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La pandilla casi completa está
en el balcón mirando al horizonte. Ninguno se atreve a hablar, por miedo a
romper el hechizo. Todos piensan en lo mismo: ¿volverá Peruso?
Un silbido conocido rompe el
aire como una flecha. ¡Es él! Todavía en silencio buscan con la mirada y
entonces lo ven. Saludando con las dos manos, como si estuviera en un desfile,
viene Peruso desde la esquina. Los muchachos empiezan a gritar y salen
corriendo de la casa.
Se encuentran en los bajos del
edificio y ¡milagro mayor!: no está asomada ninguna de las chismosas, así que casi matan a Peruso con los apretones
y su mamá lo llena de besos.
En lo que Mirtha les prepara
un buen jugo de mango, la pandilla se sienta en el piso del balcón haciendo un
círculo, con Peruso en el medio. Enseguida ve que falta Leonel.
—¿Y Leonel dónde está?
—pregunta a los otros.
—Fue a casa de su abuela
—contesta Raulín.
Bueno, la pandilla está casi
completa. ¿Qué más se puede pedir? En los días de vacaciones es bastante
difícil que todos estén juntos. Peruso suspira y no se sabe en qué piensa.
—Peruso —le pregunta Luis
Enrique—, ¿volviste a caer en el puente del casi?
—Chico, si digo que sí, te
miento. Yo estaba un poco aburrido y el traqueteo del tren me dio sueño, así
que recosté la cabeza y de pronto empezó a entrar humo por la ventanilla.
Primero creí que era el humo de la locomotora, pero luego estaba flotando en el
aire y lo único que había a mi alrededor eran nubes blancas. De verdad que no
vi el puente por ninguna parte, pero por al lado mío pasó el gato de aquella
vez, con el tabaco en la boca.
—¡Jesús! —exclamó Dianamari—.
Ese gato debe ser un fantasma que te persigue. Yo creo que tienes que buscar
una protección contra los fantasmas, porque no te va a dejar tranquilo.
Peruso se queda pensando.
—Tú sabes que sí, eh. A lo
mejor quien me secuestró fue el gato ese.
Lazarito se echa a reír.
—¿Ahora ustedes piensan que a
Peruso lo persigue el fantasma de un gato? Cuando yo lo digo: dime con quien andas y te diré quien eres.
Ya Peruso los ha contagiado con sus historias. Aquí el único fantasma de
nacimiento es Peruso. ¿Me equivoco, Peru?
Peruso se queda pensativo.
—Es verdad lo que tú dices.
Pero no me negarán que esto está raro, bastante raro. Para empezar, es la
primera vez que veo a un gato fumando tabaco… Me lo encuentro en el puente del
casi y después cuando fui a dar a la casa de las ideas locas. Da qué pensar,
sabes.
Ellos están de acuerdo. A Ana
Carla se le ocurre una idea.
—¿Y si despistas al fantasma?
—¿Despistarlo?
—Despistarlo. Todavía estamos
de vacaciones. Te puedes ir para otro lugar adonde nunca hayas ido. No puedes
ir en tren, porque es posible que sea un fantasma que viaja en ese tren… Yo he
visto en las películas que cuando alguien muere en un lugar, su espíritu se
queda vagando. ¿Será un gato que saltó de un tren?
La interrumpe Osvaldo:
—Para empezar, los gatos
siempre caen de pie. En todo caso sería que el tren lo atropelló. Son unas
peliculeras las dos. Primero la otra dice que el gato es un fantasma y ahora
esta sabe cómo despistarlo. Ahora van a dedicarse a las historias de misterio,
¿no? Así tendremos dos Gatas Cristie en la pandilla.
Mientras Peruso se muere de
risa, Raulín, que pasa la vida leyendo a escondidas los libros de su papá,
rectifica a Osvaldo:
—Oye, esa escritora se llama
Ágata, no gata.
—Sí, la equivocación de
Osvaldo está buenísima. Si Ana Carla y Dianamari van a investigar el caso es
mucho mejor llamarlas Gatas Cristie, porque andarán detrás de un gato, ¿no te
parece?
Los varones se ríen del
invento y las muchachas protestan:
—Claro, seguro que todas las
buenas ideas son tuyas, bobo —dice Dianamari a Osvaldo—. ¿Qué se te ocurre
ahora, que sea mejor?
Peruso trata de poner calma.
—Primero hay que probar. No
está mal irse por ahí unos días. Con todo este lío no he tenido tiempo para
disfrutar las vacaciones.
El Guille habla entusiasmado:
—Podemos ir a casa de mis
abuelos, en Laguna Escondida. Ese es un pueblo chiquito y hay que dar una pila
de vueltas para llegar allá. Oigan, ahí sí no hay fantasma que encuentre el
camino. Puede ir en tren si quiere, que después de la estación hay que seguir a
pie o a caballo.
