Más allá del origen de celebrar el 17 de mayo el Día
del Campesino en Cuba y que casi todos (los cubanos, claro) sabemos que la
fecha fue instituida por haberse firmado ese día del año 1959 la Primera Ley de
Reforma Agraria, quiero referirme al término y sus implicaciones en la vida
cotidiana, a partir de un comentario y solicitud que me hiciera hoy un amigo,
contándome una anécdota jocosa que también contaré más adelante.
En nuestro país se les llama a los campesinos o
personas que trabajan o viven en el campo, guajiros. Sobre el origen de ese
apelativo existen varias versiones, entre las que se cuenta incluso que nació
de la frase inglesa war hero, dicha
por los soldados norteamericanos que participaron en la intervención a Cuba una
vez terminada la guerra de independencia y que frustró los ideales mambises
quienes, en buena lid y con mucho coraje, habían ganado la guerra a los
españoles. Sin embargo, estudiosos del tema demuestran que ese tratamiento es
anterior a 1898 y no puede atribuirse el surgimiento del término a la
onomatopeya de la tal frase. Por otra parte, en el Diccionario de la que “limpia,
fija y da esplendor” (Real Academia de la Lengua Española) aparecen dos formas,
cada una con varias acepciones, refiriéndose la primera a Cuba y la segunda a
Colombia. Veamos lo que aparece en el DRAE:
guajiro1, ra.
(Del arahuaco antillano guajiro, señor, hombre poderoso).
1. m. y f.Cuba. Persona que vive y trabaja en el campo o
que procede de una zona rural.
2. m
y f..coloq. Cuba. Persona de modales rústicos.
3. m.
y f..coloq. Cuba. Persona tímida.
4.f.Canto popular cubano de tema campesino.
Como puede verse, y como también en su momento le
dieron otros significados Antonio Bachiller y Morales y hasta el mismísimo Fray
Bartolomé de las Casas, parece que el origen más aceptado es que su procedencia
es aborigen.
Leyendo la acepción, es cierto que en Cuba a las
personas que son tímidas o penosas se les llama guajiros, usando frases tales
como “pareces un guajiro(a)”, “él (ella) es un poco guajiro (a)”, etc. Todo,
por supuesto, partiendo del hecho de que las personas del campo al llegar a las
ciudades se mostraban cohibidos, fuera de su medio natural y su forma de vestir
y hablar eran diferentes a las de las personas de la ciudad. A pesar de los años
transcurridos y que los otrora pueblos de campo se fueron transformando,
siempre queda algo que diferencia a los citadinos de las personas que viven en
pueblos de campo, bateyes o montañas. Un algo que para nada creo que haga desmerecer
a las personas que viven fuera de la capital de Cuba.
Mi familia es de un pueblo de campo, mi hermano mayor
y yo nacimos en él, Yaguajay. Un pueblo con nombre aborigen también, en la
costa norte del centro del país, encantador, cuna de leyendas y de muchos
escritores y artistas cubanos. Lugar mágico al cual nos encantaba ir a mis
hermanos y a mí en las vacaciones escolares porque visitábamos cuevas, nos
bañábamos en las famosas pozas Valdés, en un agua helada, y correteábamos por
los potreros, comiendo frutas de los árboles silvestres. Y a Meneses, en
aquellas guarandingas que corrían por el filo del abismo debajo de las lomas y
me hacían cerrar los ojos de miedo, o a Seibabo, en el viejo Gas car que salía
de un paradero muy cerquita de la casa de mi abuela. Esa casa de madera con su
zaguán tan fresco y su terraza que daba a aquel patio donde jugamos, trepamos a
los árboles, o corríamos a la panadería colindante cuando sentíamos el olor del
pan recién horneado para comerlo así caliente, acabadito de hacer. Pero hasta
hoy, cuando uno dice que es de una provincia que no es La Habana, hay personas
que hablan en tono de burla.
Pienso que eso solo puede deberse a prejuicios
ancestrales. De hecho, como viví 15 años en Cienfuegos, esa hermosa ciudad del
centro sur de Cuba, muchos piensan que soy cienfueguera y no espirituana.
Porque así se llama la provincia actual a la que pertenece Yaguajay: Sancti
Spiritus, o ciudad del Espírito Santo. Lo que antes era la enorme provincia de
Las Villas en el corazón de Cuba, se dividió en tres pedazos: Villa Clara,
Cienfuegos y Sancti Spiritus.
Hoy temprano Noemí compartió en Facebook la canción de
Polo Montañéz “Guajiro Natural”, con la cual anunciara ese popular cantante su
orgullo por ser guajiro. Y sí, un orgullo legítimo, porque más allá de cualquier
valoración sociológica, los guajiros son personas más auténticas y sanas en su
comportamiento que los citadinos, que viven normalmente en el ajetreo y
bullicio de la urbe, que los va despojando de ese cordón umbilical que nos une
a la madre Tierra. Son celosos guardianes de sus tradiciones, sus leyendas, sus
costumbres y también, por qué no decirlo, muchas veces malos hábitos a los ojos
“civilizados” de quienes los miren.
