Neyda Izquierdo y el poeta |
Un aniversario más de la entrada definitiva de Wichy Nogueras al reino de la poesía, una dimensión extrañamente humana. Neyda ha recordado y publicado este poema de Retamar.
Pero esta entrada del blog tiene a muchos poetas hoy: Retamar, Wichy, Casaus, Vallejo, Rimbaud, Aragón, Jules Renard... resulta que la poesía, parafraseando al bardo peruano, estará siempre llena de mundo.
POEMA DEDICADO A WICHY NOGUERAS
NOSOTROS, LOS SOBREVIVIENTES
Roberto Fernández Retamar
Roberto Fernández Retamar
Que antes fue el título de una buena novela tuya,
Y antes aún un verso mío que tú generosamente
[ propagaste,
Ahora es de nuevo una lacerante perplejidad
Ante tu última broma, tu desaparición
Que nos priva del elfo de pelo rojo de nuestras letras,
Del Cabeza de Zanahoria real, no el de Jules Renard
(¡Cómo te gustaban las citas verdaderas, y todavía
más las apócrifas,
Quizá anticipando sin saberlo este momento
En que no estamos seguros de si tu muerte es
[ verdadera
o apócrifa!)
Y antes aún un verso mío que tú generosamente
[ propagaste,
Ahora es de nuevo una lacerante perplejidad
Ante tu última broma, tu desaparición
Que nos priva del elfo de pelo rojo de nuestras letras,
Del Cabeza de Zanahoria real, no el de Jules Renard
(¡Cómo te gustaban las citas verdaderas, y todavía
más las apócrifas,
Quizá anticipando sin saberlo este momento
En que no estamos seguros de si tu muerte es
[ verdadera
o apócrifa!)
Se te veía caminar ligero, ocultando una cerbatana
Traviesa
Cuyos dardos no nos dejaban dormir ni despertar
[ en paz.
Y nos habías matado varias veces,
Y cada uno de nosotros conserva, con risa
[ o perdonada
molestia,
El epitafio que nos tenías destinado
Traviesa
Cuyos dardos no nos dejaban dormir ni despertar
[ en paz.
Y nos habías matado varias veces,
Y cada uno de nosotros conserva, con risa
[ o perdonada
molestia,
El epitafio que nos tenías destinado
El mío siempre me dio alegría, y no resisto
[ la tentación
de evocarlo:
“Caminante: aquí yace Roberto
(Por supuesto, Fernández Retamar).
Caminante: ¿por qué temes pasar?
(Te juro por mi madre que está muerto)”.
Esperaba que ese epitafio, escrito en el fondo de una
caja de tabacos, lo echaran
En la bahía de La Habana, con mis cenizas dentro.
Pero el caso es que tú no asistirás a esa grotesca
[ ceremonia,
La cual seguramente te hubiera provocado alguna
nueva cuchufleta.
[ la tentación
de evocarlo:
“Caminante: aquí yace Roberto
(Por supuesto, Fernández Retamar).
Caminante: ¿por qué temes pasar?
(Te juro por mi madre que está muerto)”.
Esperaba que ese epitafio, escrito en el fondo de una
caja de tabacos, lo echaran
En la bahía de La Habana, con mis cenizas dentro.
Pero el caso es que tú no asistirás a esa grotesca
[ ceremonia,
La cual seguramente te hubiera provocado alguna
nueva cuchufleta.
Te dije, cuando tu muerte parecía inconcebible,
aunque estabas enfermo,
Que un día comprendí, pensando en tus primeros
y ya felices poemas
(Algunos de los cuales tuve la dicha de publicar en Casa),
En escuelas militares y cortes de caña compartidos,
en publicaciones y abrazos y viajes y
discusiones y cartas y llamadas,
Cómo formabas parte de mi vida, gnomo, flautista.
