martes, 2 de abril de 2013

LA VELA DE SEBO (Hans Christian Andersen)


(Tomado de http://www.lagranepoca.com/)

Hoy 2 de abril cumple 208 años el destacado autor Hans Christian Andersen, quien dedicó la mayor parte de su obra para los más jóvenes y lectores.
Su obra ha trascendido y se ha perpetuado no solo como textos literarios, sino en las múltiples adaptaciones teatrales, cinematográficas, en las artes plásticas y la música.
Antológicas son sus obras La sirenita, El patico feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos, La reina de las nieves
Con su vida y sus historias se ha convertido en una figura legendaria. Alcanzó en vida el éxito y recorrió Europa, siendo mimado por muchos soberanos de la época y por sus lectores.
Mucho se ha escrito sobre él pero, hace muy poco, en diciembre del 2012, «Un investigador danés que buceaba en los archivos familiares de Hans Christian Andersen encontró por casualidad un manuscrito de 700 palabras bajo el título La vela de sebo, que acaba de ser autentificado por varios especialistas. La importancia del hallazgo radica en que además de inédito, la historia de una vela que tiene muchos problemas para encontrar su lugar en el mundo, podría ser uno de los primeros cuentos del prolífico autor danés»¹.
Ante el descubrimiento de este manuscrito, probablemente escrito en la década de los años 20 del siglo XIX, lo que indicaría que fue escrito primero que sus importantes y reconocidas obras antes mencionadas. Entonces, qué mejor homenaje que dar a conocer el texto descubierto a sus lectores este día, mientras celebramos el Día Internacional del Libro Infantil,  para que sigamos soñando y vibrando con sus humanas y hermosas historias. Es, como toda su obra, un llamado a no dejarnos guiar por las falsas apariencias y creer en la belleza interior, de que cada quien debe encontrar en la vida su lugar y cumplir su cometido. Es el alma de Andersen, su arte literario y su profunda visión humanista y espiritual, la que late en esta historia. He aquí entonces,
LA VELA DE SEBO
Hervía y bullía mientras el fuego llameaba debajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.
La oveja, una preciosa ovejita, era la madre de la vela, y el crisol era su padre. De su madre había heredado el cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una vaga idea de la vida; y de su padre había recibido el ansia de ardiente fuego que atravesaría médula y hueso… y fulguraría en la vida.
Sí, así nació y creció cuando con las mayores, más luminosas expectativas, así se lanzó a la vida. Allí encontró a otras muchas criaturas extrañas, a las que se juntó; pues quería conocer la vida y hallar tal vez, al mismo tiempo, el lugar dónde más a gusto pudiera sentirse. Pero su confianza en el mundo era excesiva; este solo se preocupaba por sí mismo, nada en absoluto por la vela de sebo; pues era incapaz de comprender para qué podía servir, por eso intentó usarla en provecho propio y cogió la vela de forma equivocada, los negros dedos llenaron de manchas cada vez mayores el límpido color de la inocencia, que al poco desapareció por completo y quedó totalmente cubierto por la suciedad del mundo que la rodeaba, había estado en un contacto demasiado estrecho con ella, mucho más cercano de lo que podía aguantar la vela, que no sabía distinguir lo limpio de lo sucio… pero en su interior seguía siendo inocente y pura.
Vieron entonces sus falsos amigos que no podían llegar hasta su interior, y furiosos tiraron la vela como un trasto inútil.
Y la negra cáscara externa no dejaba entrar a los buenos, que tenían miedo de ensuciarse con el negro color, temían llenarse de manchas también ellos… de modo que no se acercaban.
La vela de sebo estaba ahora sola y abandonada, no sabía qué hacer. Se veía rechazada por los buenos y descubría también que no era más que un objeto destinado a hacer el mal, se sintió inmensamente desdichada porque no había dedicado su vida a nada provechoso que, incluso, tal vez había manchado de negro lo mejor que había en torno suyo, y no conseguía entender por qué ni para qué había sido creada, por qué tenía que vivir en la tierra, quizá destruyéndose a sí misma y a otros.
Más y más, cada vez más profundamente reflexionó, pero cuanto más pensaba, tanto mayor era su desánimo, pues a fin de cuentas no conseguía encontrar nada bueno, ningún sentido auténtico en su existencia, ni lograba distinguir la misión que se le había encomendado al nacer. Era como si su negra cubierta hubiera velado también sus ojos.
Mas apareció entonces una llamita: un mechero; este conocía a la vela de sebo mejor que ella misma; porque el mechero veía con toda claridad -a través incluso de la cáscara externa- y en el interior vio que era buena; por eso se aproximó a ella, y luminosas esperanzas se despertaron en la vela; se encendió y su corazón se derritió.
La llama relució como una alegre antorcha de esponsales, todo estaba iluminado y claro a su alrededor, e iluminó al camino para quienes la llevaban, sus verdaderos amigos… que felices buscaban ahora la verdad ayudados por el resplandor de la vela.
Pero también el cuerpo tenía fuerza suficiente para alimentar y dar vida al llameante fuego. Gota a gota, semillas de una nueva vida caían por todas partes, descendiendo en gotas por el tronco cubierto con sus miembros: suciedad del pasado.
No eran solamente producto físico, también espiritual de los esponsales.
Y la vela de sebo encontró su lugar en la vida, y supo que era una auténtica vela que lució largo tiempo para alegría de ella misma y de las demás criaturas.

tlaquepaque.olx.com.mx 


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