viernes, 6 de abril de 2012

TALIA QUIERE CAMBIAR EL MUNDO: PROBLEMAS CON LA LENGUA


(Tomado de artelista.com)

¡Qué aburrido este domingo! Claro, porque no fui a casa de mi abuela. Ella es pintora y me enseña a dibujar. Bueno, trata de enseñarme, porque es difícil y siempre quiero hacer las cosas a mi manera. Me pone un delantal para que no me ensucie la ropa y parece que estoy jugando a los cocinaditos: ligo los colores y siempre me salen distintos. Cuando es lindo, abuela se toca los espejuelos y le digo cómo lo hice y entonces, lo usa y le pone mi nombre. Por eso cuando los otros preguntan:

—¿Qué color es este, Rita?
 Ella responde que es azul-Talía, o el que sea. Ah, y he descubierto muchos colores así. Menos los oscuros. Los encuentro tristes. Cuando se lo digo, ella responde que no siempre, porque mi pelo es alegre y es negro. Debe ser porque no me gusta peinarme y siempre está alborotado: cada pelo por su rumbo. Tampoco me lo amarro, pues todo debe estar libre, hasta el pelo. Como mamá dice siempre que el ejemplo empieza por casa, lo dejo así, porque mi pelo es parte de mi casa.
Hoy es un domingo aburrido. Ha venido a casa Carmen, una amiga de mamá que está en Italia. Eso parece que es lejos de aquí, ya que nada más viene cuando se acaba el curso en aquel país. Es maestra en una universidad.
—Talía, hija, trae las fotos de tu cumpleaños —me pide mami.
Esta es la parte donde mi mamá hace los cuentos de todo lo que pasó mientras Carmen estaba lejos. Cuando traigo las fotos puedo oír lo que dice la profesora. Me asusto. Ha dicho, lo he oído muy bien, algo de las lenguas muertas. ¡Mi madre! ¿Qué puede ser una lengua muerta? Será la lengua de un muerto. Pero ella dijo las. Eso quiere decir más de una. Salgo rápido de allí y vuelvo al comedor, donde estoy dibujando. Pero estoy asustada, y curiosa. ¿Habrá habido algún desastre en aquel país para que haya muchas lenguas muertas? No lo sé. Hace poco vi por televisión terremotos, volcanes en erupción y guerras. Pero no en el país donde está Carmen. Eso se lo preguntaré a mi mamá.
Comemos juntas y luego jugamos un rato a las damas chinas. En eso llega el esposo de Carmen, muy apurado. Que si tienen un compromiso con los padres de él, que ya es muy tarde, y todo lo dice tocándome el pelo, aunque yo me cambio de aquí para allá, a ver si no me alcanza, pero qué va. Parece un pulpo. Al fin se van. Espero estar sola con mami para preguntarle por las lenguas muertas.
Ella levanta la ceja derecha, lo que quiere decir que está sorprendida, y sonríe.
—Talía, eso no quiere decir muerta como los muertos, sino que ya no se usa. Vamos a dormir, que estoy muy cansada y mañana nos levantaremos temprano.
Si mi mamá piensa que con esa respuesta he quedado tranquila se equivoca. Ahora es peor. ¿Cuando no se usa la lengua, muere? ¿Qué debo hacer para que mi lengua no se muera? Cuando uno habla, la lengua se mueve, y también al comer o tomar algo. Pero no se puede estar bebiendo, comiendo y hablando siempre. ¿Cuál será el tiempo que la lengua aguanta sin usarse para no ser una lengua muerta? ¡Qué va! ¡Tremendo problema que se me ha presentado ahora! Además, ya es tarde para llamar a la abuela, porque ella duerme con las gallinas. No tengo más remedio que esperar a mañana. Me acuesto, pero no puedo dormir. Por si acaso, no dejo tranquila mi lengua. La paso por los dientes de arriba, por fuera, por dentro, después por las muelas, abajo, y doy golpecitos con ella en la boca. Lo importante es no dejar de usarla. Canto bajito y ya tengo mucho sueño, así que…
Despierto de pronto. ¡Me dormí! Corro al espejo y saco la lengua. ¡Menos mal! Todavía está viva. No puedo esperar para preguntarle a mami cuánto tiempo demora en morirse, si no se usa. En este momento ella entra y me ve haciendo piruetas con la lengua.
—Talía, ¿se nos hace tarde, y tú te entretienes sacándole la lengua al espejo?
¿Qué sabrá ella de mi preocupación por no dejar morir mi lengua?, me pregunto en silencio, guardándola dentro de mi boca.
—No le saco la lengua al espejo —respondo—. Hago ejercicios con ella para que se mantenga viva. ¿O prefieres que después la mía esté entre todas esas lenguas muertas de las que habla tu amiga Carmen?
Casi no oye el final de lo que digo ya que empieza a reírse ¡de una manera! Si fuera por ella, mañana mismo pudiera dedicarme a ser payasa del circo, porque se dobla de la risa y no puede parar.
—¿Qué es lo gracioso? —le pregunto—. Más bien es triste que trate de salvar a mi lengua de la muerte y eso te parezca cómico — le digo un poco, o mejor, bastante brava.
Ella deja de reírse y responde:
—Conociéndote como te conozco, debí explicarte mejor anoche, Talía —y me explica—: una lengua muerta es un idioma que deja de usarse por las personas. Mira, para que entiendas, una lengua muerta es el latín, que se usaba en la antigüedad, pero ahora solo se utilizan algunas palabras y no siempre.
Como ve que sigo moviendo la lengua dentro de la boca cerrada, dice:
—Puedes dejar tu lengua tranquila, que no va a morirse.
La miro y, aunque no comprendo bien lo que me explica, entiendo que no tengo que hacer ejercicios con mi lengua para que siga viva. Hace un gesto para que me apure y aprovecho para volver al espejo. La saco de nuevo: se ve rosadita y parece estar bien.
—Ya sabes — le digo en voz alta a mi lengua—, que estás viva pero, por si acaso, no voy a dejarte de usar hoy en ningún momento. De verdad, yo no sé qué haría si mi lengua se convierte en una lengua muerta.

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