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Desde
siempre me han fascinado las brujas. Quizás porque esa idea de pureza y buenas
intenciones inalterables me parecen demasiado utópicas.
Recuerdo
que cuando aprendí a leer, mi primer libro fue uno de leyendas rusas,
maravilloso, y en él se hablaba siempre de brujas que hechizaban a doncellas y
princesas. Eran malvadas, viejas, feas y justo por eso, encantadoras.
Todas
las culturas tienen sus propias brujas. Encontré un blog, buscando información
sobre las brujas celtas, llamado Irlanda,
que es realmente muy bueno. De allí tomé el origen de la palabra bruja:
La
palabra bruja se puede emplear en ambos géneros, aunque el cambio de género
conlleva connotaciones distintas y es mayormente expresado en femenino.
Etimológicamente, bruja parece derivar del íbero “bruixa” y más claramente del
gallego ‘bruxa’.
Pero
quiero referirme a las brujas celtas, sobre todo ahora que se aproxima
Halloween y el Día de los muertos en México, celebraciones a las que muchos
atribuyen un origen pagano, precisamente de la cultura celta:
Fue en la cultura celta donde comenzó el
culto a las llamadas vírgenes negras, y a pesar de que se le atribuía el poder
de desatar la furia de los elementos, también se consideraban depositarias de
la sabiduría de los druidas y eran asociadas con la Madre Tierra Habitaban en
cuevas, cerca de manantiales y otras pequeñas fuentes de agua, representando
así el principio femenino y la adoración a la luna. Esas creencias celtas y
cultos se extendieron por todas las regiones europeas donde habitaron, y más
tarde, transformadas por la iglesia cristiana para adaptarlas a la doctrina que
predicaban.
Las
brujas no se llaman igual en todos los lugares del mundo. Hay diferencias, no
solo por el idioma sino por los poderes que usan para la magia. Normalmente se
considera como un poder elemental transformarse en animales, desde tiempos
antiguos hasta la saga de Harry Potter. En el mundo helénico existió Circe,
quien fue famosa por convertir a hombres en diferentes animales.
Se les
atribuye por lo general la magia negra, pero como suele suceder con la alegría
y la tristeza, que no puede existir una sin la otra, ¿cómo habría hadas sin
brujas a quien se le deba deshacer los hechizos o conjurar poderes?
La
noche de brujas es hoy. Según aparece en Wikipedia, “Halloween (contracción de
All Hallows' Eve, 'Víspera de Todos los Santos'), también conocido como Noche
de Brujas o Noche de Difuntos, es una fiesta de origen celta que se celebra
principalmente en los Estados Unidos, Canadá, Irlanda, el Reino Unido, México y
Colombia en la noche del 31 de octubre. Tiene origen en la festividad celta del
Samhain y la festividad cristiana del Día de todos los Santos”. En realidad, la
religión cristiana la asumió desde su origen pagano y celta. Los orígenes de
esta celebración se remontan a la Irlanda celta, en el siglo V a C. Por
entonces, el verano se terminaba oficialmente el 31 de octubre. También era el
final del año y de las cosechas y, simbólicamente, era el principio de una
nueva vida. Aquel fin de año celta se celebraba adorando a Samhain, el señor de la muerte, a quien se
invocaba para consultarle sobre el futuro, la salud, la prosperidad o la muerte.
Durante
esa noche, se creía que los espíritus de las personas que habían fallecido
durante el año volvían en busca de los vivos para poseerlos durante el año
siguiente. Se decía que era su única oportunidad para volver a la vida. Los
celtas creían que las leyes del espacio y de tiempo se detenían esa noche y que
los espíritus podían conseguir su cometido.
Como
los vivos no querían ser poseídos, cada noche del 31 de octubre la gente hacía
todo lo posible para espantar a los espíritus: apagaban el fuego para que las
casas estuvieran frías y nadie quisiera entrar a ellas; se vestían con trajes
macabros y tenebrosos y se paseaban por todo el vecindario comportándose de
forma temible, para asustar a los espíritus.
Los
romanos adoptaron esta costumbre celta, y para el año I, el Samhain formaba
parte de las fiestas romanas que se celebraban en octubre, como el día de
Pomona, la diosa romana de la fruta y los árboles. El símbolo de Pomona es una
manzana, y se cree que el origen del juego de la manzana típico de Halloween
procede de ahí.
Los
emigrantes irlandeses exportaron su fiesta de Halloween a América en 1840,
cuando huyeron en masa del hambre que asolaba su país.
Hoy en
día, la tradición celta considera que el Samhain es un día en el que el mundo de los
vivos y el de los muertos están muy cerca. Se aprovecha para recordar a los
ancestros y otras personas fallecidas.
Los
paganos celtas reconstruccionistas celebran el día cocinando los platos
favoritos de los muertos, cantando canciones tradicionales, recitando poesías o
bailando. Debe dejarse abierta una puerta o ventana orientada al este e
invitarse específicamente a los seres queridos fallecidos a formar parte de la
fiesta. A veces se deja una vela encendida en las ventanas para orientar a los
muertos hacia casa.
Esta
noche entonces veremos desfilar, según escribió Gretel una vez en La Kasa de
las Ideas Lokas, las brujas que amo: las feas y viejas, o jóvenes y hermosas,
siguiendo sus deseos; con sus mascotas que pueden ser gatos negros, serpientes,
lechuzas u otros bichos.
Y como
quiero verlas y celebrar con ellas su aquelarre, no cuelgo guirnaldas de flores
ni ramas de sauce recogidas al amanecer del primero de mayo ni regalo las
ganancias del sábado, ni riego agua bendita.
Las
recibo con la luz de velas negras para danzar los pasos de “imita al rey”,
luego en parejas para levantarnos de espaldas unas a otras agarradas por los
brazos y, para terminar, la danza de los saltos con los brazos levantados.
Y (sigo
citando a Gretel) ya saben que todas aquellas que son hijas o nietas de bruja,
pelirrojas, las nacidas en noche buena y en la noche de todos los santos y la
séptima hija de una madre que no haya sido séptima hija, son brujas. Me
incluyo, pues soy bruja por vocación, intención y propia voluntad, y aseguro
que las brujas adoran a los niños. Como que se los dice una de ellas.
Quedan
invitados esta noche a mi íntimo y particular aquelarre. Eso sí, es condición
indispensable traer una lechuza o un búho.
Los
espero, en esta, mi casa de palabras.
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