(Tomado de blog.educastur.es) |
Hubo y hay muchos niños que empinan
papalotes en el viento, porque se entretienen sintiendo cómo el aire travieso
trata de llevárselos lejos. Cuando uno se da cuenta, debe sostener el cordel
para que no se vaya a bolina.
Si se unen varios
papalotes para volar juntos, parecen una bandada de pájaros con sus rabos de
colores chiquitos, y es que la tela para la cola sale de retazos que guardan
las abuelas en casa, después de coser.
La historia empieza
una tarde tranquila en que Riqui sintió deseos de volar su papalote, porque el
viento soplaba y no se veían nubes que anunciaran la lluvia. Siempre Riqui
empinaba a Volador hasta el atardecer, pero ese día estaba tan entretenido que
no se dio cuenta de la luna redonda asomando por el horizonte. ¡Flotaba Volador
tan alto, cerca de las nubes!
Así volador conoció a
la Luna y ella vio al papalote
columpiándose entre las nubes. Nunca había visto esos colores de papel
tan bonitos y él jamás imaginó encontrar ese aro plateado en el cielo.
Entonces fue cuando
se enamoraron.
La Luna se apenó
porque Riqui bajó su papalote. El niño fue para la casa a comer y hacer su
tarea. Allá en el cielo quedó la enamorada, suspirando por su papalote.
Luego se volvieron a
ver. ¡Si hubieran visto cómo se miraban! Esa noche se prometieron amor la luna
y el papalote.
Eran felices, pero
también estaban tristes. Felices porque se querían y el amor hace buenos y
alegres a todos. Estaban tristes porque
casi no podían verse. Por eso un anochecer Volador se fue distrayendo
mientras contemplaba a su linda prometida y de pronto ¡zas! se quedó enredado
entre las ramas de una frondosa ceiba y no pudo volar más.
La luna lo vio todo
desde arriba. Si fuera niña y pudiera llorar, seguro habría llorado. ¡Estaba
tan triste! Empezó a encogerse de la pena y todos vieron asombrados cómo se
ponía más chica, y si primero parecía
una naranja ahora era casi una tajada de melón.
Las nubes se dieron
cuenta y como eran buenas amigas, la ayudaron a bajar hasta el árbol donde
estaba Volador.
Durante unas cuantas
noches el cielo estuvo sin luna porque ella y el papalote tenían muchas cosas
de qué hablar.
Hasta que regresó
lozana y luciendo toda su redondez de plata. Pero con el tiempo, volvió a
extrañar a su enamorado. Se empezó a encoger mucho y después fue en una nube a hacerle otra larga visita.
Conversaron y conversaron.
Por eso, si ustedes
se fijan bien, a veces la luna aparece redonda, luego le falta un pedazo, otro
más y hasta que no ve de nuevo a su papalote, no vuelve a estar como antes.
Cuando está entera
es luna llena,
si pena tiene,
cuarto creciente
y luego sale
cuarto menguante.
Después contenta,
es luna nueva.
Pero muchos no saben,
como nosotros, la historia de la luna y su papalote.
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