A
Peruso le encanta bailar trompo. Sus amigos le hacen un círculo para ver cuánto
tiempo lo baila en la palma de su mano o en el aire, colgado de la pita. La
pandilla de muchachos está entretenida alrededor cuando llega Lazarito con cara
de no querer jugar, ni mirar jugar. El trompo se paraliza en el aire. Lázaro
les cuenta sus apuros. Su madre no lo deja tener un perro, ni siquiera sato.
—Voy y le pregunto a mi mamá, ¿puedo
traer un perro a la casa? No, contesta ella. Los perros cuestan mucho dinero.
Qué va, le digo yo, me lo van a regalar. ¡De eso nada!, me grita. Detrás de los
perros vienen las pulgas, las garrapatas y tus amigos. Nada de perros, ni
comprados ni regalados, y punto.
Entonces Peruso se asombra.
— ¿Tu mamá tiene un lápiz en la lengua?
— Claro que no —Lazarito saca la
lengua—.Tiene una lengua así como la mía, un poco más larga y gorda. ¿Por qué?
— Es por lo del punto; para poner un punto
hace falta un lápiz y si ella quiere ponerlo hablando será porque tiene uno en
la lengua.
Un ¡Ah! de admiración recorre el grupo.
Este Peruso es un genio. Se le ocurre una solución para el problema de Lázaro:
un perro prestado. Una madre puede prohibir un perro regalado o comprado pero
no puede ponerse brava si a uno le prestan un perro, vaya, que los amigos están
para ayudarse.
Ana Carla se brinda para prestarle
Anduriña. Le advierte que sólo come puré porque el arroz le hace daño; se le
llena el cuerpo de unas bolas rojas con puntos negros y después anda como una
semana rascándose. Peruso se rasca la cabeza, pero para él también son un
misterio las bolas negras.
Lázaro va para su casa con Anduriña bajo
el brazo. La pobre perra tiembla, ¿sabrá qué le espera? La pandilla se queda
abajo, esperando, y lo ven regresar enseguida con la perra cargada.
— ¿Qué pasó? —preguntan todos.
—No hay forma, muchachos. Mi mamá me dijo:
muy inteligente, ahora voy a averiguar quién quiere tener un niño prestado con
su perro prestado.
Se quedan asombrados. No hay dudas. La
madre de Lazarito es una bruja disfrazada que se hace pasar por una mamá común
y corriente. Pero hay una pregunta que no se les va de la cabeza: si es una
bruja, ¿dónde habrá escondido la escoba?
1 comentario:
Cierta vez, un aviador poeta pidió excusas por dedicar el más hermoso libro que se ha escrito a una persona mayor, alegando que esa persona estaba sola y padecía hambre y frío. No tengo la misma excusa. La persona a quien quiero dedicarle este cuento es alguien que ahora está triste y a quien quiero mucho pues es muy importante para mí y un ser muy especial. Creo que él lo sabe, pero quiero decírselo desde aquí para que mis palabras lleven un poco del amor que siento por él a su corazón y una sonrisa a sus labios. Lo necesita ahora y lo merece mucho.
Publicar un comentario