La pandilla chifla toda al
mismo tiempo. Peruso le pregunta:
—Guille, para despistar al fantasma,
¿vamos a ir a casa de tus abuelos o al fin del mundo?
El Guille se pone rojo. Él,
que de buena gana está ofreciendo la casa de sus abuelos, se ofende.
—Si ustedes no quieren ir, no
vayan. Es su problema.
De verdad está ofendido. Se
levanta y va para la puerta cuando Peruso da un salto y cae al lado de él.
—Caramba, Guille. ¿Cómo vas a
ponerte bravo con nosotros? Aquí siempre hacemos igual con todos los planes.
Tenemos una pandilla democrática.
Guille se ríe con ironía.
—¿Qué, vamos a hacer papelitos
para votar a favor o en contra?
Peruso se rasca la mitad medio
pelada de su cabeza porque, mientras estuvo fuera, el pelo le ha crecido un
poco.
—¿Sabes qué? Es mejor ir
primero a la barbería, porque no estoy acostumbrado a que estos pelos de acá
estén tan largos y, ¿quién sabe? Quizás eso no me deja pensar bien. No creas
que es mala idea lo de los papelitos. ¿Vamos todos a la barbería?
La madre de Peruso,
acostumbrada a la pandilla, les dice desde la cocina:
—Nadie se mueve de aquí hasta
que merienden. Allá donde estabas, con esas ideas locas y el gato fantasma
había de todo menos comida. Más pareces un fideuso que un Peruso, ¡estás tan
flaquito!
Los muchachos se ríen con el
chiste. ¡Qué bueno está eso de comparar a Peruso con un fideo!
—Ven acá, mami, ¿pasaste un
curso de chistosa mientras yo estaba lejos?
—No, hijo, ese es un mal de
nuestra familia. Creo que en realidad es un bien. Ahora los estaba oyendo y les
digo que para atrapar a un gato, hace falta un perro.
—¿Y si es un gato fantasma?
—pregunta Peruso.
—Entonces vas a necesitar un
perro especial.
Lo que dice la mamá de Peruso
es verdad. Pero, ¿dónde encontrar un perro especial para dominar a un gato
fantasma?
—¿Te acuerdas de Señor B, el
perro del primo Miguel? —pregunta la mamá.
Peruso ríe.
—Ahora también tienes poderes:
lees el pensamiento. Pero el Señor B estará viejito o muerto. Ese fue el regalo
del abuelo a Miguel cuando cumplió siete años y empezó a mudar los dientes. Él
tiene tu edad, más o menos. Sé de memoria el cuento de abuela: lo consolaba
diciéndole que los dientes eran para hacer la dentadura de un perrito y cuando
la tuviera completa, llegaría a la puerta de su casa.
—Ese mismo es, pero de viejito
o muerto nada. Está fuerte y saludable. En las fotos que trajo tu abuela cuando
vino parece un perrazo de cinco años, no más.
—¿Es un perro mágico? Esas
cosas pasan nada más en la familia de Peruso —opina Dianamari.
—No, qué va. El abuelo siembra
zanahorias y lechugas en el patio y se acostumbró desde chiquito a comerlas, de
modo que allí le dejan una parte solo para él.
A Luis Enrique le entra un
ataque de risa.
—¿Así que un perro
vegetariano?
—No, ¿cuándo has visto un
perro vegetariano? Únicamente en los libros. Le encanta comer pescado, revoltillo
con papas y perros calientes. ¡Ah! y por supuesto, los huesos, aunque sean de
aceituna.
La pandilla, que está de buen
humor con la vuelta de Peruso, se muere de la risa. Peruso se toca la barriga,
o bien dicho, el lugar donde otros más gordos guardan la grasa y tienen
barriga, porque él sólo tiene un pellejito.
—Mami, hablando de comida:
siento hambre. ¿Cuándo está la merienda?
—Ya está. Ahora la sirvo. Si
hablar de fantasmas de gatos te da hambre, voy a buscar una familia de
fantasmas para ti.
De verdad tienen hambre,
porque no dejan una miga de pan en los platos ni una gota de jugo en los vasos.
—¡Chao, mami! Vamos a la
barbería —le dice Peruso desde la puerta.
—¡Niño, descansa un rato!
—vocea ella desde la cocina—. Parece que esas ideas locas te han dejado lleno
de energía.
Las últimas palabras les
llegan como un eco, porque ya bajan las escaleras.
1 comentario:
Este es el inicio del libro de Peruso que saldrá publicado próximamente por Gente Nueva: Peruso y el gato fantasma. es una primicia de verano.
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