(Tomado de coachingactivo.wordpress.com) |
Conocí a un niño pequeño que no quería
dormir. Le gustaba más jugar durante horas, saltando de aquí para allá como un
grillo en compañía del gato Misu o buscando el toc toc del pájaro carpintero.
Pues sí que era
majadero Peque a la hora de dormir. De lo molesto, hasta se le perdían las
pecas.
—Mamita linda. ¡Yo no quiero dormir!
Déjame jugar, anda.
Pero la mamá explicó
que debía dormir para descansar y seguir jugando al otro día.
—Es que ese sueño es malo, muy malo.
¿Dónde vive?
Y la mamá le explicó
que vivía debajo de la cama, pero no se
podía ver. Esa misma noche, Peque habló
con el sueño.
Mire, señor Sueño, yo no quiero dormir
porque tengo mucho que jugar todavía. Voy a dormir cuando tenga los años de abuelo Pancho. Además, (y bajó
un poco la voz para decirlo) al capitán de los soldados le da miedo quedarse
solo.
Habló y explicó un montón
de razones, pero parece que el Sueño no quiso llegar a un acuerdo porque no dijo ni media palabra.
Entonces Peque decidió inventar un plan para acabar con él.
Salió al patio y
buscó al sapo Panzaverde.
—Panzaverde, tienes que cantarle duro
para que se asuste y se vaya. Cántale esa canción de cuando te comiste cien
hormigas tambochas sin tomar agua siquiera. ¡Vamos!
Entraron en la casa y
el sapo cantó con una voz terrible, pero parece que el Sueño era valiente pues
no se movió de su lugar.
Salieron tristes del
cuarto y al sapo casi le llegaba al piso su enorme panza verde.
Peque siguió pensando hasta que se le ocurrió otra idea.
Salió con Misu a recorrer los caminos y regresaron con latas viejas, pedazos de
palo y cajas. Fueron poniéndolas debajo de la cama hasta no dejar ni un rincón
vacío para el sueño.
A la otra noche Peque
no protestó cuando la mamá lo llevaba a dormir, y se iba riendo. “¿Por qué reirá tanto Peque?”, se preguntaba
la madre.
Esa noche Peque no
durmió, ni la otra, ni la otra tampoco y cuando llevaba tantos días sin dormir
como dedos tiene su manita, se le caía la pelota de las manos y no tenía
fuerzas para jugar con los soldados y su capitán. La mamá se dio cuenta.
—¡Peque!, te estás quedando dormido
así de pie. ¿Qué te pasa?—preguntó.
Peque le pidió
entonces que lo acompañara y entre los dos sacaron todas las cosas que él y
Misu pusieron debajo de la cama. Ya esa noche pudo dormir y al día siguiente
salió bien temprano al patio para conversar con Panzaverde y como Misu se
estaba burlando, le tiró un poco de los bigotes.
—Un poco nada más, gato—le decía el
niño, divertido.
Ahora, cuando va a
dormir, Peque no protesta y está muchísimo rato conversando con su sueño.
Parece que son amigos porque Peque se ríe y luego, cuando está dormido, tiene
cara de gente feliz.
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