Si alguien me
preguntara cuándo leí por primera vez a Benedetti no podría decirle. Creo que
sus poemas son información genética con la que vine a esta vida y, si es cierta
la reencarnación, quisiera que se mantuviera en mis genes durante todas las
vidas de mi eternidad. Per secula seculorum.
Solo me sucede
con algunos poetas y puedo citar, además de Benedetti, a Martí, Villena, Lorca, Roque Dalton,
Neruda, Vallejo y Cardenal. Pudieran parecer muchos, pero no lo son, teniendo
en cuenta la cantidad enorme de poetas que leo, admiro y disfruto.
Pero es que
Benedetti habla con nuestra propia voz el sentimiento que nombramos, la pena o
la felicidad que gritamos o las inquietudes mínimas o tremendas que murmuramos.
Recuerdo mis
años adolescentes y cómo mi generación vibró con su Padrenuestro Latinoamericano,
porque nos hizo ver que nos debían «como
un siglo de insomnios y garrote/ como tres mil kilómetros de injurias/ como
veinte medallas a Somoza/ como una sola Guatemala muerta» … y no nos dejaste
«caer en la tentación de olvidar o vender este pasado/ o arrendar una sola
hectárea de su olvido…», lo cual me hace recordar ahora la tremenda declamación
que hacía Carlos Ruiz de la Tejera y esa imagen de Dios entre golondrinas y
misiles nos parecía algo de otro mundo (y lo era realmente, una impactante imagen);
me acuerdo de cómo nos enamorábamos furtivamente, usando el santo y seña de sus
versos, aprendiendo la táctica y estrategia que querríamos aplicar en nuestras
vidas de muchachos que teníamos todo el mundo en la mirada y los sueños
navegando sangre adentro, con cada palabra de esos poemas, leída o escuchada en
aquellos casettes que nos prestábamos tan cómplices como ese amor, el que
confesabas con orgullo por su origen, «porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/
y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos…» Y entonces tus poemas
fueron el conjuro contra la mala jornada, y amamos por aquello de «tu mirada/
que mira y siembra futuro».
Cuando
descubrir un libro suyo era una fiesta no podíamos saber qué tan grande era
aquel escritor cuya voz gangosa nos hechizaba cuando decía sus poemas y lo
veíamos de pasada en la televisión o en aquellos inolvidables noticieros
latinoamericanos de Santiago Álvarez, de gloriosa memoria cinematográfica. Y
quedarnos petrificados, anhelantes y delirantemente fascinados cuando mi profe
de Literatura del Pre nos leía aquellos fragmentos de La tregua, deseando que
cuando el enamorado de turno nos hablara por la noche, en el pasillo central,
dijera algo parecido a aquello de «…es muy posible que lo que le voy a decir le
parezca una locura. Si es así, me lo dice nomás. Pero no quiero andar con
rodeos: creo que estoy enamorado de usted». ¡Dios! Benedetti reinventó el amor
con su poesía, poetizó la denuncia social, llenó de ternura la civilidad y
desbordó de encanto lo cotidiano y aparentemente instrascendente. Sus poemas
eran coloquiales sin dejar de impresionar por su hondo lirismo y delicado tono.
La palabra era en sus versos arcilla, luz, espejo…
Nos dejó una
obra extensa. Publicó en 1945 su primer libro de poemas La víspera indeleble,
el cual no se volvería a publicar otra vez. Tres años más tarde publica
Peripecia y novela (ensayo) y en 1949 su primer libro de cuentos Esta mañana.
En su literatura encontramos todos los géneros, incluyendo canciones, llegando
a publicar más de setenta obras. Dentro de ellas ocupan un lugar destacado sus
novelas Gracias por el fuego, La tregua y Primavera con una esquina rota, sus
numerosas recopilaciones poéticas y su volumen de cuentos Montevideanos.
Su obra más
publicada y conocida es La tregua (1960), la cual tuvo más de cien ediciones,
se ha traducido a diecinueve idiomas y se ha llevado en dos ocasiones al cine
(una versión argentina y otra mexicana), al teatro y la televisión.
