No puede negarse que Peruso sabe hacer las cosas. Al otro día, en el patio de la escuela, se va con la pandilla al terreno de pelota. Allí, en la arena del home empieza a dibujar el plan para encontrar la escoba.
Raulín está impresionado. Con una rama, Peruso hace con un rectángulo el apartamento de Lázaro.
─Ahora vamos a ver, por cada lugar, cualquier escondite donde pueda tener tu mamá la escoba, Lazarito ─explica Peruso.
Osvaldo piensa que esto es una exageración.
Osvaldo piensa que esto es una exageración.
─ ¿Para qué hace falta el dibujo? ─pregunta.
La cabeza de Peruso parece decir “¡perdónenlo, no sabe lo que dice!”.Así y todo, se llena de paciencia y le explica.
─Antes de ir a una batalla, los grandes generales siempre estudiaban la táctica a seguir. Hay que tener muy claro el tamaño del terreno enemigo, los accidentes del terreno que se pueden aprovechar para cumplir la misión, y otros detalles. Eso me lo explicó mi abuelo.
─!Ah! Resulta que encontrar la escoba es una operación militar.
Peruso sigue serio.
─Si tú quieres, piensa que es un juego, bobo. Esa escoba es más poderosa que un cañón, seguro. Tú no sabes el poder que da a las brujas. A ver ─se vuelve hacia Lázaro─, ve diciéndome donde hay un armario, alguna puerta que esté prohibido abrir, cualquier cosa.
Van señalando en el plano los posibles escondites de la escoba. Al final, se ponen de acuerdo para revisar la casa el domingo. Lazarito está impaciente, porque faltan cuatro días, pero no hay otra forma: es el día que su mamá va a la peluquería.
Llega el momento esperado y la pandilla está escondida en la escalera. Cuando la mamá de Lázaro sale, suben corriendo. Lazarito les abre.
En el balcón del fondo hay un estante alto, con candado, que él solo no puede abrir. Empujan la mesa de la cocina hasta allí. Lázaro va probando las llaves, hasta que encuentra la del candado. Sacan unos cuantos trastos, un rollo de soga, una lata de pintura y ven, en lo último, una funda de tela. Desamarran el cordel y sacan la funda.
Lazarito está asombrado. ¡Era verdad! Aquí está la escoba, pero se ve vieja, y no es como las que venden en las tiendas.
─Es una escoba de palmiche ─les dice Osvaldo─. En el pueblo de mi abuela hay un viejito que las hace.
─¿Tù crees que sea una escoba de bruja, Peruso? ─pregunta Lázaro.
Peruso duda. No puede estar seguro.
─Pero es muy sospechoso que la tenga así, tan bien guardada, sin usarla para barrer. Por si acaso, yo me la llevo y la guardamos en el garaje de Raulín. Después veremos.
Pasa una semana. El dos de abril la pandilla está preocupada. Lazarito no ha llegado a la escuela. Empiezan a cuchichear.
─Es muy raro ─dice Luis Enrique─. ¿Y si la bruja le ha hecho daño? A lo mejor eso de que el papá de Lazarito está muerto es un cuento. Y nunca vienen los tíos de visita, ni abuelos. ¿La bruja se lo habrá robado a los padres verdaderos?
La maestra los manda a callar.
Peruso está preocupado. ¿De verdad estará pasando algo malo? A la hora del receso se escapan de la escuela y van a buscar a Lázaro. Silban desde abajo.
Oyen cómo se abre la puerta y unos pasos en la escalera. Es Lázaro. En la cara se ve que estuvo llorando.
─Raulìn, tráeme rápido la escoba ─pide con voz ronca.
Raulín mira a Peruso y sale corriendo, sin esperar respuesta.
─ ¿Qué pasa? ─le pregunta Peruso.
─Mi papá no está muerto ─responde Lázaro.
Los amigos cambian miradas.
─Se fue de la casa cuando yo nací ─aclara él.
─ ¿Y la escoba? ─pregunta Osvaldo.
─Es un regalo de la abuela de mi mamá. El único recuerdo de ella que le queda.
En eso se asoma la mamá de Lazarito. Tiene los ojos hinchados y rojos, como si tuviera alergia. Él sube para su casa.
En eso se asoma la mamá de Lazarito. Tiene los ojos hinchados y rojos, como si tuviera alergia. Él sube para su casa.
Enseguida empiezan las opiniones y las preguntas. Que si las brujas no se enferman, que si la escoba no es de bruja dónde está la verdadera, que si el padre se fue de la casa cuando supo que era bruja, que si…
Peruso tiene la mirada ausente.
─Me doy cuenta ahora que no siempre son las escobas quienes hacen a las brujas. Parece que las cosas tristes pueden volver bruja a una buena mamá. Ahora tenemos que ayudarla a ser una mamá como las de nosotros.
Y vuelven al aula, brincando la cerca del patio.
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