lunes, 14 de diciembre de 2015

CUBA Y SU CULTURA: LA PATRIA ÚNICA Y DIVERSA

Naturaleza muerta sobre ocre. Amelia Peláez


En el calendario universal hay fechas que se destinan a conmemorar diferentes eventos sociales, geográficos, culturales, en fin… humanos. Luego, cada país tiene sus propias fechas simbólicas para festejar, recordar o rendir tributo. Por eso, los trabajadores de cada esfera de la sociedad dedican un día cada doce meses a enaltecer su actividad, aunque la realicen todos los días o, al menos, los días hábiles.
Hay profesiones u ocupaciones que no se desempeñan por unas horas ni están reducidas a una jornada de trabajo específico. Puedo mencionar muchas. Los médicos, quienes en su casa son solicitados para atender dolencias del cuerpo y del alma, los albañiles, plomeros, electricistas, periodistas, informáticos, peluqueros… y así, una lista interminable.
Entre quienes no descansan están los trabajadores de la cultura, los verdaderos, no los que ocupan una plaza en cualquier nómina de una institución cubana. Esos que, hasta en sus momentos de descanso, piensan en cómo hacer algo diferente, crean nuevos proyectos, escriben, componen música, ensayan un paso de danza o una coreografía, arman un personaje, se ofrecen y van a los lugares más increíbles a entregar su arte y su talento porque suben lomas, van a recónditos parajes, cargan mochilas con libros a sus espaldas o suben en renqueantes camiones hasta las apartadas zonas de silencio.
Por esos trabajadores, que alimentan con ambrosía el espíritu humano, en Cuba se ha dedicado esta fecha a rendirle homenaje. Más allá de las razones por las cuales se escogió este día y no otro, lo esencial es rendir tributo a quienes, consciente o inconscientemente, han dedicado su talento y trabajo a favor de una cultura que constituye la esencia del pueblo cubano.
Saludemos entonces este día con un himno vibrante, emanado de la admiración y el orgullo por quienes crearon y crean las expresiones más hermosas del ingenio humano para la recreación de los sentidos y el alimento del alma. Artistas y escritores, intelectuales todos, además, las personas que desde las más humildes o cimeras posiciones facilitan y sostienen con honrada valentía la creación y el pensamiento que es raíz nutricia de la cultura, esa que con vocación humanista constituye la base de nuestra ética ciudadana y nos hace ser iguales y diversos en el universo cosmopolita que habitamos.
Y para aquilatar la dimensión de su valor, nuestro apóstol sentenció: La madre del decoro, la savia de la libertad. el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura.










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