Se puso del
lado de los desposeídos y sufrió el exilio de su natal Uruguay, el cual
abandonó en 1973 y permaneció exiliado por doce años. Vivió durante ese tiempo
en Argentina, Perú, Cuba y España, período que dejó huellas profundas en su
vida y en su obra y durante el cual estuvo separado de su amada Luz, ya que ella
permaneció en Uruguay cuidando de las madres de ambos.
Hace noventa y
cinco años que nació en Paso de los Toros, Uruguay y fue ciudadano de
Latinoamérica. Supo, definitivamente, ganarnos con su estrategia y hacerse
necesario. Recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999 y el
Premio Iberoamericano José Martí en 2001.
Y ahora le
agradecemos por el fuego de su palabra, nos persuade con su alegría, con esa
pasión por su Luz, que duró sesenta años, hasta que la amada se apagó
calladamente para vivir por siempre en su poesía.
Tiremos
piedritas en su ventana, la que dejó entreabierta, por donde asoman, leales,
los recuerdos de su voz, las señales, pero hagamos un trato/ yo quisiera contar
con usted /es tan lindo saber que usted existe/ uno se siente vivo y puede
mirar a la noche de frente, sin parpadear, y recoger poemas en la yerba, vestir
de palabras el amor como si fuera un manto suave de luz, besar las sombras de
la luna para seguir el viaje al infinito mundo en el que habita esta poesía silvestre:
su palabra.
Algunos de sus
poemas
PIEDRITAS EN LA VENTANA
De vez en
cuando la alegría
tira piedritas
contra mi ventana
quiere
avisarme que está ahí esperando
pero me siento
calmo
casi diría
ecuánime
voy a guardar
la angustia en un escondite
y luego a
tenderme cara al techo
que es una
posición gallarda y cómoda
para filtrar
noticias y creerlas
quién sabe
dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi
historia va a ser computada
quién sabe qué
consejos voy a inventar aún
y qué atajo
hallaré para no seguirlos
está bien no
jugaré al desahucio
no tatuaré el
recuerdo con olvidos
mucho queda
por decir y callar
y también
quedan uvas para llenar la boca
está bien me
doy por persuadido
que la alegría
no tire más piedritas
abriré la
ventana
abriré la
ventana.
ENTRE SIEMPRE Y JAMÁS
Entre siempre y jamás
el rumbo el mundo oscilan
y ya que amor y odio
nos vuelven categóricos
pongamos etiquetas
de rutina y tanteo
-jamás volveré a verte
-unidos para siempre
-no morirán jamás
-siempre y cuando me admitan
-jamás de los jamases
-(y hasta la fe dialéctica
de) por siempre jamás
-etcétera etcétera
de acuerdo
pero en tanto
que un siempre abre un futuro
y un jamás se hace un abismo
mi siempre puede ser
jamás de otros tantos
siempre es una meseta
con borde con final
jamás es una oscura
caverna de imposibles
y sin embargo a veces
nos ayuda un indicio
que cada siempre lleva
su hueso de jamás
que los jamases tienen
arrebatos de siempres
así
incansablemente
insobornablemente
entre siempre y jamás
fluye la vida insomne
pasan los grandes ojos
abiertos de la vida.
el rumbo el mundo oscilan
y ya que amor y odio
nos vuelven categóricos
pongamos etiquetas
de rutina y tanteo
-jamás volveré a verte
-unidos para siempre
-no morirán jamás
-siempre y cuando me admitan
-jamás de los jamases
-(y hasta la fe dialéctica
de) por siempre jamás
-etcétera etcétera
de acuerdo
pero en tanto
que un siempre abre un futuro
y un jamás se hace un abismo
mi siempre puede ser
jamás de otros tantos
siempre es una meseta
con borde con final
jamás es una oscura
caverna de imposibles
y sin embargo a veces
nos ayuda un indicio
que cada siempre lleva
su hueso de jamás
que los jamases tienen
arrebatos de siempres
así
incansablemente
insobornablemente
entre siempre y jamás
fluye la vida insomne
pasan los grandes ojos
abiertos de la vida.
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