Casi termina septiembre y en el alma, se instala un poco de ese sombrío humor del otoño, ese que cala nuestros huesos y se nos vuelve una hoja seca que danza en el viento antes de caer a tierra.
Si la primavera es la estación del reverdecimiento y cuando la naturaleza florece bajo la atenta brillantez del sol, el otoño tiñe los días de esa melancolía tenue que deshace el tiempo lentamente, como segundos condenados a desaparecer.
Entonces, es la estación de la melancolía. Más que el invierno, el otoño anuncia la llegada de los días grises y esa incertidumbre nos conmueve.
Por eso la poesía llega también y anida en las horas más silenciosas de la madrugada.
Acá he recordado y traigo este poema de Roque Dalton, porque de pronto es el otoño una época parecida a la ceniza.
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