(Tomado de zazzle.es) |
¡Cómo me gusta el helado de fresa! No importa que
sea en barquillo, en bolsas o en esos vasos plásticos con tapa que venden en
las tiendas. Todos saben que es mi preferido y cuando me traen helado, siempre
es de fresa. Ayer fuimos al cine mami y yo, pasamos al regreso por una
cafetería y ella compró, pero como era muy
tarde, lo guardé para hoy, así podré disfrutarlo mejor. Después de la comida,
claro, porque mami empieza a decir: «solo un poquito, Talía, que pierdes el
apetito», y me echa a perder el gusto del helado.
¿Quién será esa señora que está en el portal de mi
casa? Me parece conocida, pero no recuerdo bien. Para su desgracia, me dice lo
mismo que todo el que quiere ser simpático con un niño (o niña, en mi caso):
— ¡Cómo has crecido! Mírate, si eres ya una
mujercita.
Pienso que ella no se ha enterado de que estamos
en el siglo XXI, como le gusta decir a mi tío. ¿Será que es historiadora y
estudia los tiempos antiguos? Pero sonrío, para no ser maleducada, y le doy un beso a ella y otro a mamá. Mi mamá, que
no tiene un pelo de boba y me conoce cantidad, me explica:
—Talía, ¿recuerdas a Rosario? Es la bióloga que
conocimos cuando estuvimos de vacaciones en la Ciénaga de Zapata. Se quedará en
la casa porque mañana dará una conferencia en el Museo de Historia Natural.
— ¡Mi madre! ¡Se va a quedar hasta mañana!
Rosario me dedica una sonrisa igual a la de las
mujeres que aparecen en las revistas de modas que lleva mi maestra al aula y yo
respondo:
— ¡Qué bien! Mami, hoy tengo muchísssimas tareas.
Me avisas cuando esté la comida.
Entro rápido y dejo los libros en el cuarto. Por
si acaso, voy a la cocina y reviso el refrigerador. ¡Cómo! Han abierto mi
helado, y falta la mitad. Esa debe ser Rosario, porque a mamá le gusta la
vainilla y jamás, ¡jamás! come mi helado. Esto me pone muy, pero muy brava. Con
razón no me había caído bien. ¿Cómo una persona que trabaja con la naturaleza
puede ser artificial? Es como si a quienes escriben cuentos o canciones, o
trabajan en las obras de teatro para los niños no le gustaran los niños. Me
escondo detrás de la cortina de la ventana para oír de qué hablan, aunque está
mal hacerlo, y Rosario está explicando a mamá de qué trata su conferencia. La
oigo decir:
—Ni te imaginas la cantidad de especies que se
salvan gracias a la aplicación de la veda. Claro, hay personas que la ignoran y
siguen cazando animales o aves, casi siempre porque las venden muy bien, o porque
las comen, como la jutía o el manatí. Es un trabajo de mucho tiempo y paciencia
proteger a las especies en peligro de extinción.
¿Hay una cosa que se llama veda y salva a los
animales? A lo mejor la veda esa también puede ayudarme. Tengo que buscar en el
diccionario. Cuando encuentro la palabra (quien lea esto, puede buscarla
también), ya sé qué debo hacer para evitar la extinción de mi helado.
Como lo más rápido que puedo y pido permiso para
dejarlas a ellas en la mesa. Mamá se extraña cuando ve que voy para el cuarto,
pero no me pregunta porque ella sabe que debe ser por algo ¡muy importante! Por
eso me acuesto y me hago la dormida cuando, al poco rato, abre la puerta de mi
cuarto. Pero claro, no la puedo engañar, porque es mi mamá.
—Talía, sé que estás despierta. Hemos hablado
muchas veces de que no se puede ser egoísta. Debemos compartir con los demás,
sobre todo, hay que ser educados. Rosario es nuestra invitada.
Como ve que no hablo, dice un «hasta mañana» muy
serio y se va. No importa, ya se le pasará. Tal vez ella tenga razón y deba
dejar de ser egoísta, aunque pienso en otras personas y lo compartiría: con
Aiara, con Camila, con mi abuela, pero con ella…
Lo único que deseo es
que haya logrado salvar mi helado. El letrero es bastante grande, lo envuelve
todo y dice:
VEDA PERMANENTE
¡PELIGRO DE EXTINCION!
No hay comentarios:
Publicar un comentario