Para los niños que sufren hambre, frío y hasta
la muerte, en estos tiempos. Para Hans Christian Andersen,
por sus hermosos cuentos, en este Día del Libro Infantil.
Había una vez una niña que soñaba con encontrar un cuento. Y la niña salió
por los caminos y se encontró con El
patico feo al que despreciaban y lo cuidó, hasta que se convirtió en cisne.
Cumplida su tarea siguió andando y descubrió un castillo de cartón donde El soldadito de plomo y la bailarina estaban
condenados a morir en el fuego de una chimenea y fue en busca de La sirenita y desviaron el mar para
salvar a los enamorados.
Entonces se encontraron rodeados de nieve y debieron
buscar a todos los niños del planeta para que, con sus manitas tibias,
impidieran que La reina de las nieves
les volviera el corazón de hielo. Con Gerda y Key siguieron hasta un paraje
encantado donde El trompo y la pelota,
Cinco en una vaina y Los tres
saltarines jugaban a plantar árboles por doquier.
Fue así que la niña comprendió que el camino de la vida está lleno de
cuentos, pero los hay tristes y alegres. Llegaron a la ciudad la noche de
Navidad y encontraron a La vendedora de
fósforos, pequeña que tiritaba de frío y buscaron las más cálidas palabras
y los abrazos más tiernos para salvarla. Y la niña se preguntó cómo podía
existir una princesa a quien le fuera imposible dormir en una cama porque le
molestara un frijol mientras hay niños que mueren de frío en las calles o bajo
las bombas.
Entonces la niña buscó al mejor hacedor de cuentos del mundo para que le contara
el más hermoso: el cuento que hiciera amigos a todos los niños y a todas las
personas, en cada país, con el que pudiera combatirse el frío, el hambre y que
terminara para siempre con las guerras.
Y el hacedor de cuentos estaba en una pequeña ciudad llamada Odense, en el
lejano país de Dinamarca. Recibió a la niña que buscaba un cuento y le contó
sus historias más famosas, muchas de las que ella encontrara en su camino y otras
menos conocidas, pero ella decía cada vez: “Ese no es el cuento que busco, ese
no es… ya lo conozco, y es triste”.
Él le sonrió dulcemente y dijo que había querido contar sobre la vida y había
recorrido el mundo buscando y conociendo, pero en todos los lugares siempre
había visto egoísmo, insensibilidad y pobreza. Que solo en los niños vive la
inocencia y son capaces de soñar y compartir, de hacer amigos y brindar amor.
“¿Sabes?”, le dijo el cuentero, “Ese cuento que buscas se llamará paz y
cuando lo encuentres, la Tierra toda será un lugar lleno de la magia de los
cuentos y de niños que, como tú, salgan cada día a buscarlos y leerlos”.
La niña sonrió, pero siguió escuchando, leyendo y buscando cuentos porque
sabe que, en algún momento, encontrará esa paz que es mucho más que una simple palabra, porque la paz llegará el día en
que los niños y las personas amen y necesiten los cuentos, tanto como se
necesita el aire que respiramos para vivir.
Hans Christian Andersen |
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