Es el primer día del año.
Ayer leí un comentario de un amigo escritor en Facebook que hablaba de su
propia superstición sobre cómo terminar y empezar un año, expresando que le
gusta hacerlo escribiendo. Debe ser por aquella creencia popular de que lo que
estés haciendo a las 12 de la noche será lo que harás mejor durante el año. Yo
diría que es una linda costumbre, porque significa que está compartiendo con el
mundo sus ideas, los sueños que lo asaltan constantemente y las fabulaciones
que acuden a su espíritu. Yo, siguiendo también consejos ancestrales, brindé
con mi hijo y amigos, por la salud, la prosperidad y el amor, cantamos y
reímos. Será una bendición del universo si esas son las cosas que durante el
año se repiten.
Anoche, mientras esperábamos
la llegada del tan valiente 2014 (al decir de Mafalda) año con unos amigos
cubanos y Alejandro, escuchamos música de Cuba y recordamos que allá, los 31 de diciembre siempre encendemos la
televisión, porque a las 12 en punto ponen las notas de nuestro Himno Nacional
y se lee un comunicado. Acá no podía hacerse, claro: la impersonal transmisión
televisiva está dirigida a más de un continente, con diferentes husos horarios;
tampoco hay Radio Reloj. No sé si en algún lugar del mundo hay una emisora
radial como esa, que da la hora minuto a minuto, segundo a segundo, mientras
comentan sobre temas diversos y noticias de actualidad.
Es el primer 31 de diciembre
que no paso en Cuba. Y ya son muchos. Decididamente, el amor a la patria está
compuesto por minúsculas partículas y actos que nos van labrando ese sentimiento
indefinible e indefinido, pero avasallador y eterno. En la distancia, todo se
nos dibuja como único, original y especial, como Radio Reloj.
En días así uno comprende
cuál es el color exacto de la añoranza y la nostalgia: de los seres queridos y
de cada uno de los pequeños detalles que hacen inmenso e indestructible nuestro
vínculo a la tierra patria.
En medio de tantas
esperanzas y sueños quiero, en esta hora de recuento, agradecer a las personas
con quienes compartí este año, todas las que me brindaron su cariño y amistad
por medios digitales o en persona, porque me han permitido alegrarme con sus
notas de humor, confortarme con sus palabras o sencillamente, darme un abrazo
de ánimo. Agradecer a la vida por todo lo bueno, menos bueno o triste, porque
me hizo feliz o mejor persona; por todo lo hermoso que pude crear; por la
sonrisa del mundo; por quienes toleraron mis momentos de desolación o mis
lágrimas, a quienes me acompañaron y a quienes compartieron mi tiempo en el
trabajo, la alegría y algún mal momento que haya vivido. Todos son parte de mi
vida.
Deseo que el mundo sea mejor
este año. Y lo será. Lucharé por mis metas, por alcanzar el amor, porque la
vida siga siendo lo más importante, y la familia y los amigos nuestros bienes
más preciados.
Soy adicta a buscar señales
en los hechos que suceden a mi alrededor. El 2014, reducido a un dígito, es un
año 7. Este es mi número preferido porque nací un 7 del mes 5. Mi hija nació un
7 y mi hijo un 12, que es 7 más 5. En el universo nada es casual y todo está
relacionado. Tengo el presentimiento de que será un año sumamente favorable y
feliz, no solo para mí, sino para la humanidad. Pido a Dios y a nuestra querida
virgencita de la Caridad del Cobre que así sea. Para todos los cubanos y los
hermanos de todo el mundo.
Para ello debemos abrir
nuestros corazones al amor. Al más puro y regocijante amor, el que se entrega
sin pedir nada a cambio porque el premio es, justamente, sentir esa inefable
sensación de amar.
Bienvenido entonces este
año. Gracias por la vida, hoy y siempre.
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