viernes, 15 de noviembre de 2019

LA HABANA CUMPLE 500 AÑOS



PLAZA DE SAN FRANCISCO, LA HABANA VIEJA


La villa de San Cristóbal se fundó en el año 1515 en la desembocadura del río Mayabeque, en el lugar conocido hoy como Batabanó. Fue fundada por Diego Velázquez y el nombre se debió al santo de igual nombre y se especula que quizás el adelantado quiso recordar al propio Cristóbal Colón. No obstante, San Cristóbal era el patrón de los navegantes, por lo cual sería apropiado señalar este detalle como el origen del nombre, o quizás se debe a ambos.
A causa del clima, malsano por los insectos y las características del lugar (más bien pantanoso), se trasladó a la desembocadura del Almendares, luego a La Chorrera y, finalmente, en 1519 la villa se trasladó para el sitio que hoy ocupa, celebrándose el 16 de noviembre la primera misa y el primer cabildo de la ciudad, cerca del mar, en el lugar donde se erigió El Templete, nombrándola San Cristóbal de La Habana.
Según las historias, Habaguanex fue un cacique taíno cuyas tierras se extendían desde lo que conocemos hoy por el Mariel hasta Matanzas y se dice que su esposa era conocida por Habana. Existen evidencias del encuentro del cacique Habaguanex con Pánfilo de Narváez y Fray Bartolomé de Las Casas.
Seguramente el hecho de estar junto a la bahía, la cual le confirió en aquellos momentos una ubicación estratégica muy útil a la corona española, tuvo mucho que ver con el emplazamiento de la ciudad.
Llegó a ser la capital del Nuevo Mundo, sitio donde carenaban y se concentraban las naves españolas antes de partir para la metrópoli, llevando las riquezas de las tierras ocupadas, como medida de protección ante supuestos ataques, lo cual fue dispuesto por los reyes de España a través de un real decreto de 1561y que se conoció como Flota de Indias.
En 1592 fue declarada ciudad por Felipe II y en 1634 se le declaró Llave del Nuevo Mundo y Salvaguarda de las Indias Orientales.
Para proteger y defender la ciudad fueron construidas tres fortalezas, las cuales aparecen reflejadas en el escudo de la ciudad: La Punta, El castillo de los Tres Reyes del Morro y el castillo de La Fuerza.
A pesar de estar defendida, en 1762 fue ocupada por los ingleses, aliados de Francia que habían declarado la guerra a España. Once meses duró la ocupación británica y hubo un canje de la Florida, en manos españolas, a cambio de retirarse de La Habana.
Quien visita la ciudad puede notar que es una de las ciudades mejor conservadas de Hispanoamérica, donde ha existido una vocación muy fuerte de proteger su patrimonio. Una ciudad done los diversos estilos arquitectónicos, desde el barroco hasta el art decó coexisten en feliz y hermosa armonía.
En la suntuosidad de sus palacios, plazas, catedrales, paseos y otras construcciones, se evidencia la opulencia económica que vivió y cómo esa condición de puerto abierto al comercio y al intercambio la dotó de un espíritu multicultural, tanto en apariencia como en la convergencia de razas, creencias y costumbres.
Muchos hablan de La Habana y la añoran, o se quejan de sus edificios destartalados que se codean con esos mismos que en la línea del Malecón, exhiben sus columnas neoclásicas, capiteles y fachadas pintadas hermosamente, románticos a la luz de los faroles que le dan ese aire de paseo decimonónico que también tiene su prado, pero ciertamente nadie duda que La Habana es una ciudad con alma, con olores que la diferencian de cualquier otra urbe que se conozca y claro, una ciudad que enamora.
Los artistas le han cantado, los cineastas, fotógrafos y pintores han atrapado con más o menos acierto su belleza y su luz; los poetas y narradores han llenado de páginas su geografía contando y cantando sus miserias, sus luces y sombras, su maravillosa unicidad… todos la hemos amado. En sus calles nos enamoramos; en sus cementerios, que son obras de arte, lloramos y enterramos a seres queridos; aprendimos a amar la Patria, a cuidarla; a trabajar y a alimentar la savia de los hombres buenos que tantas personas ilustres nos legaron; conocimos a José Martí y a Félix Varela; andamos la Habana con ese digno hijo que es Eusebio Leal; pudimos escuchar los silencios de sus adoquines y los cantos lacerantes de esclavos o los triunfantes de la ópera y el arte inigualable del mejor teatro.
Nacidos en ella o adoptados, cubanos de todas las edades han vivido, trabajado, amado y hecho de esa ciudad de ensueño su talismán contra la tristeza y la encarnación de sus nostalgias.
Este 16 de noviembre no estaré en La Habana, pero desde otra isla del Caribe, pediré un deseo al rodear con mis pensamientos la ceiba imaginaria: que algún día sea La Habana tan próspera y hermosa como la hemos soñado y que desde esa fortaleza donde cada noche retumba el sonido del cañonazo, podamos contemplar siempre nuestra bella ciudad, la de todos los cubanos del mundo, con ojos jubilosos y el corazón en paz.

GALERÍA DE FOTOS

Una linda habanera junto al caballero de París

Mesón El fraile



Catedral de La Habana

Paseo del Prado



Plaza de San Francisco

Convento de San Francisco



Plaza de la Catedral



Malecón habanero


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