El amor es el
espacio y el tiempo medidos por el corazón (Marcel Proust)
El mes de junio apenas comienza y ya estoy haciendo una reflexión que dura varios
años en la línea del tiempo y toda una vida en términos de pensar y meditar
acerca del tema.
Ni los mayores eruditos se han puesto de acuerdo, ni sociólogos o
psicólogos, en relación al amor. Su naturaleza, la forma en que surge, su
duración y las causas por las que desaparece son los misterios mejor guardados
del alma humana… deben estar Ahí, en el pecho,
cerca de la garganta, en el
lugar donde ubica Benedetti al alma, según él, hecha un ovillo.
Lo que sí es cierto es que nacemos, vivimos y hasta morimos por amor. Por
tanto, es un derecho inalienable de nuestros espíritus inquietos y ansiosos de
alimentar los sueños con los frutos del amor.
La sensación que experimentamos cuando vemos, abrazamos o simplemente
acompañamos a nuestros seres queridos la reconocemos porque nos llena de
placer.
A veces me pregunto: ¿cuál es la explicación para el sentimiento de
bienestar y felicidad que me invade cuando mi pequeño nieto está a mi lado,
leyendo o cantando, o simplemente en uno de sus juegos mientras yo leo o miro
la tele? Como me ocurrió y me ocurre con mis hijos, cuando al mirarlos un
sentimiento de ternura nos embarga y queremos tenerlos cerquita del alma. ¿Por
qué cuando extrañamos a alguien en nuestro encuentro sentimos la necesidad de
abrazarlo, besarlo y sentirlo cerca?
Y es que las mensajeras del amor son las sensaciones y su universo va con
nosotros, dependiendo del tipo de amor que sea: de hijos, padres, hermanos,
amigos, nuestra pareja… Todas nos aportan diferentes sensaciones. Y lo lleva
consigo el enamorado, porque es imposible vestirlo o desvestirlo como una pieza
de ropa, así que se entrega y se recibe a través de nuestros sentidos.
Es el corazón quien se desboca cuando escuchamos la voz de quien amamos y
creemos que va a salir del pecho, y salir volando como esas mariposas del
estómago que todos conocimos por allá por la adolescencia.
No sé hasta qué punto será verdad que hablar por teléfono con nuestra madre
equivale a un abrazo. Quizás no sea así de categórico, pero nos da felicidad.
Escuchar las voces de quienes amamos, es música en nuestros oídos, al igual que
cuando pronuncian nuestro nombre.
Como en esta frase:
Si alguien te
ama, entonces pronuncia tu nombre de una manera especial… y sabes que tu
nombre está seguro cuando está en la boca de esa persona.
Por eso también percibimos la frialdad o distancia en las personas
cercanas, sin que medien palabras o explicaciones y es por eso también que solo
debemos entregar nuestro tiempo a quien lo valore y disfrute, porque es nuestro
bien más preciado.
Leía ayer una entrevista a un habitante del desierto, miembro de una tribu tuareg
y el título era Tú tienes el reloj, yo
tengo el tiempo.
Entonces me di cuenta de que hay personas así, que vagan buscando amistades
y amores por tener compañía, por disfrutar de un concierto o de una película,
quizás para asistir a lugares de diversión en que se necesita ir con pareja, pero
siguen estando solos y protegen esa soledad con dientes y uñas.
Puede que nos inventemos un pretexto para amar, como dije en La noche de la hija. La noche puede ser
ese pretexto. Entonces, también existen pretextos para no amar y eso no
convierte a alguien en mala persona sino en una persona infinitamente triste.
La capacidad de amar es igual a la capacidad de soñar.
No podemos vivir sin amor ni sin sueños porque es nuestra esencia, la
verdadera naturaleza del ser humano y lo que nos define.
Decía Martí:
Se va por la tierra andando como extraño y como
loco, buscando seno donde reclinar la cabeza, labios donde poner los labios,
hogar en que dar calor al corazón. Y se halla, y todo es bello de repente, y se
abandona el espíritu a los placeres de la confianza, germen caliente reanima el
perezoso jugo de las venas. No es amor la solicitud de los pensamientos, ni las
vanidades de la mujer, ni los apetitos de la voluntad.
Amor es que dos espíritus se acaricien, se
entrelacen, se ayuden a levantarse de la tierra en un solo y único ser. Nace en
dos con el regocijo de mirarse, se alienta con la necesidad de verse; crece con
la imposibilidad de desunirse, no es torrente, es arroyo; no es hoguera, es
llama, no es ímpetu, es ternura, beso y paz.
Respeto las decisiones de personas a
quienes he admirado por su talento o por su obra al servicio de la humanidad
que han preferido aislarse, pero comparto la opinión martiana cuando expresa:
Hay una palabra que da idea de toda la táctica de amor: rocío-goteo. Que
haya siempre una perla en la hoja verde: Una palabra en el oído, una mirada
meciente en nuestros ojos; en nuestra frente, un beso húmedo.
El que así no ame, no será jamás amado. Caerá y
volverá a caer, y clamará desesperado, y se perderá en abismos negros, y morirá
solo.
Y por otro lado, en su
cuaderno de apuntes:
Siendo tiernos, elaboramos la ternura que hemos de
gozar nosotros. Y sin pan se vive: sin amor ¡no!
Entreguemos
y recibamos amor, porque somos criaturas hechas de amor y no renunciemos jamás
a sentirlo en sus más puras y apasionadas expresiones.
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