Si pensáramos en leer un
libro que nos ayude a comprender mejor a las personas que nos rodean, que nos
ayude a ser felices a pesar de las tristezas inevitables de la vida, a valorar
a los amigos, quizás alguien pensara en un libro de autoayuda o psicología, que
trate las relaciones entre las personas con un enfoque científico pero, si
alguien nos recomendase leer la historia de un niño que llega a la Tierra desde
un lugar remoto del universo –el asteroide B612- y en el que los principales
personajes son un piloto con su avión averiado en el desierto, un niño, una
rosa y una zorra, ¿qué pensaríamos?
«No se ve bien sino con el
corazón. Lo esencial es invisible para los ojos […] Los hombres han olvidado
esa verdad, dijo la zorra. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable de todo
aquello que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa».
Aprisionados por las
ligaduras de las obligaciones y el tiempo, dejamos escapar la vida y algunos
pasan por el mundo itinerantes; mueren sin haber llegado a saber lo que buscan,
o ahorran inútilmente el tiempo, en vez de ir muy dulcemente a una fuente a
beber su agua cristalina.
«Solo los niños tienen
suerte. Solo los niños saben lo que buscan…». Este es el mensaje de Saint-Exupèry,
no es en vano que enmienda la dedicatoria de su libro, para no dedicarlo a una
persona mayor.
«A
Leon Werth:
Pido
perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una
seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo.
Tengo
otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros
para niños.
Tengo
una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y
frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien
puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor.
Todos
los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues,
mi dedicatoria:
A
LEON WERTH
CUANDO
ERA NIÑO»
Y no es que el autor, quien
se rebela a través de estas páginas contra el imperio de los cálculos y la frialdad
de los números, establezca diferencias entre los sentimientos de los seres
humanos por la edad. Leemos en la obra que al conocer a alguien hacía la prueba
de sus primeros dibujos; cuando decían que la boa era un sombrero,
conversaba solo de asuntos mundanos e intrascendentes. No es la edad lo que
ahoga los sentimientos más puros, es olvidarnos de las cosas importantes y
hacer valer los cálculos, la vanidad y el egoísmo, es entonces cuando dejamos
de ser niños: cuando en vez de mirar con el corazón, miramos con los ojos.
El Pequeño Príncipe o El
principito es una obra escrita y publicada en los Estados Unidos por el
escritor francés Antoine de Saint-Exupèry en el año 1943. El autor se había
establecido en ese país luego de comenzada la II Guerra Mundial donde
participaba como piloto de guerra.
Antoine de Saint Exupery Exupéry llega a Argentina en 1929 como jefe de la Aeropostal trasandina. |
Las narraciones y novelas de
Saint-Exupèry fueron un éxito rotundo en su época y han trascendido el tiempo.
Nacido en junio de 1900 en Lyon, realiza estudios militares y de bellas artes,
para más tarde convertirse en piloto civil y de combate, oficio que aprendió
mientras cumplía con su servicio militar. Sus obras Vuelo nocturno, Correo del sur, Piloto de guerra, entre otras y
hasta El principito están vinculadas
a su vida profesional y a sus experiencias en la Guerra Civil Española y en la
II Guerra Mundial, durante las cuales sufrió heridas y accidentes hasta el
último que le costó la vida, el 31 de julio de 1944, en el mar Mediterráneo,
cerca de la costa de Marsella, apenas un año después de escribir El Principito.
Así que quiero pensar que su
avión no fue derribado ni se perdió en la bruma: había conocido al principito y
la única manera de reencontrarse con él era en su lejano asteroide. Quizás no
era tan valiente como el niño, que se dejó morder por la mortífera cobra y
prefirió ir en su propio avión al encuentro del amigo, deseoso de conocer su
casa, la rosa, y poder dibujarle otra caja para guardar de noche a la oveja.
Y si leen este libro y son capaces de velar por el sueño de la oveja oculta en una caja, si tiemblan al pensar que esa oveja pueda comerse a una flor, si pensar en que no han deshollinado los volcanes les desvela en la madrugada, asómense a la noche para ver las estrellas y escuchar su risa. El sonido de los cascabeles anunciará que no todo está perdido; podemos mirar con el corazón y encontrarnos con El Principito cada vez que leamos este libro, porque después de conocerlo nada volverá a ser igual en la Tierra, ni las estrellas estarán tan lejos.
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