Despedir un año que termina
significa hacer un balance de emociones y vivencias, indispensable para
proponernos nuevas metas y lanzar al universo el pedido de nuestros deseos.
Decretar al espacio lo que ansiamos es transmitir nuestra esperanza de que
ocurra.
Es por esa razón que todos,
desde perspectivas diferentes, hagamos rituales o formulemos propósitos.
He leído acerca de nuevo año y
todos son buenos pronósticos, en cuanto a prosperidad, amores y trabajo. Eso es
posible que se haga realidad y será tarea de cada uno hacerlo cumplir.
Cuando repaso el año 2017 la
palabra que me viene a la mente es FUERTE. En lo personal, fue un año de
logros, compartí mucho tiempo con mi hija y nieto, a quienes he tenido lejos
los últimos siete años, pude ver cómo mis hijos se acercaban y ayudaban,
compartiendo otra vez la dichosa reunión bajo un mismo techo. Sin embargo,
tuvimos momentos angustiosos por una serie de eventos mundiales que ocasionaron
sufrimiento y dolor a muchas personas.
En Cuba, Puerto Rico y otras
islas del Caribe, el paso de los huracanes causó graves daños y pérdida de
vidas, los terremotos de México y el ocurrido en la frontera de Irán-Irak, los
atentados terroristas en 22 países… y muchos hechos terribles más, azotaron a
la humanidad.
Deseemos que el próximo sea
mejor, brindemos porque la vida crezca en cada rincón del planeta, por la paz,
la solidaridad y el amor.
Brindemos porque siempre haya
una mano amiga, un oído que escuche y una palabra que consuele; porque en el
mundo terminen las guerras, los niños sean felices y una sonrisa sea el bien
más importante de las personas.
La esperanza crece, como los sueños y las estrellas.
¡Feliz 2018!
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