Este mensaje llega volando, entra por la ventana
de Mirtha, y es ella quien llama a la pandilla para leerlo juntos.
La letra es muy
desigual, pero en el tono se advierte al Peruso de siempre.
“Hola, ¿cómo
andan por ahí? Me ha pasado algo super buenísimo. Una idea loca, sin yo
saberlo, estaba vestida de azul y, saltando a la pata coja, brincó hasta la
zona de las ideas cuerdas y formó tremenda algarabía. Esta idea loca en
particular es la fabricante de adivinanzas, enredos y trucos; me ha sugerido
que puedo regresar si muchas personas encuentran la palabra más secreta y
conocida del mundo: secreta, porque solo la conocemos nosotros mismos y
conocida porque todos la dicen, aunque muchos no la sienten de verdad. Abre las
puertas sin ser llave, cura el dolor sin ser medicina, te acompaña, aunque
estés solo, da calor sin ser manta y hace sonreír en medio de la tristeza.
Hay algo más.
Quienes la digan deben sentirla bien, de corazón. Piensen que están haciendo un
hechizo: tienen que mirar de frente al sol o a la luna, según sea de día o de
noche; cerrar los ojos y gritar muy alto LA PALABRA.
El hechizo solo
funciona por una vez. Si se equivocan, o no lo hacen todo como me ha dicho
Mercedes, la idea loca que les cuento, me quedo aquí para siempre.
Si adivinan LA
PALABRA, pueden decirla y el eco llega hasta mí, esta idea loca me dice que muy
pronto estaremos juntos.
Los quiere,
Peruso.”
La palabra secreta
Un golpe de viento abrió de par en par las puertas
del balcón. Los muchachos se cogieron las manos y gritaron a una voz LA
PALABRA, y como si fuera una señal, todas las palomas de los alrededores
levantaron vuelo en una misma dirección, mientras el batir de sus alas parecía
repetir la palabra que, para siempre, había abandonado el secreto y volaba al
encuentro de Peruso:
amigo
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