Convocaron
al Concurso de dibujo Señales del
tránsito y el premio fue colocar los mejores trabajos en distinto lugares del
centro, para que sus estudiantes respeten el mensaje de la señal.
Es muy
simpático ver que en las escaleras hay una de PROHIBIDO
ADELANTAR (a la subida) y, en la bajada, un límite de velocidad: 60 KM/H. ¿Será que alguien puede bajar una escalera a 60 Km por hora? ¡Eso es ser más rápido que el viento y lo demás es bobería, se dijo Talía. En la puerta de la
cocina colocaron un ACCESO PROHIBIDO y dos en la puerta del refrigerador; frente al baño de
los varones, una de PAVIMENTO RESBALADIZO, por los botaderos de agua de los graciosos. Y así, jugando, han ido aprendiendo el significado de las señales, porque en los
horarios de entrada y salida o de la merienda, al lado de cada señal ponen
un guardián, con un silbato, para cuidar su cumplimiento.
Después que a Fernanda la pusieron a copiar mil veces DEBO RESPETAR LAS SEÑALES DEL TRÁNSITO, se ha vuelto muy respetuosa y las sabe de memoria. Por eso, hasta a veces la ponen de guardiana en algún punto rojo, cuando uno de los habituales falta a la escuela.
A Talía la
nombraron guardiana de la señal CIRCULACIÓN PROHIBIDA
en la puerta de la escuela. A la hora del recreo estaba comiendo unas galletas y las migajas que
caían al piso atrajeron a un perro callejero que, de tan flaquito, pudo entrar
pasando entre los barrotes de la reja.
La niña,
que sabía que nadie podía entrar ni salir, sopló muy fuerte el silbato y sacó
una señal de PARE al confundido perro quien, del
susto, salió corriendo.
En ese
momento sonaron todos los silbatos de los guardianes de Puntos Rojos y los
perros de la calle empezaron a ladrar. Nada, se formó tal algarabía que la
directora habló por el micrófono y les pidió pasar a las aulas.
Cuando
quitaron la señal de la puerta vieron que alguien había dibujado, al otro lado de la cartulina, una señal de
restaurante: un cuchillo y un tenedor.
Todos pensaron que era una broma de mal gusto. Al instante, se quedaron mudos del asombro y sordos del mismo asombro: ¿el perro callejero
entendería de señales de tránsito y pensaba que la escuela era un restaurante?
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