En mis años de secundaria recuerdo cuando íbamos a las
escuelas al campo, lo cual es cierto que suponía un trastorno para nuestras
familias, que en medio de la escasez nos llevaban los dulces o comidas que reservaban
para “los niños” que estaban pasando trabajo y hambre. Recuerdo que, por alguna
misteriosa razón, la leche que cocinaban en las cazuelas enormes se ahumaba y
nosotros no desayunábamos, y la sopa era aguada…y tantos otros y. Pero recuerdo
cómo aquellos estudiantes habaneros (pues mis padres se fueron a vivir a La Habana
cuando yo nací) les gritaban a las personas de los pueblos de Guira, Alquízar o
Batabanó “guachos”, una desviación vulgar de guajiro que se usaba en tono
despectivo. Y me daba dolor ver cómo muchos de ellos sonreían y saludaban,
porque no lo entendían como un insulto. Aquello me apretaba el pecho y solo dos
o tres protestábamos y discutíamos con los “civilizados muchachos citadinos”
que se burlaban de esa absurda manera.Sin embargo, había que ver la dulzura con
la que los campesinos que nos servían de guías en las labores agrícolas, nos
cuidaban, nos enseñaban y mimaban, trayéndonos frutas y chucherías, porque
muchas hasta lloraban por estar lejos de su casa.
Entonces todo eso me vino de golpe a la mente hoy
cuando Pino me pidió que escribiera algo sobre el Día del Campesino y me
comentaba que en este día, quienes trabajaban en la fábrica de Fertilizantes,
mortificaban a Minervino felicitándolo, aludiendo a que era un guajiro, y él se
molestaba, claro. Entonces yo, que en aquel tiempo no lo supe y me vine a
enterar por Facebook de la anécdota, pensé que sería bueno referirse a que los
guajiros, los verdaderos y no los especuladores de la tierra, merecen el
respeto de una vida entregada a uno de los trabajos más difíciles que hay,
madrugando antes del amanecer y acostándose apenas anochece, agotados por la
faena del día. Esos que hicieron que Cuba sea conocida en el mundo por su buen
tabaco y café, sus cítricos, la caña de azúcar… que crían animales y plantan y
recogen las cosechas que luego permiten que podamos alimentarnos.
Nunca olvidaré que cuando mi hijo Alejandro hizo
alergia al huevo, su padre salió a buscar (por indicación médica) leche de
chiva. Y todos los días, hasta que tuvo 3 años, las chivas de Neno alimentaron a
mi hijo. De grande él íbamos a verlos a él y a Nena, su esposa, dos excelentes
personas que nos colmaban de atenciones, porque hasta nos mandaba recados para
que le lleváramos “al chivito” porque tenía deseos de verlo.
Creo que todavía trabaja en el campo y debe tener más
de 80 años. Jamás nos quiso cobrar por esa leche, porque él decía que era una
medicina. Y yo lo miraba, viejo y encorvadito, cómo recogía las reses y
trancaba las cercas. Todavía me manda saludos a través de una amiga de Facebook
que es vecina de su sobrina.
Entonces volvemos al principio, al significado de
guajiro, pero no creo que sean héroes de la guerra, sino héroes de la paz y del
amor, que viven en comunión con la naturaleza y que tienen muchas lecciones
para darnos. No creo que sea mejor hoy que los niños den vueltas en esos
carricoches de acero inventados por los listos para ganar dinero en vez de
galopar a lomo de un caballo. Sé que la vida cambia, que las capitales y las
ciudades grandes son centros administrativos, financieros y jurisdiccionales
que se encargan de las tareas de desgobernar los países, pero allí en el campo,
con los guajiros, es donde verdaderamente la vida florece, aunque marque el
reloj invierno y treinta.
Mi modesto homenaje y admiración por las mujeres y
hombres del campo, por los guajiros de mi patria, quienes atesoran, como “una
joya blanda y pura” su corazón de niños. No necesito buscar más que en el
diccionario de los días para saber que guajiro es una palabra que significa
vida y amor.
5 comentarios:
Muchas Gracias por el relato. Omitió que nació en casa con piso de tierra. Salud
Anónimo, no es así. La casa de mi abuela tenía unos mosaicos que aún no olvido. Los vi en otras casas de la época. Era de madera, antigua... pero bella y muy grade. No sé si existirán fotos de ella.
Linda y real crónica de nuestros guajiros; tú, ell@s, yo. Cómo siempre espirituana-cienfueguera, sabes encontrar la nota más sensible en la música de nuestro corazón. Cómo sembraste de amores y letras a la ", ciudad que más me gusta a mi".
El piso de la casa donde nació la escritora era de mosaico de un verde tierno precioso, orgullo de su tío, mi padre, que siempre lo recordó con mucho cariño, la casa era inmensa y fresca,
siempre te daban ganas de volver.
Así es, Tere. Iba a etiquetarte, pero no me dejó poner tu nombre o el de Iliana. Una bellísima casa que está siempre en mis recuerdos, con aquel patio inmenso, lleno de sombra. Inolvidables recuerdos.
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