("Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche", Vincent Van Gogh) |
Por
suerte, todo salió bien en el matutino. Nadie sospechó y Estela me llevó a la
enfermería, donde unas gárgaras milagrosas me devolvieron la voz. Ahora estamos
en el aula; es la hora del autoestudio y aprovecho para estudiar Física con Gilberto.
Él me habla de energía cinética y yo le miro las uñas, comidas casi hasta la
cutícula.
—¿No
te duele? —le pregunto cuando le aprieto el pedazo de piel donde debía tener
uña.
Dice
que no, pero aparta los dedos para que no se los toque. Estela me está mirando
y me hace una mueca desde la esquina del aula. En eso llega Mieres (yo no le
hablo, porque es un gallina: el otro día le gritamos un nombrete y me cogió por
las muñecas con una fuerza, que si no llega a ser porque viene Maykel, creo que
me abofetea) y le pregunta algo a Gilberto. Me levanto y los dejo. Si Gilber se
entera de lo que me hizo, lo mata. Voy a ver a Estela.
—¿Qué
me quieres decir?
—Niña,
que ya no sé si eres boba o te haces. Con las manos de Gilberto cogidas,
hablándole bajito, no sé. Mira, cualquiera piensa que se están enamorando aquí
en el aula.
—Estela, ¿desde cuándo te importa lo que diga la
gente? Además, ni tengo novio…
No me
deja terminar.
—…no
tienes novio, pero existe Merlín. ¡Ah! y Juan Carlos —mira a todos lados—, que
por suerte no está aquí.
—Juanca
no se pone celoso.
—No te
lo dice, que es distinto, pero se pone color púrpura cuando estás en los
jueguitos con Gilberto.
—¡Pero
si Gilberto es mi amigo!
—¿Y
tú, eh? ¿También serás “su amiga”? Que yo he visto cómo te mira.
Ahora
sí, lo que faltaba.
—Estela,
estás hecha una vieja chismosa, por favor.
Va a
responder, un poco brava, y de pronto, se echa a reír.
—¿Tú
crees que una pueda tener arteriosclerosis a los diecisiete? Porque es verdad,
ni yo misma me soporto.
—Debe
ser la luna. En estos días hay luna llena, ya sabes, los locos están de vena.
Me
deja con la palabra en la boca y se va con Esperanza. Veo que Mieres se ha ido
y vuelvo al asiento de Gilberto.
—¿Te
pasó algo con Mieres? —me pregunta él.
—¿Qué
me va a pasar? ¿Por qué lo preguntas?
—Porque
te miró así, raro, y no te saludó. Si te
dice algo me avisas, que le entro a puñetazos.
—¿Ves
lo que te digo? Para ti, todo se arregla con los puños. Voy a tener que dejar
de hablar con ustedes. Contigo y con Juan Carlos. Es una violencia permanente.
Sabes que eso no me gusta.
Me
quita el pelo de la cara y me acaricia la cabeza.
—Es
que eres mi hermanita. Si nada más me imagino que alguien te habla en mala
forma o te va a hacer una mala acción, me enciendo sin fósforos. Los varones,
te digo. Además, si tú eres la más buena y la más dulce que hay aquí. Pero
también eres muy burlona.
No sé
cómo se las arregla para ser tan tosco y tierno al mismo tiempo.
—Bueno,
explícame el ejercicio, que nos quedamos a medias.
—¡Mentirosa!
Lo sabes hacer mejor que yo, es para adularme.
—¿Cómo
que adularte, Edison? Si eres un genio.
Se oye
una voz medio ronca reclamando atención.
—Caballeros
—no sé por qué nosotros usamos esa palabra, pero es así—, al terminar el horario
del estudio individual nos quedamos para hacer el plan de actividades del
comité de base.
Después
de que Eduardo habla, Gilberto hace una trompa con la boca.
—Se
quedan ustedes, los militantes. Me voy echando.
Lo
aguanto por la manga y pregunto en voz alta:
—¿No
quedamos en que las actividades eran para todo el grupo, no solo del comité de
base?
Eduardo
me da la razón.
—Sí,
es verdad que lo hablamos. Si todos estamos de acuerdo…
Se
forma un pequeño barullo, que si no podemos perder tiempo, que si estamos en
pruebas, para al final aprobar la idea.
Estela,
que odia las apariciones en público, se queda con la tarea de hacer el mural
del grupo. Entonces es cuando Eduardo nos revela la muy brillante idea de hacer
un boletín de noticias.
—¡Figúrense!
Boletín del 25 —dice, orondo.
A la
loca de Thais se le ocurre ponerle Algo.
—Bueno,
es que tendrá algo de noticias, algo de deportes, algo de la producción y hasta algo
de literatura.
—No, y
hasta algo de bobería, ¡ja, ja, ja!
—se ríe el sangrón de Nápoles, exhibiendo su muela de oro.
Ramón,
que es a quien él viene a buscar, no le aplaude la gracia. Se aparta y yo oigo
que le dice:
—Caballo,
me vas a poner la cosa mala en el grupo, asere. Espérame en el pasillo.
¡Ah,
sí! Porque no había dicho que Ramón es uno de los extraterrestres que anda con
los de doce grado.
—Entonces
—me pregunta Eduardo—, ¿te vas a encargar tú del boletín?
—¿Yo?
—me asombro, es algo que sorprende—.
¿Por qué yo?
—Porque
tú eres la que más sabe de Español, te pasas la vida leyendo y metida en la
biblioteca.
—Por
eso no —lo interrumpo—, que Estela siempre está leyendo también.
Estela
se desquita.
—Qué
va, mi ángel, yo no sé redactar ni un párrafo. Escribo a duras penas.
—Eduardo,
estamos en pruebas. Hay que estudiar.
—Claro,
si no tiene que ser este mes. Puede ser para febrero y es mejor. El primero lo
sacamos el día de los enamorados. Como es mensual, hacemos cinco este curso.
Ya sé
que no me queda más remedio que aceptar, pero pongo otro obstáculo:
—¿Dónde
se va a imprimir?
—En la
imprenta del papá de Belkis. Aunque, si se demora, hacemos algunos en una
impresora. Entonces —Eduardo me mira casi suplicante—, ¿aceptas?
—Sí,
pero quiero hacer una aclaración: cada cual tendrá que entregar noticias; hasta
Ramón —declaro, con voz firme, y nadie me contradice, pero se ríen con Gilberto
cuando exclama:
—¡Señores,
yo soy el guardaespaldas! No vaya a ser que sigan la moda y nos quieran
secuestrar a la periodista.
Yo,
que no encuentro otra cosa mejor que hacer, le saco la lengua y para no perder
la costumbre, lo pellizco con toda mi fuerza.
Gilberto se frota el brazo pellizcado y espera
que yo me incline a recoger las libretas de la mesa para acercarse y clavarme
sus dedos índices, al mismo tiempo, en mi cintura. Yo salto, por las
cosquillas, y él grita mientras sale:
—¡El
salto del ángel!
¡Sinvergüenza!
1 comentario:
"Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche" (1888). Ésta es la primera pintura en la que Vincent utilizó fondos estrellados. Las estrellas que aparecen corresponden, según algunos estudiosos, a la constelación de Acuario. Crédito: Kröller-Müller Museum
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