El Quijote de Gustave Doré |
Un 29 de septiembre de 1547 nació Miguel de
Cervantes y Saavedra, que el Don lo adquiriría mucho después, gracias a su
talento y a esa pluma excelsa que lo hizo el padre del castellano, su más
grande escritor y el fundador de la novela moderna con ese monumento literario
que es El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha.
Quiso la fortuna, el
destino, o ambos al mismo tiempo, que naciera Cervantes en un día como hoy del
mencionado año en Alcalá de Henares, dato que se mantuvo un tiempo en suspenso
y fue objeto de comprobación e investigación pertinaz.
Sus padres se llamaron
Rodrigo de Cervantes y su madre Leonor de Cortinas, viviendo de los ingresos
del jefe de familia, modesto médico español.
Cuando tenía cuatro
años de edad su familia se mudó a Valladolid, apremiada por su situación
económica precaria, tratando de encontrar mejora en la corte y donde inició sus
estudios el joven Miguel, probablemente en un colegio de jesuitas. A partir de
ahí se mudaron de residencia muchas veces y siempre padeciendo miseria.
Habiéndose marchado de
España e instalado en Roma, participa en la batalla de Lepanto, combate naval
contra los turcos que librara la milicia de Roma y donde perdió la movilidad de
su mano izquierda, a consecuencia de un disparo de arcabuz y que le valió el
sobrenombre de manco de Lepanto.
Padeció la esclavitud
en Argel, con su hermano Rodrigo, durante cinco años. Regresó a su país para
encontrar a su familia padeciendo terribles penurias, se casó y un año después
publicó su novela La Galatea. Obtuvo un puesto de comisario de abastos en la
Armada Invencible y luego otro de recaudador de impuestos por el que fue a dar
a la cárcel en Sevilla por quebrar el banquero donde depositaba grandes sumas
de dinero. Tal pareciera que la miseria y la fatalidad fueran las constantes de
su vida.
No conoció en vida la
bonanza económica. Trató de escribir comedias y por coincidir en el tiempo con
Lope de Vega, dueño y señor de la escena española, desistió de este empeño
luego de escribir La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, las cuales obtuvieron un relativo
éxito. Abandonó la escritura de comedias y solo la retomó al final de su vida.
En estos años de
padecimiento, de muerte de su madre y por fin, su retorno a Madrid, se supone
que haya comenzado a escribir su Quijote. En 1605 fue publicada la primera
parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha, obra que tuvo un éxito literario inmediato, que no se reflejó
en el aspecto económico, pues su autor continuó padeciendo estrecheces.
La publicación del
Quijote dio a Cervantes la oportunidad de publicar sus otras obras: Novelas ejemplares, Viaje del Parnaso y
sus Comedias y entremeses.
Enfermo y pobre,
escribió Ocho comedias y ocho
entremeses nuevos nunca representados (1615), además de terminar la
segunda parte del Quijote, que aparecería en el curso del mismo año bajo el
título El
ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
Estaba concluyendo en
1616 su novela de aventuras y el 19 de abril recibió la extremaunción, para
escribir al día siguiente la dedicatoria al conde de Lemos, la que se considera
exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me
dieron la extremaunción y hoy escribo esta; el tiempo es breve, las ansias
crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo
que tengo de vivir...».
Así moriría luego el 23 de abril de 1616, día que se
reconoce, en su honor, como Día del Libro y del Idioma.
Su novela es considerada la obra más
importante de la literatura española y universal, es la más publicada y
traducida después de la Biblia, según algunas referencias. Además, encabeza la
lista de las cien mejores obras literarias de todos los tiempos.
¿Qué decir de sus
personajes Don Quijote y Sancho Panza, más allá de los significados que tiene
la obra como novela cumbre de la lengua? Que construyó con palabras el
paradigma de la justicia, que la sátira de las novelas de caballería y su
caballero andante, loco e ingenuo, devino en arquetipo de soñador, defensor de
las causas justas e imposibles, utopía del ser humano noble y puro. Sancho, su
devoto protector, el enlace entre el sueño y la realidad, la cordura amable e
ignorante que sabe valorar y proteger los sueños de la maldad y los descreídos
oportunistas. Siempre, sin excepción, confundo al Quijote con Cervantes, los llevo unidos en mi imagen mental y mi visión del genial escritor. Cervantes es mi Quijote.
Vale citar entonces las
palabras que, según se cuentan, hubo de decirles un embajador francés que
indagaba por su persona ante el censor Márques Torres, cuando este le dijo que
Cervantes era "viejo, soldado, hidalgo y pobre" se
asombraron de que España no lo mantuviera a costa del erario público, a lo cual
dijeron:
«Si la necesidad le ha
de obligar a escribir, plugue a Dios que nunca tenga abundancia, para que con
sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo».
Y fueron proféticas
esas palabras, porque ese Quijote, donde la ficción y realidad se funden; en la
que los principios de ese hidalgo son ante todo, el honor, la fidelidad y la
defensa de los más desvalidos; apenas se distingue entre la razón y la locura,
pero profundamente humana y altruista, nos ha hecho inmensamente ricos, a
nuestro idioma, a nuestra literatura y a todo el que la lee, que jamás vuelve a
ser quien era antes de conocer a este dulce caballero de la triste figura.
El Quijote de 23, en La Habana |
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