Fachada de la sala de San Carlos de la Cabaña donde celebrábamos el encuentro. El nombre de la sala, como aparece en la imagen era La Kasa de las Ideas Lokas. |
Niños,
autores y libros: una merienda de locos.
En la primavera del 2003,
luego de dar por terminada la edición anual de la feria del libro, comenzamos
en la editorial Gente Nueva a organizar la próxima cita. Desde el año anterior
le estábamos dando vueltas a la idea de celebrar un encuentro de escritores,
especialistas y educadores para debatir temas relacionados con el mundo del
libro infantil y juvenil, así como la preferencia de sus lectores. Lida y
Gretel hacían conmigo interminables sesiones donde discutíamos las nuevas ideas
para la feria siguiente. El único evento de esta naturaleza que se realizaba en
esos momentos en el país era el de Sancti Spiritus, el cual gozaba (y goza) de
un gran prestigi,o además de una larga y fructífera vida, organizado por su
fundador Julio Llánes.
No existía un evento como ese
en la feria del libro y nos enamoramos de la idea de organizarlo. En meses sucesivos
nos dedicamos a soñar el proyecto, pensar en el nombre (el cual no fue difícil gracias
a mi veneración por Alicia en el país de
las maravillas) y cuál sería el perfil del encuentro.
Quisimos acercarlo lo más
posible al mundo de nuestros lectores y recrear la auténtica merienda salida de
la pluma de Carroll. De tal suerte, la diseñamos como una auténtica merienda
alrededor de una mesa de té, donde estuvieran el lirón, la liebre marceña y el
sombrerero: ambientar y cuidar los más mínimos detalles.
Conceptualmente el nombre
era perfecto: dentro de la obra que marca el surgimiento del non sense en la literatura “para niños y
jóvenes” es sin dudas su capítulo VII, “Una merienda de locos”, el más vivo
ejemplo del absurdo y el disparate que caracterizan la novela y la corriente
literaria que nació con ella. Nada mejor para tipificar la relación que se
establece entre los lectores niños y jóvenes, los autores y los libros que estos
escriben para aquellos, pues a pesar de que a través de los años se sigue
hablando y teorizando sobre temas, géneros, ilustraciones y otras “minucias”
relacionadas, sigue siendo algo misterioso lograr escribir textos que disfruten
de veras los más jóvenes lectores. Prueba de ello son los diez con los que
cuenta en su haber esta merienda.
Con el evento ya concebido,
invitamos a Enrique Pérez (a la sazón presidente de la Sección de LIJ de la
UNEAC) a conciliar opiniones y pensar los temas y ponentes que se incluirían en
la primera edición del 2004. El camino para consumar el hecho fue tortuoso y
difícil, preñado de obstáculos que debieron remontarse a lomos de un verdadero
burro embravecido, pero venció el tesón. No sé cómo Lida y Gretel consiguieron al
artesano que fabricó el servicio para la merienda, exquisitamente logrado de
acuerdo con nuestras expectativas; se compraron unas cestas tejidas en las
cuales se entregaron los documentos del encuentro y se hicieron recuerdos para
los participantes, así como el sombrero de copa para que lo usara el orador de
turno durante el evento, la libreta de notas con la ilustración original de Alicia… y otros que ahora se escapan de
mi mente y seguro alguno de ustedes recordará.
Uno de nuestros objetivos a
la hora de concebir el encuentro es que no fuera académico fríamente: sobre lo
que prefieren leer los niños y jóvenes no puede hablarse estirados, con rígidos
trajes y corbatas, aunque tengamos en cuenta las advertencias del Principito.
Siempre recuerdo que desde sus páginas nos alerta sobre el hecho de que el
asteroide B-612 fue reconocido por la comunidad científica cuando su
descubridor habló de él vestido de etiqueta. Pero nosotras quisimos darnos el
lujo de ser niños auténticos por dos días para tratar de entender a aquellos
para quienes escribimos. Claro, las personas mayores impusieron al final sus
criterios pues hubo quienes se quejaron del calor, de los sombreros, del polvo…
y el encuentro se trasladó de su sede habitual para otra sala de la fortaleza.
Finalmente ahora, ha salido definitivamente de ella y, aunque se diga que es
parte de la feria, no está celebrándose en su sede principal.
Quiero por tanto, en este
décimo aniversario, dar las gracias a Lida y a Gretel porque entre las tres
logramos hacer realidad aquel sueño de una tarde de verano; a las personas que
nos ayudaron desde el principio; a todos los que se sumaron como participantes
de este hermoso proyecto y a quienes han seguido alimentándolo para que viva,
como Enrique Pérez y tantos otros escritores y funcionarios, demostrando que su
concepción fue acertada y era un espacio necesario para escritores,
especialistas y lectores.
Y quiero agradecer a la
vida, que me ha permitido estar presente este año, para celebrar este aniversario
con tantos buenos amigos, en esta infinita merienda de locos que nos permite cada
día renovarnos delante de una taza del mejor té (el de la amistad) y untar con
la mantequilla de la fantasía el reloj que cuenta cada palabra que se lee o
escribe para los habitantes de la isla de Nunca Jamás. Es imposible no seguir
al conejo, pues lo que vale es nuestra fe en el sinsentido. Nuestra única forma
de salvarnos en este mundo cada vez más cuerdo y de verdad absurdo.
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