(Tomado de educacion2.com) |
La tía de Andrés le regaló una caja de lápices de colores y un cuaderno para llenarlo de nubes, lomas, papalotes y flores.
Un día, el niño se
puso a dibujar paisajes y barcos de vela. Se entusiasmó tanto que cuando vino a
darse cuenta sólo quedaba una hoja en blanco.
Pensó que hacía
tiempo quería tener un perro de mucho
pelo y rabo corto. Entonces cogió el lápiz rojo y lo dibujó. No se parecía a
ningún otro perro conocido pero a fin de cuentas, era como le gustaba. Seguro que sus amiguitos de la escuela lo
iban a querer. Ahora tendrían un perro distinto y si uno sabe que tiene algo
lindo, es feliz.
Tendría que cuidarlo
y buscarle un hueso todas las mañanas. Pequeño, sí, porque este perro es
pequeño y se llama Garabato. El niño lo dibujó así de travieso: cuando ladraba
en el cuaderno las matas de coco
temblaban mientras los cocuyos apagaban sus luces verdes.
Pero entre todos los
habitantes del lugar no había quien pudiera
correr con Garabato por los valles sembrados de flores. Por eso Andrés
dibujó a la perra Amiga. No la pintó de rojo, sino de azul, para diferenciarla
bien de Garabato.
Ahora sí se
divertían. Corrían sin cansarse desde la primera hasta la última página.
Casi todas las
semanas cambiaban de casa. Primero vivieron en una loma que tenía sus lados
medio jorobados porque, precisamente al dibujarla Andrés, una mosca le hizo
cosquillas en la nariz. Después se mudaron para una nube de los más
simpática, pero la abandonaron un día a causa de sus continuos estornudos.
Una tarde muy
calurosa, Garabato y Amiga decidieron bañarse en la playa. Todo fue de
maravillas hasta que vieron a Velero. Se mecía suavemente en las olas azules y
parecía invitarlos a dar un paseo. No lo pensaron dos veces; subieron al barco
de vela y ¡a navegar se ha dicho! Al principio les fue bien, pero llegaron al
final de la hoja y tuvieron que detenerse porque ya se acababa el mar.
Ahí mismo empezó la
tristeza. Apenas si correteaban y la nube se extrañaba de no escuchar sus
alegres ladridos asustando a las otras figuras.
Andrés se apenó mucho
al verlos así y se dispuso a ayudarlos. Al conocer el deseo de sus amigos no
supo qué hacer. No podía alargar la hoja y el cuaderno se había terminado. Probó
a pegar con goma un pedazo de hoja al final de la página. Después dibujó más
olas. Garabato y Amiga salieron a pasear en barco, pero el agua de mar despegó
el trozo del dibujo y estuvieron a punto de naufragar.
Pensó en llevarlos a
navegar al río pero la corriente podría arrastrarlos lejos y ¡sentiría tanto
separarse de Amiga y Garabato! Andrés estaba preocupado. Esa noche soñó que
andaba volando con los perritos.
Por fin decidió algo.
Salió al patio con su cuaderno para dibujar. Andrés se reían contento, sin
importarle que la lluvia cayera y mojara su cara. Cuando el agua llegó hasta
donde estaba el cuaderno, el niño había tenido tiempo para dibujarse en la hoja
y los tres: Garabato, Amiga y él, se alejaron a bordo de Velero por el canal
que formaba la lluvia junto a la calle.
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