Desandando por Google
he encontrado este cuento popular europeo, muy parecido al de la sopa de
piedras, conocido gracias a ese magnífico programa de Jim Henson llamado El narrador de cuentos.
Ahora, que estamos cerca
de la Navidad, quiero publicarlo en el blog. Mi esperanza es que en este
invierno navideño todos tengan un pan para alimentarse y un hogar donde
protegerse del frío o el sereno.
La sopa de clavo
Una gallina estaba en la cocina de su casa nueva y suspiraba. Tenía delante
noventa y ocho cajas de cartón repletas de objetos. Abrió una y encontró una
cazuela para hacer sopa y ¡un clavo oxidado!
De pronto, oyó una voz:
—¡Hola! ¿Hay alguien en casa?
La gallina corrió a la puerta. En la entrada había un zorro esquelético.
—¡Buenas! —dijo él—. Me pregunto si le gustaría cenar.
Ella iba a contestar cuando el zorro la agarró y gritó:
—¡Prepara algo sencillo! Tú, en una olla hirviendo a fuego lento.
La gallina se puso a pensar rápidamente y dijo:
—Claro, pero ¿por qué no toma primero una sopa de clavo?
—¿Sopa de clavo? —preguntó el zorro, extrañado.
—¡Es riquísima! —comentó la gallina—. Si quiere, yo la preparo. Mientras,
¿podría desempaquetar algunas cosas?
El zorro empezó a abrir cajas. Cuando terminó de abrir las noventa y siete
cajas que quedaban, la gallina le dio a probar una cucharada de sopa.
—¡Buaf! ¡Es agua caliente de color rojo! —protestó el zorro.
—A ver… Sí —dijo la gallina—. Le echaré sal. Mientras, ¿puede pintar la
sala?
El zorro se fue a la sala gruñendo y se puso a pintar.
Cuando acabó, la gallina llegó con otra cucharada de sopa.
—¡Sigue malísima! —exclamó el zorro.
—Es posible —reconoció la gallina—. Le echaré apio, papas y perejil. Entretanto,
¿podría montarme unos muebles?
El zorro miró malhumorado a la gallina, pero se puso a trabajar.
Al terminar, la gallina lo hizo probar la sopa otra vez.
—Mmmm…, está mejor —dijo—. Vamos a tomarla ya.
—Un momento —lo detuvo la gallina—. Le faltan algunas hierbas: cilantro,
orégano, y fideos… ¿Qué le parece si corta un poco de leña y enciende la
chimenea?
El fuego ya chisporroteaba y el zorro dormía junto a él cuando la gallina
se acercó con una cazuela rebosante de sopa.
—¡Está muy sabrosa! —exclamó él comiendo sopa sin parar—. ¡Quién hubiera
dicho que un clavo supiera tan bien! ¡Qué pena no poder tomar ni una cucharada
más!
—Pues ahora ya puede comerme —dijo la gallina segura de que el zorro no
podría seguir comiendo.
Entonces, el zorro, al darse cuenta de que le había tomado el pelo, se
marchó furioso.
(Ilustración de https://www.dreamstime.com/royalty-free-stock-photos-bike-crash-image9635898)
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