, como aparece en la imagen era La Kasa de las Ideas Lokas.



Niños, autores y libros: una merienda de locos.


En la primavera del 2003, luego de dar por terminada la edición anual de la feria del libro, comenzamos en la editorial Gente Nueva a organizar la próxima cita. Desde el año anterior le estábamos dando vueltas a la idea de celebrar un encuentro de escritores, especialistas y educadores para debatir temas relacionados con el mundo del libro infantil y juvenil, así como la preferencia de sus lectores. Lida y Gretel hacían conmigo interminables sesiones donde discutíamos las nuevas ideas para la feria siguiente. El único evento de esta naturaleza que se realizaba en esos momentos en el país era el de Sancti Spiritus, el cual gozaba (y goza) de un gran prestigi,o además de una larga y fructífera vida, organizado por su fundador Julio Llánes.
No existía un evento como ese en la feria del libro y nos enamoramos de la idea de organizarlo. En meses sucesivos nos dedicamos a soñar el proyecto, pensar en el nombre (el cual no fue difícil gracias a mi veneración por Alicia en el país de las maravillas) y cuál sería el perfil del encuentro.
Quisimos acercarlo lo más posible al mundo de nuestros lectores y recrear la auténtica merienda salida de la pluma de Carroll. De tal suerte, la diseñamos como una auténtica merienda alrededor de una mesa de té, donde estuvieran el lirón, la liebre marceña y el sombrerero: ambientar y cuidar los más mínimos detalles.
Conceptualmente el nombre era perfecto: dentro de la obra que marca el surgimiento del non sense en la literatura “para niños y jóvenes” es sin dudas su capítulo VII, “Una merienda de locos”, el más vivo ejemplo del absurdo y el disparate que caracterizan la novela y la corriente literaria que nació con ella. Nada mejor para tipificar la relación que se establece entre los lectores niños y jóvenes, los autores y los libros que estos escriben para aquellos, pues a pesar de que a través de los años se sigue hablando y teorizando sobre temas, géneros, ilustraciones y otras “minucias” relacionadas, sigue siendo algo misterioso lograr escribir textos que disfruten de veras los más jóvenes lectores. Prueba de ello son los diez con los que cuenta en su haber esta merienda.
Con el evento ya concebido, invitamos a Enrique Pérez (a la sazón presidente de la Sección de LIJ de la UNEAC) a conciliar opiniones y pensar los temas y ponentes que se incluirían en la primera edición del 2004. El camino para consumar el hecho fue tortuoso y difícil, preñado de obstáculos que debieron remontarse a lomos de un verdadero burro embravecido, pero venció el tesón. No sé cómo Lida y Gretel consiguieron al artesano que fabricó el servicio para la merienda, exquisitamente logrado de acuerdo con nuestras expectativas; se compraron unas cestas tejidas en las cuales se entregaron los documentos del encuentro y se hicieron recuerdos para los participantes, así como el sombrero de copa para que lo usara el orador de turno durante el evento, la libreta de notas con la ilustración original de Alicia… y otros que ahora se escapan de mi mente y seguro alguno de ustedes recordará.
Uno de nuestros objetivos a la hora de concebir el encuentro es que no fuera académico fríamente: sobre lo que prefieren leer los niños y jóvenes no puede hablarse estirados, con rígidos trajes y corbatas, aunque tengamos en cuenta las advertencias del Principito. Siempre recuerdo que desde sus páginas nos alerta sobre el hecho de que el asteroide B-612 fue reconocido por la comunidad científica cuando su descubridor habló de él vestido de etiqueta. Pero nosotras quisimos darnos el lujo de ser niños auténticos por dos días para tratar de entender a aquellos para quienes escribimos. Claro, las personas mayores impusieron al final sus criterios pues hubo quienes se quejaron del calor, de los sombreros, del polvo… y el encuentro se trasladó de su sede habitual para otra sala de la fortaleza. Finalmente ahora, ha salido definitivamente de ella y, aunque se diga que es parte de la feria, no está celebrándose en su sede principal.
Quiero por tanto, en este décimo aniversario, dar las gracias a Lida y a Gretel porque entre las tres logramos hacer realidad aquel sueño de una tarde de verano; a las personas que nos ayudaron desde el principio; a todos los que se sumaron como participantes de este hermoso proyecto y a quienes han seguido alimentándolo para que viva, como Enrique Pérez y tantos otros escritores y funcionarios, demostrando que su concepción fue acertada y era un espacio necesario para escritores, especialistas y lectores.
Y quiero agradecer a la vida, que me ha permitido estar presente este año, para celebrar este aniversario con tantos buenos amigos, en esta infinita merienda de locos que nos permite cada día renovarnos delante de una taza del mejor té (el de la amistad) y untar con la mantequilla de la fantasía el reloj que cuenta cada palabra que se lee o escribe para los habitantes de la isla de Nunca Jamás. Es imposible no seguir al conejo, pues lo que vale es nuestra fe en el sinsentido. Nuestra única forma de salvarnos en este mundo cada vez más cuerdo y de verdad absurdo.


Recuerdo que ese panel estaba dedicado a la ciencia ficción, literatura policial y fantástica. Bruno Henríquez está exponiendo. Lo escuchamos atentamente Enrique, Esteban Llorach,  yo, y enfrente están Reynaldo, Esther Suárez y creo que Espino.

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