Y ahora resulta que en pleno florecimiento
(los griegos lo llaman acmé: buena cita,
¿eh?), te vas,
Y nos sorprendes, y nos estropeas la partida, y nos llenas de lágrimas
Después de habernos llenado de carcajadas
[ y esperanzas
y cumplimientos.
aunque estabas enfermo,
Que un día comprendí, pensando en tus primeros
y ya felices poemas
(Algunos de los cuales tuve la dicha de publicar en Casa),
En escuelas militares y cortes de caña compartidos,
en publicaciones y abrazos y viajes y
discusiones y cartas y llamadas,
Cómo formabas parte de mi vida, gnomo, flautista.
Y ahora resulta que en pleno florecimiento
(los griegos lo llaman acmé: buena cita,
¿eh?), te vas,
Y nos sorprendes, y nos estropeas la partida, y nos llenas de lágrimas
Después de habernos llenado de carcajadas
[ y esperanzas
y cumplimientos.
¿Verdad que vas a regresar? ¿No deben servir para
eso las quince mil vidas del caminante?
Sólo te pedimos una más, y que la uses hasta el final.
Y pueda volver a decir: “Nogueras, Luis Rogelio”,
y en el fondo del aula
Se oiga otra vez una delicada sonrisa, y luego un
silencio punzó, y luego: “Presente”.
eso las quince mil vidas del caminante?
Sólo te pedimos una más, y que la uses hasta el final.
Y pueda volver a decir: “Nogueras, Luis Rogelio”,
y en el fondo del aula
Se oiga otra vez una delicada sonrisa, y luego un
silencio punzó, y luego: “Presente”.
De Hacia la nueva, Ediciones Unión, 1989, pp. 39-40
El entierro del poeta
A Víctor Casaus
Dijo de los enterradores cosas francamente
……….impublicables.
Blasfemaba como un condenado
y a sus pies un par de águilas lloraban pensando
……….en las derrotas.
En el entierro estaba Lautréamont,
yo lo vi desde mi puesto en la cola:
dejaba el sombrero al borde de la tumba
y cantaba algo triste y oscuro
(lloraba honradamente, ya lo creo, y los
……….caballos devoraban higos en silencio).
Hubo discursos,
sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz,
paraguas abiertos a la lluvia como
a él le hubiera gustado.
Hubo más:
hubo viernes y
canciones funerarias,
palomas que volaban sin sentido, como niños,
versos oscuros,
la hermosa voz de Aragón,
suicidios deportivos de Georgette y nunca más
……….y hasta siempre.
A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
……….oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
……….olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
……….rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
……….del momento.
Lo bajaban.
Las mujeres lloraban en silencio
porque bajaban las águilas, los sueños, países
……….enteros a la tierra.
Se intentó una última sentencia:
Nerval se acercó con una tiza y escribió con
……….letra temblorosa:
Su cadáver estaba lleno de mundo.
Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso
……….pensando en el futuro,
mientras una piedra inmensa le tapaba el
……….corazón y los papeles.
……….impublicables.
Blasfemaba como un condenado
y a sus pies un par de águilas lloraban pensando
……….en las derrotas.
En el entierro estaba Lautréamont,
yo lo vi desde mi puesto en la cola:
dejaba el sombrero al borde de la tumba
y cantaba algo triste y oscuro
(lloraba honradamente, ya lo creo, y los
……….caballos devoraban higos en silencio).
Hubo discursos,
sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz,
paraguas abiertos a la lluvia como
a él le hubiera gustado.
Hubo más:
hubo viernes y
canciones funerarias,
palomas que volaban sin sentido, como niños,
versos oscuros,
la hermosa voz de Aragón,
suicidios deportivos de Georgette y nunca más
……….y hasta siempre.
A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
……….oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
……….olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
……….rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
……….del momento.
Lo bajaban.
Las mujeres lloraban en silencio
porque bajaban las águilas, los sueños, países
……….enteros a la tierra.
Se intentó una última sentencia:
Nerval se acercó con una tiza y escribió con
……….letra temblorosa:
Su cadáver estaba lleno de mundo.
Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso
……….pensando en el futuro,
mientras una piedra inmensa le tapaba el
……….corazón y los papeles.
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