En este año que entra en su última etapa
o trimestre dentro de unos días, hoy está el universo celebrando la llegada de
una nueva estación a cada hemisferio. En el sur, arriba la primavera con su
fiesta de colores; en el norte, recibimos al otoño, y de alguna manera lo
asociamos al lento vagar de las hojas que los vientos cargados de polvo hacen
volar en una pálida y translúcida sucesión que evoca las bandadas de pájaros
que emigran a regiones más cálidas.
La naturaleza, en su inmediata y
acogedora morada, está cargada de símbolos vitales asociados a la vida humana,
siendo como somos, organismos vivos y naturales que nos debemos a ella y gracias
a ella existimos. Cada una de las estaciones del año, desde la Antigüedad, ha
sido identificada o asociada por el hombre a un significado emblemático. Así,
como la primavera es renacer y esplendor, el verano es el estallido de la
plenitud, el otoño es el marchitar y el ocaso que da paso a la oscuridad del
invierno quien, a pesar de eso, tiene la connotación positiva de que termina el
ciclo y trae consigo la semilla de la nueva primavera.
Cada pueblo celebra ritos asociados a
cada ciclo vital. Siempre me remito a los celtas por la increíble sabiduría que
atesoraron, en el caso de las civilizaciones occidentales, que puede deberse,
entre otros factores, a su interminable andar y exploración de su mundo.
Como siempre, al llegar una fecha de
especial connotación, he buscado en varios sitios acerca de su significado, de
la interpretación.
Algunos le atribuyen el sentido exacto de
l ciclo de la muerte, otros hablan de abandono de la piel vieja y el comienzo
de la fabricación de la nueva envoltura cósmica. He encontrado en un
interesante sitio que no conocía, una reflexión sobre el equinoccio y el
equilibrio entre luces y sombras. También he encontrado allí una valiosa
recomendación sobre como asumir este paso al otoño y una información que
desconocía sobre la llamada Biblia de la acupuntura y que reproduzco aquí,
agradeciendo al sitio que nombro al pie de este texto (1).
«En la llamada "Biblia de
la acupuntura", el Clásico interior
del emperador amarillo (Huangdi Neijing) se explica que el ser
humano debe adaptarse a las diferentes estaciones puesto que cada una de ellas
tiene diferentes cualidades; particularmente, entre menos sol hay en la
naturaleza es menor la energía vital (qi) a la que tiene acceso el hombre. Se desprenden de aquí
los siguientes hábitos preventivos, según la estación del año:
-En invierno se debe acostar
temprano y levantarse tarde. Esto es especialmente importante para cuidar el
riñón.
-En primavera uno debe acostarse
tarde y levantarse temprano. En esta temporada el cuidado especial es sobre la
energía del hígado.
-En verano uno se debe acostar tarde
y levantarse temprano. Aquí hay que cuidar el corazón.
-En otoño se debe acostarse temprano
y levantarse temprano. Aquí se cuida la energía pulmonar.
El sentido esencial de los equinoccios
y los solsticios es entender que vivimos penetrados por los ritmos del cosmos,
y que cada momento es especial y tiene una particular energía. Aprender a vivir
en armonía con los patrones energéticos de la naturaleza, reflejando
límpidamente los proceso celestes, como lo hace la Tierra, es la clave de una
salud integral».
Los lectores habrán de perdonarme
esta digresión tan vasta para llegar al tema del otoño y la poesía. Como todos
los sucesos significativos, las musas le han cantado infinitas veces valiéndose
de infinitas voces que lo han tratado de diversas maneras.
Así, hoy he citado a Paul Verlaine
cuando escribió:
Canción de otoño
Paul Verlaine
Los sollozos más hondos
del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final.
Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré.
Este viento se lleva
el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. |
Lluvia de otoño. Las hortensias se deciden por el azul. (Masaoka Shiki)
Otoño
Salvatore Quasimodo
y someto a tus aguas para beber el cielo,
suave fuga de árboles y abismos.
Áspera pena del nacer
me encuentra unido a ti;
y en ti me quiebro y recobro la salud:
pobre cosa caída
que la tierra recoge.
OTOÑO
Mario Benedetti
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha
Septeto de otoño
EL AMOR ETERNO
(Violonchelo)
EL AMOR ETERNO
(Violonchelo)
Leopoldo Lugones
Deja caer las rosas y los
días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yero,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yero,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.
Canto de otoño
Charles
Baudelaire
I
Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retum
bante sobre el empedrado de los patios.
Todo el invierno va a penetrar en mí ser: cólera,
Odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y
forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Escucho temblando c
ada leño que cae;
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
Bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.
Me parece que, mecido por este chocar monótono,
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.
II
De tu lánguida mirada amo la luz verdosa,
Dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
Valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.
Y sin embargo, ámame, ¡corazón tierno! sé maternal
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
¡Breve tarea! La tumba aguarda; ¡Está ávida!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
Del otoño el destello amarillo y dulce!
Y entonces, para cerrar esta
selección de poemas sobre el otoño, llega José Martí, con su magistral Canto de otoño.
CANTO DE OTOÑO |
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Recomiendo leer:
http://ashamellemagsa33.blogspot.com/2015/09/david-topi-mabon-equinoccio-de-otono-y.html |
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