(Tomado de mundobso.com) |
Sale a buen paso de la ciudad, con todos los sueños en la
mente y en su corazón. Aunque le parece estar ya en pleno campo, se asombra al ver
a lo lejos torres y cúpulas. A la media hora entra en una ciudad de grandes
portales y columnas, con un prado de árboles al centro.
Camina por el prado, mirando las casas de los lados,
cuando ve al cartero. Sentado en un banco, la bolsa de cartas en el piso y la
cabeza baja. Sin pensarlo, se acerca a él. Parece muy infeliz.
―Buenos días, señor cartero. ¿Se le ha perdido alguna
carta?
Él levanta su cara, triste como un domingo:
―No son buenos días para mí ―responde―. He perdido una
casa, no una carta.
―¿También reparte casas?―pregunta ella, pensando que en
todo caso serían casas en miniatura que pudieran caber en su bolso.
―No. Perdí una casa: mi casa. No puedo encontrarla.
Esto es sorprendente. La niña no conoce a una persona
mayor que no pueda encontrar su casa.
―¿Cuál es su dirección? ―pregunta ella.
―No tiene dirección ―responde él.
¡Qué va! Este cartero piensa que es boba. Se llena de
paciencia.
―Mire, todas las casas están paradas en algún lugar. No
son ni un perro, que sale corriendo, ni un pájaro que sale volando...
El cartero la interrumpe:
―¡Eso es mi casa! Como un pájaro de madera que en
cualquier momento emprende el vuelo ―se da cuenta que la niña está asustada―.
No estoy loco. Verás: cada día, a las doce de la noche, mi casa cambia de lugar
y de forma. Lo mismo tiene cuatro balcones hoy y mañana dos terrazas; hoy diez
ventanas y luego tres cocinas... en fin, siempre distinta.
―¿Y el lugar? ―se interesa ella.
―Puede amanecer en cualquier continente o país. He
viajado el mundo a bordo de mi casa.
“ ¡Dime tú! Como si fuera un barco o un avión,” piensa la
niña.
―Pero habrá algún amigo que pueda darle noticias sobre el
paradero de esa casa tan particular.
―¿Amigos? ―pregunta él, asombrado―. No he tenido tiempo
para hacer amigos. La pasaba tan bien en casa,―suspiró― y siempre temí
perderla... ¡la cuidaba tanto!
―¡Es increíble! Que usted quiera más a una casa y no le
interesen las personas. Por eso se siente tan solo. Y con ese oficio tan
bonito de hacer conversar a las personas a pesar de cualquier distancia.
Lo convence para terminar de repartir las cartas,
recorren las calles y van conversando con las personas. Al final del bolso
encuentran un sobre que no tiene dirección. Solamente dice:
Esta carta es para el Cartero.
Muy rápido el cartero rasga el sobre y lee lo que está
escrito en el papel.
Estimado inquilino:
Me he cansado de estar siempre vacía, sin niños que
jueguen en mis jardines, terrazas o balcones; sin pájaros que canten en los
árboles, sin árboles porque siempre tienes un muro tan alto a mi alrededor que
no puedo ver más allá de mis portales. Por eso he decidido que voy a ser una
biblioteca, o una escuela. Lo importante es vivir. Si cambias, te enviaré mi
dirección. Se despide,
La casa.
El cartero y la niña se miraron. Ahora sabían por qué la
casa había escapado.
― ¿Tendré esperanzas de que regrese? ―preguntó el
cartero.
― Eso depende de ti. Los egoístas no les gustan a los
demás. Es un problema de tiempo. Seguro regresa. Algún día.
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