domingo, 21 de octubre de 2012

CAMINO DE LUZ CONTRA LA SOMBRA: PABLO NERUDA



Mi amiga Leibi Ng recordó hoy en facebook que hace ya cuarenta y un años le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura a Pablo Neruda (Neftali Ricardo Reyes Basoalto), nacido en Chile, chileno por nacimiento, devoción y decisión; poeta de sensibilidad exquisita, que muy joven empezó a escribir y publicar sus versos, muchos de los cuales repiten hoy personas que a veces no recuerdan o no saben quién es su autor, pero creo que más allá de un nombre —él que tuvo dos, uno de  los cuales glorificó y convirtió en leyenda-—, la obra que trasciende y se convierte en tradición hablada de los pueblos, es la valedera.
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche/ escribir, por ejemplo, la noche está estrellada…” o aquel otro del poema No 15 “Te amo cuando callas porque estás como ausente…” es difícil encontrar una persona (incluso si no es lector habitual de poesía) que al menos de oídas no conozca esos versos. El poeta es definitivamente, ese hacedor de universos posibles y dimensiones desconocidas que existen más allá y a pesar del tiempo físico e implacable que marca la sucesión de los días y las noches.
Cierta vez escribí que los dioses fueron, en el inicio de los tiempos, savia nutricia de aedas y bardos de las primeras edades. Se necesitaron siglos para que fuera el hombre, en su concepción genérica que incluye los dos sexos, la levadura de los sueños y decires de los poetas y en general, de los artistas.
Cantor de voz profunda, de raíz popular y de nuestro continente soslayado, sus poemas van más allá de la excelencia literaria para alcanzar la justa dimensión humana en la palabra que usó como instrumento para cantar al amor, al trabajo, a nuestra patria común y el cotidiano hacer y deshacer de cada día.
La Academia Sueca concedió ese día su premio, pero el verdadero se lo da la vida en cada momento en que nuestro espíritu se alimenta y crece con esa poesía nacida de lo hondo de su alma.
Ese Chile de sus entrañas al que llevó consigo dondequiera, el que citando los versos de su poema “Padre de Chile” es la patria, pampa y pueblo, arena, arcilla, escuela, casa, resurrección, puño, ofensiva, orden, desfile, ataque, trigo, lucha, grandeza, resistencia, y la América, y todos los que aman la poesía como parte esencial de la existencia, hoy volvemos a leer su poesía de vida, de amor, y de combate, para otorgarle no un premio de academia, sino el título de poeta de los pueblos, continuando el camino de luz entre las sombras.

 PLENOS PODERES

A puro sol escribo, a plena calle,
a pleno mar, en donde puedo canto,
sólo la noche errante me detiene
pero en su interrupción recojo espacio,
recojo sombra para mucho tiempo.

El trigo negro de la noche crece
mientras mis ojos miden la pradera
y así de sol a sol hago la llaves:
busco en la oscuridad las cerraduras
y voy abriendo al mar las puertas rotas
hasta llenar armarios con espuma.

Y no me canso de ir y de volver,
no me para la muerte con su piedra,
no me canso de ser y de no ser.

A veces me pregunto si de dónde,
si de padre o de madre o cordillera
heredé los deberes minerales,

los hilos de un océano encendido
y sé que sigo y sigo porque sigo
y canto porque canto y porque canto.

No tiene explicación lo que acontece
cuando cierro los ojos y circulo
como entre dos canales submarinos,
uno a morir me lleva en su ramaje
y el otro canta para que yo cante.

Así pues de no ser estoy compuesto
y como el mar asalta el arrecife
con cápsulas saladas de blancura
y retrata la piedra con la ola,
así lo que en la muerte me rodea
abre en mí la ventana de la vida
y en pleno paroxismo estoy durmiendo.
A plena luz camino por la sombra.


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