martes, 29 de septiembre de 2015

DON MIGUEL DE CERVANTES Y SAAVEDRA: EL MÁS NOBLE DE LOS CABALLEROS

El Quijote de Gustave Doré

Un 29 de septiembre de 1547 nació Miguel de Cervantes y Saavedra, que el Don lo adquiriría mucho después, gracias a su talento y a esa pluma excelsa que lo hizo el padre del castellano, su más grande escritor y el fundador de la novela moderna con ese monumento literario que es El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Quiso la fortuna, el destino, o ambos al mismo tiempo, que naciera Cervantes en un día como hoy del mencionado año en Alcalá de Henares, dato que se mantuvo un tiempo en suspenso y fue objeto de comprobación e investigación pertinaz.
Sus padres se llamaron Rodrigo de Cervantes y su madre Leonor de Cortinas, viviendo de los ingresos del jefe de familia, modesto médico español.
Cuando tenía cuatro años de edad su familia se mudó a Valladolid, apremiada por su situación económica precaria, tratando de encontrar mejora en la corte y donde inició sus estudios el joven Miguel, probablemente en un colegio de jesuitas. A partir de ahí se mudaron de residencia muchas veces y siempre padeciendo miseria.
Habiéndose marchado de España e instalado en Roma, participa en la batalla de Lepanto, combate naval contra los turcos que librara la milicia de Roma y donde perdió la movilidad de su mano izquierda, a consecuencia de un disparo de arcabuz y que le valió el sobrenombre de manco de Lepanto.
Padeció la esclavitud en Argel, con su hermano Rodrigo, durante cinco años. Regresó a su país para encontrar a su familia padeciendo terribles penurias, se casó y un año después publicó su novela La Galatea. Obtuvo un puesto de comisario de abastos en la Armada Invencible y luego otro de recaudador de impuestos por el que fue a dar a la cárcel en Sevilla por quebrar el banquero donde depositaba grandes sumas de dinero. Tal pareciera que la miseria y la fatalidad fueran las constantes de su vida.
No conoció en vida la bonanza económica. Trató de escribir comedias y por coincidir en el tiempo con Lope de Vega, dueño y señor de la escena española, desistió de este empeño luego de escribir La comedia de la confusión y Tratado de Constantinopla y muerte de Selim, las cuales obtuvieron un relativo éxito. Abandonó la escritura de comedias y solo la retomó al final de su vida.
En estos años de padecimiento, de muerte de su madre y por fin, su retorno a Madrid, se supone que haya comenzado a escribir su Quijote. En 1605 fue publicada la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra que tuvo un éxito literario inmediato, que no se reflejó en el aspecto económico, pues su autor continuó padeciendo estrecheces.
La publicación del Quijote dio a Cervantes la oportunidad de publicar sus otras obras: Novelas ejemplares, Viaje del Parnaso y sus Comedias y entremeses.
Enfermo y pobre, escribió  Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), además de terminar la segunda parte del Quijote, que aparecería en el curso del mismo año bajo el título El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
Estaba concluyendo en 1616 su novela de aventuras y el 19 de abril recibió la extremaunción, para escribir al día siguiente la dedicatoria al conde de Lemos, la que se considera exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».
Así moriría luego el 23 de abril de 1616, día que se reconoce, en su honor, como Día del Libro y del Idioma.
Su novela es considerada la obra más importante de la literatura española y universal, es la más publicada y traducida después de la Biblia, según algunas referencias. Además, encabeza la lista de las cien mejores obras literarias de todos los tiempos.
¿Qué decir de sus personajes Don Quijote y Sancho Panza, más allá de los significados que tiene la obra como novela cumbre de la lengua? Que construyó con palabras el paradigma de la justicia, que la sátira de las novelas de caballería y su caballero andante, loco e ingenuo, devino en arquetipo de soñador, defensor de las causas justas e imposibles, utopía del ser humano noble y puro. Sancho, su devoto protector, el enlace entre el sueño y la realidad, la cordura amable e ignorante que sabe valorar y proteger los sueños de la maldad y los descreídos oportunistas. Siempre, sin excepción, confundo al Quijote con Cervantes, los llevo unidos en mi imagen mental y mi visión del genial escritor. Cervantes es mi Quijote.
Vale citar entonces las palabras que, según se cuentan, hubo de decirles un embajador francés que indagaba por su persona ante el censor Márques Torres, cuando este le dijo que Cervantes era "viejo, soldado, hidalgo y pobre" se asombraron de que España no lo mantuviera a costa del erario público, a lo cual dijeron:
«Si la necesidad le ha de obligar a escribir, plugue a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo».
Y fueron proféticas esas palabras, porque ese Quijote, donde la ficción y realidad se funden; en la que los principios de ese hidalgo son ante todo, el honor, la fidelidad y la defensa de los más desvalidos; apenas se distingue entre la razón y la locura, pero profundamente humana y altruista, nos ha hecho inmensamente ricos, a nuestro idioma, a nuestra literatura y a todo el que la lee, que jamás vuelve a ser quien era antes de conocer a este dulce caballero de la triste figura.

El Quijote de 23, en La Habana

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