Cuando evoco la noche de San Juan la asocio al olor de
la albahaca, la yerbabuena y el romero; al muérdago, las velas de olor y los
deseos… y, sobre todo, con mi madre y las tradiciones que guarda con ella desde
su más temprana juventud, rituales que heredara de su madre y otros familiares
que practicábamos mis hermanas y yo desde jóvenes.
La celebración de la Noche de San Juan se hace por
diferentes razones en los países o ciudades que la realizan. Unos la asumen
como una festividad en honor a San Juan Bautista (el 24 de junio) y otros la
consideran una efemérides asociada al solsticio de verano que ocurre entre el
22 y el 23 de junio.
Lo cierto es que algunos entienden que la noche de San
Juan es la del 23 al 24 de junio, otros del 24 al 25 y un grupo que celebra las
dos noches.
Es comúnmente aceptado que el 24 de junio es el día de
San Juan el Bautista, cuyo nacimiento ocurrió en una fecha muy cercana al
solsticio (de invierno para el hemisferio sur y de verano para el hemisferio
norte), lo que hace que en este dia confluyan energías planetarias muy
poderosas.
«San Lucas narra en su Evangelio, que María, en los
días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando esta
se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la
solemnidad del Bautista en el octavo mes de las candelas de junio, seis meses
antes del nacimiento de Cristo. Desde entonces se señaló esta noche como la de
San Juan, muy próxima al solsticio de verano que ha heredado una serie de
prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en
toda Europa y se han extendido por muchos pueblos de América. Lo paradójico del
asunto es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento de San Juan el
Bautista, que en realidad no debería festejarse porque el dies natalis de los santos siempre fue el de la muerte. En el
Evangelio de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías, había
perdido la voz por dudar de que su mujer, Isabel, estuviera encinta. Sin
embargo en el momento de nacer San Juan la recuperó milagrosamente, como se lo
había predicho el ángel Gabriel.
Rebosante de alegría, la tradición religiosa dice que
encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la noticia. Cuando siglos
después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió
en una noche santa y sagrada, y de purificacion, sin abandonar por eso su aura
mágica y pagana».
Hay ciudades del planeta que se caracterizan por su
celebración de la noche y hasta la literatura llegó bajo el disfraz de esa
simpática y genial Una noche de San Juan
bastante loca, de Tove Janson.
Pero como toda auténtica celebración popular tiene sus
propios cánones y símbolos, desde esa génesis generalmente aceptada, a esta
festividad la caracterizan los elementos de la vida (excepto el aire, que de
todas maneras está presente): el fuego, el agua y la tierra, esta última
representada por las plantas.
EL FUEGO
«El fuego es uno de los tres
símbolos en que se basan los rituales ancestrales de esta noche. Es el elemento
purificador que nos libera de la mala suerte y por eso se le alimenta
lanzándole muebles viejos, o con la costumbre de escribir en un papel la lista de
todo lo que queremos dejar atrás en nuestras vidas y quemarlo en esa hoguera.
Fogatas y ritos relacionados con el elemento se inician
la víspera de este día para festejar el poder del sol y ayudarle a renovar su
energía. La leyenda dice que las cenizas de la hoguera curan
enfermedades. La costumbre proviene de antiguos cultos paganos que pretenden
alejar los malos espíritus, pero también está relacionada con la prevención de
epidemias por el poder antiséptico que posee el fuego.
EL AGUA
El agua es el segundo símbolo de
San Juan. Simboliza fertilidad y pureza. Se considera que a partir de las doce
de esta noche el agua es milagrosa, cura enfermedades y proporciona la
felicidad.
Los ritos de las nueve olas,
recoger la flor del agua o bañarse denudos en el rocío de los campos buscan
efectos mágicos para encontrar pareja o tener hijos.
LA TIERRA (hierbas)
Las hierbas son el tercer
elemento mágico. Se cree que las plantas quintuplican sus propiedades curativas
en esta noche y algunas, como el tomillo, el romero o la misma de San Juan se
recogen para realizar remedios
Es costumbre que a partir de la
medianoche se salga a los campos para recoger hierbas medicinales y luego se
cuelguen en las ventanas de las casas para recibir la bendición de San Juan.
Los antiguos celtas llamaban Alban Heruin a este festival, y su principal
significado era el de celebrar el instante en el que el Sol se hallaba en su
máximo esplendor, cuando duraba más tiempo en el cielo y mostraba su máximo
poder a los hombres, y al mismo tiempo, el día en que empezaba a decrecer en el
Solsticio de Invierno.
Para conmemorar y al mismo tiempo para atraer su bendición sobre
hombres, animales y campos, se encendían grandes hogueras».
También dicen que lavarse el
cabello o bañarse con agua de manantial en la medianoche da suerte y aleja las
malas energías. Lo cierto es que estando tan cerca el solsticio del verano
estamos rodeados de la fuerte energía de los astros.
Recordemos siempre que somos uno con el universo: que su
manto nos cobija y arropa y es un manto de luz y energía vital que debemos
aprovechar para fundir nuestros espíritus con el alma de Gaia, la madre Tierra,
poniendo a su servicio el agua y el fuego de nuestros corazones.
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