Septiembre ha sido un mes desoladoramente fuerte este año. En lo personal,
tiene acontecimientos tristes y alegres para mí. En este mes murió mi abuela
materna y mi padre. Mi buen amigo Albertico se fue sin despedirse de esta
dimensión terrestre. Mi hija nació en este mes, igual que mi yerno, quien ya es
otro hijo. Tengo otras buenas amigas que cumplen este mes.
Sin embargo, los sucesos dolorosos de este mes han dejado una huella
increíble en la mayoría de nosotros: dos terremotos devastadores en México, con
increíbles y desgarradores efectos y el paso de dos huracanes que dejaron una
estela de muerte y destrucción.
Hay quienes especulan sobre posibles efectos del eclipse solar. Hay sectas apocalípticas
que hablan del fin de los tiempos, la mayoría se refiere a que el planeta clama
por una actitud más consciente acerca del cuidado de la naturaleza y otros se
refieren a que sea posiblemente el efecto del lanzamiento de misiles por parte
de Norcorea.
Lo cierto es que, aun sin advertirlo, todos esos eventos han ido actuando
poco a poco hasta acumular una tristeza y un sentimiento de impotencia que
quizás sean responsables de que haya pasado inadvertido para mí el momento del
equinoccio de otoño, dejando que la nostalgia y la melancolía que acompañan a
ese lento vagar de las hojas secas se apoderen de mi espíritu.
Cómo duele la Patria y sus penurias en la distancia; cuánto duelen las
muertes absurdas y las vidas lastimadas para siempre…
Cuando entro al blog, me doy cuenta de que en el mes de
agosto nada escribí, así que ha venido ocurriendo un proceso solo parecido al
que aparece en mi cuento El caballo del
monte, en la medida en que entra en la cueva de la Oscuridad:
Las mariposas de sus orejas salieron volando y los
cascos caracoles se alejaron en cuatro direcciones. Los ojos se convirtieron en
dos cocuyos de faroles verdes y por último, las plumas salieron volando
lentamente y a su paso fueron extendiendo la negrura de la noche.
Esperemos que poco a poco, la cotidianidad nos haga
volver a la luz; que el tiempo vaya restañando las heridas y desgarraduras de
estos días y en medio de nuestros corazones luzca otra vez, resplandeciente, el
sol de la solidaridad y el amor. No puede permitirse que las sombras oculten la
luz.
Apostemos siempre por la sonrisa: la del rostro y la del
corazón, porque esa es la única manera de estar vivos.
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