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Cuando se habla de los grandes magos de la historia de la humanidad (ya sea
realidad, ficción, leyenda, o las tres cosas a la vez), sin dudas que Merlín y
Gandalf son los que se llevan las palmas. Coincidentemente vinculados a la
Bretaña, grande o pequeña, y siempre que nos refiramos a la cultura occidental.
Gracias a la difusión que recibió la obra de John Ronald
Reuel Tolkien (El Hobbit y El señor de los anillos, siendo
esta última la de mayor número de adeptos gracias a su excelente adaptación
cinematográfica), se han hecho famosos varios de los magos de la saga y
de El Silmarilion: Gandalf, Saruman y en menor medida, Radagast.
Ni qué decir de los magos de la serie literaria (y cinematográfica) de
Harry Potter. El director Dumbledore, Voldemort, Snape, El propio Harry,
Hermione y Ron, además de otros.
Igual caso se da en otras obras como El mago de Oz, la serie de libros
Drangonlance o Terramar.
Sin embargo, no puede negarse que Merlín es un especialísimo mago de la
historia. No solo por su antigüedad, sino por el papel que se le atribuye en la
leyenda arturiana, la construcción de la Danza de los Gigantes (conocido como
Stonehenge y al que se considera con propiedades milagrosas y curativas),
trasladando las enormes piedras desde Irlanda hasta su ubicación en Salisbury,
así como las especulaciones sobre su final como mago.
Recuerdo el artículo escrito para la revista La Edad de Oro por José Martí
sobre la Ilíada, al referirse a las teorías sobre la existencia o no de Homero.
Decía Martí: “Pero no parece que pueda haber trabajo de muchos en un poema
donde no cambia el modo de hablar, ni el de pensar, ni el de hacer los versos,
y donde desde el principio hasta el fin se ve tan claro el carácter de cada
persona que puede decirse quien es por lo que dice o hace …” Esto me hace
pensar que la presencia de Merlín en tantas leyendas de la época del también
legendario rey Arturo, parece indicar la existencia de alguien con
conocimientos de astronomía, medicina y suficiente astucia (o carisma) como
para manejar la credulidad de sus contemporáneos y aparecer como un poderoso
mago.
He copiado lo que existe en Wikipedia
sobre el mago Merlín, o Myrddin Emrys (en galés): "Se considera a Merlín
el mago más poderoso de la epopeya artúrica. Según se cuenta en las diferentes
obras literarias que lo tienen de protagonista, era capaz de hablar con los
animales, de cambiar de forma, de hacerse invisible, y también de controlar el
clima y los elementos, aunque estas habilidades las empleaba con sumo cuidado
para no enfurecer a la Naturaleza, la diosa más poderosa. En la novela medieval
Lanzarote y Ginebra se contaba de él lo siguiente: "Conocía la esencia de
todas las cosas, su transformación y su renovación, conocía el secreto del Sol
y de la Luna, las leyes que rigen el curso de las estrellas en el firmamento;
las imágenes mágicas de las nubes y el aire; los misterios del mar. Conocía los
demonios que envían sueños bajo la Luna. Comprendía el grito áspero de la
corneja, el volar cantarín de los cisnes, la resurrección del fénix. Podía
interpretar el vuelo de los cuervos, el rumbo de los peces y las ideas ciegas
de los hombres, y predecía todas las cosas que sucedían después."
Quizás parecerá exagerada la introducción cuando revele que mi intención es
referirme a una autora inglesa y su conocida trilogía sobre Merlín, aunque
después aparecieran dos títulos más sobre este mago. Me refiero a la novelista
inglesa María Florencia Elinor Stewart (cuyo apellido de soltera fue Rainbow),
quien naciera un 17 de septiembre de 1916, en Sunderland, condado de Durham.
Su obra se ha calificado por los críticos como una mezcla de romanticismo y
ficción, en las que el suspenso juega un papel importante a la hora de captar
el interés del lector, a la vez que teje sus libros partiendo de la historia y
rellenando las grietas del tiempo con una ficción que bien pudo haber sido
real.
Tal es el caso de la mencionada trilogía La cueva de cristal, Las
colinas huecas y El último encantamiento, donde se
narra el nacimiento de Merlín, su educación por parte de su maestro Galapas y
su ulterior misión de formar un rey que uniría la tierra toda de Britania:
Arturo.
Lo que más llama la atención del personaje de Merlín que crea la Steward es
justamente su dimensión humana. Ni él mismo se cree omnipotente o capaz de
hacer milagros. Se ve como alguien a quien sus dioses (paganos) le han
concedido poderes, pero debe trabajar duro para hacer que se cumplan los
designios divinos. Como él mismo dijera, el sacrificio humano es la sazón de
los dioses, así que no deja nada al azar, salvo quizás cuando no presintió la
estratagema de Morgause para seducir a Arturo y engendrar a Mordreb, quien
sería su semilla bastarda y quien terminaría con su vida.
Las dos primeras partes se publicaron en Cuba por la Editorial Arte y
Literatura hace muchos años, creo que en la década del 80, pues no tengo los
ejemplares a mano. La tercera parte, The last Enchantment, que
puede ser traducido como El último hechizo o El último
encantamiento, lo leí gracias a Gretel, quien lo bajó de internet e
imprimió durante mis últimos días en la editorial Gente Nueva.
Cuando escribí La noche en el bolsillo, Helena y Estela
son adoradoras de Merlín, y por eso la primera llama por ese seudónimo al
muchacho de quien se enamora.
De más está decir que mi corazón y mis sueños más hermosos como lectora
pertenecen sin dudas a Merlín y hoy quise agradecer a Mary Steward, como firma
ella su obra, por haberme permitido llegar a ese fabuloso mago y las
maravillosas aventuras y amores de sus novelas, que sin dudas, lograron “un
encantamiento único y mágico” en mi vida.
Danza de los Gigantes o Stonehenge (http://www.fotolog.com/angel_del_opio) |
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