Sabemos
que la cultura celta nos ha legado, culturalmente, mitos y tradiciones tan
extendidas como su presencia en el continente europeo. Es curioso ver cómo, cuando
investigamos alrededor de tradiciones como Halloween, las celebraciones de las
estaciones y otras fiestas o costumbres como la de la noche de San Juan, nos
salen al paso los ancestros celtas.
Con
el otoño sucede igual. Los celtas celebraban, entre el 22 y 23 de septiembre,
un banquete de agradecimiento a los dioses por la cosecha y la vida (rasgo
común con otras festividades). Con la magnanimidad de la fiesta sagrada
buscaban asegurar un invierno benévolo y corto.
La caída de las hojas de
los árboles simbolizaba la muerte necesaria para renacer, así los humanos
debían desprenderse de las cargas pesadas y entrar purificados al tiempo de
preparación del Samhain.
Actualmente a la
celebración se le llama Mabon por wiccanos y neopaganos, agregada a las grandes
celebraciones de la Rueda del Año, aunque también se le atribuyen otros nombres,
ya que tiene como símbolos la cornucopia para representar la abundancia y el
manzano, que era el árbol de la inmortalidad para los celtas.
Prefiero imaginarme a los celtas celebrando esta
fecha en que el otoño prepara al universo para la entrada del invierno, la más
cruda y difícil de las estaciones del año, invocando a sus dioses para que les
fuera concedida la gracia de la vida y la abundancia. Por ello tienen varios
rituales, algunos ya publicados en este blog como
El equinoccio de otoño
sucede cuando el Sol cruza el Ecuador. Llamado Mabon por la
reina celta de las hadas, Mab. Esta festividad representa la cosecha. La
promesa hecha en el verano y ahora convertida en realidad. La madre tierra
dando a sus hijos los nutrientes y la abundancia, los elementos necesarios para
sobrevivir el invierno por venir. Pero al mismo tiempo, simboliza la concepción
de la muerte de las plantas convirtiéndose en renacimiento a través del
misterio de las semillas.
RITUAL DEL
VINO
Mabon festeja la
cosecha de frutos y bayas que nos alimentan durante los oscuros días de
invierno que están próximos. Unos de los rituales característicos es el ritual
del vino.
PROCEDIMIENTO:
Se necesitan 5
vasos de vino de bayas y un lugar a campo abierto donde estos puedan ser
vertidos al suelo. Lo óptimo es hacer este ritual al anochecer o al
amanecer, cuando la luz y la oscuridad parecen estar en perfecto equilibrio, al
igual que lo están en las 24 horas del período del equinoccio.
Dibuje un círculo a
su alrededor y ponga un vaso en cada uno de los puntos cardinales: Norte
(tierra), Este (aire), Sur (Fuego), y Oeste (agua). Ponga al otro vaso en el
centro.
Empezando en
cualquier lugar del círculo, comience a moverse en el sentido contrario a las
agujas del reloj, derramando el vino en el suelo para rendir un homenaje a los
espíritus de la naturaleza y a los elementales que guardan la tierra mientras
esta se prepara para su siesta invernal.
Por último, beba el
vaso de vino del centro como ofrenda y brinde por la Diosa, que ahora descansa
tras haber dado a luz la cosecha.
(Tomado de
cometamágico.com)
Recibamos entonces el
equinoccio de otoño (y el de primavera también), con la esperanza de iniciar
una estación de abundancia y paz.
Esperemos el sábado encendiendo
una vela de agradecimiento, por nuestra propia cosecha de alegría y felicidad,
amigos, amores… Agradecimiento por la vida, por nuestro ser y existir.
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