martes, 21 de marzo de 2017

EL JUEGO DEL TRÁNSITO





En la escuela Pequeños gigantes, han hecho un juego para que las niñas y los niños aprendan las normas del tránsito y sus señales.
Convocaron al Concurso de dibujo Señales del tránsito y el premio fue colocar los mejores trabajos en distinto lugares del centro, para que sus estudiantes respeten el mensaje de la señal.
Es muy simpático ver que en las escaleras hay una de PROHIBIDO ADELANTAR (a la subida) y, en la bajada, un límite de velocidad: 60 KM/H. ¿Será que alguien puede bajar una escalera a 60 Km por hora? ¡Eso es ser más rápido que el viento y lo demás es bobería, se dijo Talía. En la puerta de  la cocina colocaron un ACCESO PROHIBIDO y dos en la puerta del refrigerador; frente al baño de los varones, una de PAVIMENTO RESBALADIZO, por los botaderos de agua de los graciosos. Y así, jugando, han ido aprendiendo el significado de las señales, porque en los horarios de entrada y salida o de la merienda, al lado de cada señal ponen un guardián, con un silbato, para cuidar su cumplimiento.
Después que a Fernanda la pusieron a copiar mil veces DEBO RESPETAR LAS SEÑALES DEL TRÁNSITO, se ha vuelto muy respetuosa y las sabe de memoria. Por eso, hasta a veces la ponen de guardiana en algún punto rojo, cuando uno de los habituales falta a la escuela.
A Talía la nombraron guardiana de la señal CIRCULACIÓN PROHIBIDA en la puerta de la escuela. A la hora del recreo estaba comiendo unas galletas y las migajas que caían al piso atrajeron a un perro callejero que, de tan flaquito, pudo entrar pasando entre los barrotes de la reja.
La niña, que sabía que nadie podía entrar ni salir, sopló muy fuerte el silbato y sacó una señal de PARE al confundido perro quien, del susto, salió corriendo.
En ese momento sonaron todos los silbatos de los guardianes de Puntos Rojos y los perros de la calle empezaron a ladrar. Nada, se formó tal algarabía que la directora habló por el micrófono y les pidió pasar a las aulas.
Cuando quitaron la señal de la puerta vieron que alguien había dibujado, al otro lado de la cartulina, una señal de restaurante: un cuchillo y un tenedor. 
Todos pensaron que era una broma de mal gusto. Al instante, se quedaron mudos del asombro y sordos del mismo asombro: ¿el perro callejero entendería de señales de tránsito y pensaba que la escuela era un restaurante?

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