miércoles, 27 de febrero de 2013

TALÍA QUIERE CAMBIAR EL MUNDO; NOSOTRAS, TAMBIÉN






En anteriores ocasiones he comentado la calidad y vigencia de la obra creada, para la infancia cubana, por la escritora cienfueguera Mirtha González Gutiérrez. En esta oportunidad les presento Talía quiere cambiar el mundo, un original título que expone cuanto de retador y atrevido guarda en su interior. Con franqueza puedo asegurarles que el texto cala hondo en el público al cual va dirigido: toda pequeñuela de cuarto grado, e incluso muchachitos mayores, al leerlo, lo hacen su libro de cabecera.
El pequeño volumen fue publicado en 2011 por Gente Nueva, editorial que la propia autora dirigiera durante varios años. La edición correspondió a Odalys Bacallao López; el diseño y la composición, a Armando Quintana Gutiérrez; y tanto la cubierta como las ilustraciones interiores son fruto de la contemporánea imaginación de Leonor Hernández, quien emplea recursos muy actuales del mundo del cómic, específicamente, los rasgos del manga.
La autora dedica su libro a la multitud de niñas y mujeres que la rodean, con la sola excepción de su hijo Alejandro, según aclara en la primera página. Evidentemente estamos en presencia de una obra abiertamente feminista, en la amplitud más noble de la palabra. Por ello, no pocas lectoras, adultas o infantes, nos vemos reflejadas de inmediato en sus letras.
El argumento aborda la vida cotidiana y llena de sorpresas ocurrentes e hilarantes de Talía, una niña de 9 años que vive, con su mamá, en de la sociedad actual cubana —probablemente, Mirtha construye el personaje a partir de la observación directa y minuciosa de más de una chiquilla real, seleccionando puntualmente las escenas y secuencias más originales y pasmosas de sus historias—. Ilustra, así, un fenómeno muy de hoy en Cuba: según las más recientes estadísticas, más de la mitad de la población cubana vive en el seno de familias monoparentales cuya cabeza es una mujer.
En estas familias, por necesidad, aun en sus más tiernas edades los vástagos se convierten en una especie de ayudantes de la madre. Caben pocas ñoñerías en un ambiente hogareño donde la madre debe transformarse prácticamente en un veloz pulpo —sobre todo si, como en la obra, es una profesional— para realizar infinidad de tareas simultáneas que abarcan desde la sobrevivencia hasta la superación. Por consiguiente, los hijos crecen a una velocidad y con una sagacidad muy superiores a quienes lo hacen en hogares más tradicionales; y se crían en un ambiente pleno de valores como la sinceridad, el sacrificio y la honestidad, al observar con admiración, día a día, a una progenitora que los saca adelante en soledad. De modo que Talía posee una personalidad muy fuerte, es rebelde —con causa— y cuestionadora de todo asunto que le huela a injusticia o desequilibrio.
¿Por qué existe un Día de la mujer? ¿Qué significa, en realidad, ser mujer? ¿Por qué hay que defender sus derechos, si es que ya los tienen? Estas son las interrogantes que se hace la niña en el primer capítulo, “Talía es una mujer”, que concluye con una original definición de la feminidad. El segundo capítulo presenta a la niña jugando a ser maestra; a manera de crítica social, expresa los ejemplos negativos que observa en su centro educacional y delibera acerca del significado de la palabra “obediencia”. En el tercero, defiende graciosamente los derechos infantiles y su rol decisorio en la familia. “Problemas con la lengua” es el título del cuarto acápite, que incluye a la abuela como personaje de referencia y debate sobre el uso de la lengua, en todos los sentidos posibles. Tanto en este como en el último apartado, nombrado “¡Hay que cambiar el mundo!”, Mirtha parte de la interpretación literal que de distintos conceptos del mundo real hace el menudo personaje, situación dramatúrgica que lleva la lectura a placenteros niveles de humor, cual divertida comedia de enredos.
Un libro para el goce y la catarsis de abuelas, madres e hijas, mas también para abuelos, padres y varoncitos. Porque la defensa de Talía nos viene como anillo al dedo —y se lo agradecemos a Mirtha González Gutiérrez— en un mundo donde vale la pena preguntarse constantemente por la solución a tantos problemas pendientes de las mujeres y niñas de hoy, deseosas, como la protagonista, de cambiar el mundo.

(Publicado en Cubaliteraria por Alina Iglesias Regueyra, 12 de febrero de 2013)

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