Con mis amigas Neyda y Gricel, Habana Vieja, enero 2017 |
Hace un tiempo mi personaje Talía protagonizó un cuento que hablaba sobre
el tema de la mujer. Creo que las palabras finales de ese texto son las más
bonitas que puedo dedicarles a las mujeres, quienes están en mi vida desde
siempre y me acunaron con sus canciones, como mi madre y mi tía Chacha, lo
siguieron haciendo con mis hijos. En el caso de mi madre lo hizo también con mi
nieto, luego de que mi tía querida partiera a esa dimensión desconocida que es
la muerte física.
He tenido y tengo amigas increíbles, compañeras de batallas y de sueños, mi
hija, mis sobrinas y personajes literarios o reales a quienes he admirado por
múltiples razones.
Nunca me he sentido feminista a ultranza. He visto muchas veces que el
feminismo arropa otras demandas ajenas a los derechos de la mujer y su igualdad.
También pienso que en todas las épocas, los extremistas han demostrado que no
son sinceros y persiguen más sus propios intereses que el bien colectivo. Por
eso celebro el 8 de marzo, con flores y el corazón rebosante de amor, porque
disfruto hoy como mujer de las conquistas que el sudor o la sangre de muchas
mujeres alcanzaron.
Es cierto que este día se propuso en honor a las víctimas del asesinato de
las costureras industriales en 1908, en una de las fábricas neoyorkinas.
Asesinato porque murieron en un incendio, habiendo sido encerradas por los
patronos, por lo que no pudieron escapar. Haber declarado este día como el Día
Internacional de la Mujer, propuesto por Clara Zetkin en la Internacional
Socialista de 1910 y reconocido por la ONU en 1975, es el reconocimiento a que
el sacrificio de esas mujeres inició un camino por el que nuestros pasos no se
detienen.
Reconozco cada día que las mujeres tenemos, gracias al sentido de la
maternidad, ese especial y único don de la ternura, de prohijar personas,
animales y proyectos con la misma pasión y dedicación con la que traemos (o
podemos traer) hijos al mundo.
Porque nuestros hijos no son solo esas personitas que vienen y ponen
nuestras vidas de cabeza, potencian nuestra capacidad de amar con el signo del
infinito y son nuestra prolongación en el planeta Tierra. Son hijos nuestros
los libros que escribimos, los poemas que damos a luz entre alegrías o
tristezas y todos los sentimientos y obras que engrandecen e iluminan el
sendero por donde anda la mujer en este planeta, de la mano de los hombres, no
aislada ni por encima de ellos: hombro con hombro. Y cuando no es así la
marcha, la obra se resiente y cae.
He leído desde que empezó este día muchas reflexiones y palabras dedicadas
a la Mujer. Me llamó poderosamente la atención una, proveniente de una mujer,
que decía que nada de felicitar a la mujer. Y para justificar la exhortación
habla de que la mujer debe luchar y no felicitar. Entonces vino a mi mente un
pensamiento: la firmeza, la decisión y la fortaleza para enfrentar las
injusticias, para reclamar nuestros derechos y luchar por la igualdad no está
reñida con la celebración por lo alcanzado, con el reconocimiento a las mujeres
valiosas y sus aportes al arte, la sociedad y la humanidad.
Creo que siempre los cubanos, en cualquier punto del camino o encrucijada,
acudimos a Martí. No en balde el Maestro dedicó palabras y páginas tan hermosas
a las mujeres. De entre todas, las primeras que le acompañaron en su vida
fueron Doña Leonor y sus hermanas, a quienes veneró, admiró y enalteció.
Conocía él la importancia de que ese pensamiento acerca de la mujer fuera
cultivado desde la infancia, en tierras donde los hombres mandaban. Por eso,
desde el prólogo de La Edad de Oro dice: Sin las
niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. O sea, las niñas (las mujeres)
son la luz de la vida.
En toda su obra: discursos, cartas,
poesía y dedicatorias aparecen frases elocuentes sobre sus ideas acerca de la
Mujer. Algunas son más conocidas que otras.
He aquí varias de sus frases.
Las
campañas de los pueblos solo son débiles, cuando en ella no se alista el
corazón de la mujer; pero cuando se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida
y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge
la obra con la miel de su cariño la obra es invencible.
La mujer,
de instinto, divisa la verdad, y la precede.
Toda la patria está en la mujer: si ella falla morimos: si ella nos es
leal, somos.
Esta mujer cubana, tan bella, tan heroica, tan abnegada, flor para
amar, estrella para mirar, coraza para resistir.
En los Andes
puede estar el pedestal de nuestra libertad, pero el corazón de nuestra
libertad está en nuestras mujeres.
No es que
falte a la mujer capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su
naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores.
Si la
educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la
mujer garantiza y anuncia los hombres que de ellas han de surgir.
De todas
las penas de este mundo cura, y de todas las heridas del bien obrar la
estimación de los hombres verdaderamente buenos; pero con ella misma es
incompleta la victoria cuando no se mueve el corazón de la mujer. Él es la
medicina; él es el milagro; él es el triunfo.
Mucho
hemos de hacer nosotros los hombres para merecer a estas mujeres; mucho han de
hacer ellas para complacer a la patria que les contempla.
Si tomamos en cuenta que
hace más de 120 años que escribió o pronunció esas palabras, comprendemos el
alcance y profundidad de su espíritu iluminado.
Y dejo que termine Talía,
con sus sabias palabras de niña:
La mujer es igual a una flor silvestre, que
no solo busca su alimento sino el de otros seres vivos. Es delicada como una
mariposa, puede ser tan fuerte como las piedras y, gracias a ella, la miel es
dorada como el sol.
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