(Tomado de miradadearcoiris.blogspot.com) |
Es
imposible no seguir al conejo. Se puede empequeñecer o crecer con cada
mordedura del destino. Debe encontrarse la estatura apropiada cada vez en la
tierra maravillosa de las Alicias. Lo grande y lo pequeño son simples
paradojas.
Quién
sabe qué ocurrirá en la opípara merienda de la cordura, delante de una taza
vacía de té. Hay que recordar sin falta al sombrerero, aun si no usamos
sombrero aparente. Los buenos sombreros son aquellos que ocultan las ideas de
los fisgones.
Tampoco
puede faltar la liebre, invitémosla en marzo si es posible. Que aparezca la
liebre y desaparezca el gato, colgando la última pregunta en su risa sin
rostro.
No
es de temer la reina. Nadie sabe en cuál lugar del camino dejó olvidada la
cabeza. Nada
importa el camino. Importa llegar a ninguna parte. Entonces comprendemos lo
sabio de llevar la cabeza en el bolsillo, junto a la llave de la primera
puerta.
Lo
que vale es nuestra fe en el sinsentido.
En
este reino de cuerdos, es la única forma de salvarnos.
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