Cuentan que cuentan
Hubo una vez un niño que, en cierta ciudad danesa
llamada Odense, empezó a vivir un cuento que tituló más tarde El cuento de mi vida, cuando los años pasaron y ya había escrito
muchos de los cuentos por los cuales lo recordamos hoy, dedicando el día de su
nacimiento a la celebración del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Pero aunque creció hasta parecernos incluso demasiado alto,
escribió y actuó en el teatro, viajó por muchos países y fue aplaudido en las
cortes europeas, conservó su corazón de niño y con increíble arte creó cuentos
que han sido narrados y leídos durante más de dos siglos por niños y jóvenes de
todo el mundo.
Recuerdo que en mi país se transmitía una serie
llamada El narrador de cuentos, en la que ese personaje comenzaba por decir que
desde siempre, los hombres recordaban su pasado a través de los cuentos, vivían
su presente y adivinaban su futuro, gracias a los cuentos. Y concluía la
introducción del programa diciendo: “…el mejor lugar junto al fuego era para el
narrador de cuentos”. Y quiero aprovechar esas hermosas palabras para agradecer
a todas las personas que escriben, narran o hacen los libros para niños y
jóvenes por estar en nuestro pasado, presente y futuro; para decir a Andersen
que siempre tiene y tendrá el mejor lugar junto al fuego de los corazones de
todos nosotros, que hemos dado la mano a El
patito feo, nuestras voces a La Sirenita y hemos comprado todas las cerillas de La vendedora de fósforos para dar
calor al corazón de todos los niños, quienes nunca jamás serán atrapados por La reina de las nieves pues están defendidos por El soldadito de plomo y su linda bailarina en esa danza interminable de palabras que es el contar de los contares.
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