PLAZA DE SAN FRANCISCO, LA HABANA VIEJA |
La villa de San Cristóbal se
fundó en el año 1515 en la desembocadura del río Mayabeque, en el lugar
conocido hoy como Batabanó. Fue fundada por Diego Velázquez y el nombre se
debió al santo de igual nombre y se especula que quizás el adelantado quiso
recordar al propio Cristóbal Colón. No obstante, San Cristóbal era el patrón de
los navegantes, por lo cual sería apropiado señalar este detalle como el origen
del nombre, o quizás se debe a ambos.
A causa del clima, malsano por
los insectos y las características del lugar (más bien pantanoso), se trasladó
a la desembocadura del Almendares, luego a La Chorrera y, finalmente, en 1519
la villa se trasladó para el sitio que hoy ocupa, celebrándose el 16 de noviembre
la primera misa y el primer cabildo de la ciudad, cerca del mar, en el lugar
donde se erigió El Templete, nombrándola San Cristóbal de La Habana.
Según las historias, Habaguanex
fue un cacique taíno cuyas tierras se extendían desde lo que conocemos hoy por
el Mariel hasta Matanzas y se dice que su esposa era conocida por Habana.
Existen evidencias del encuentro del cacique Habaguanex con Pánfilo de Narváez
y Fray Bartolomé de Las Casas.
Seguramente el hecho de estar
junto a la bahía, la cual le confirió en aquellos momentos una ubicación estratégica
muy útil a la corona española, tuvo mucho que ver con el emplazamiento de la
ciudad.
Llegó a ser la capital del Nuevo
Mundo, sitio donde carenaban y se concentraban las naves españolas antes de
partir para la metrópoli, llevando las riquezas de las tierras ocupadas, como
medida de protección ante supuestos ataques, lo cual fue dispuesto por los
reyes de España a través de un real decreto de 1561y que se conoció como Flota
de Indias.
En 1592 fue declarada ciudad por Felipe II y en 1634 se
le declaró Llave del Nuevo Mundo y
Salvaguarda de las Indias Orientales.
Para proteger y defender la
ciudad fueron construidas tres fortalezas, las cuales aparecen reflejadas en el
escudo de la ciudad: La Punta, El castillo de los Tres Reyes del Morro y el
castillo de La Fuerza.
A pesar de estar defendida, en
1762 fue ocupada por los ingleses, aliados de Francia que habían declarado la
guerra a España. Once meses duró la ocupación británica y hubo un canje de la
Florida, en manos españolas, a cambio de retirarse de La Habana.
Quien visita la ciudad puede
notar que es una de las ciudades mejor conservadas de Hispanoamérica, donde ha
existido una vocación muy fuerte de proteger su patrimonio. Una ciudad done los
diversos estilos arquitectónicos, desde el barroco hasta el art decó coexisten
en feliz y hermosa armonía.
En la suntuosidad de sus
palacios, plazas, catedrales, paseos y otras construcciones, se evidencia la
opulencia económica que vivió y cómo esa condición de puerto abierto al
comercio y al intercambio la dotó de un espíritu multicultural, tanto en
apariencia como en la convergencia de razas, creencias y costumbres.
Muchos hablan de La Habana y la
añoran, o se quejan de sus edificios destartalados que se codean con esos
mismos que en la línea del Malecón, exhiben sus columnas neoclásicas, capiteles
y fachadas pintadas hermosamente, románticos a la luz de los faroles que le dan
ese aire de paseo decimonónico que también tiene su prado, pero ciertamente
nadie duda que La Habana es una ciudad con alma, con olores que la diferencian
de cualquier otra urbe que se conozca y claro, una ciudad que enamora.
Los artistas le han cantado, los
cineastas, fotógrafos y pintores han atrapado con más o menos acierto su
belleza y su luz; los poetas y narradores han llenado de páginas su geografía
contando y cantando sus miserias, sus luces y sombras, su maravillosa unicidad…
todos la hemos amado. En sus calles nos enamoramos; en sus cementerios, que son
obras de arte, lloramos y enterramos a seres queridos; aprendimos a amar la
Patria, a cuidarla; a trabajar y a alimentar la savia de los hombres buenos que
tantas personas ilustres nos legaron; conocimos a José Martí y a Félix Varela;
andamos la Habana con ese digno hijo que es Eusebio Leal; pudimos escuchar los
silencios de sus adoquines y los cantos lacerantes de esclavos o los
triunfantes de la ópera y el arte inigualable del mejor teatro.
Nacidos en ella o adoptados,
cubanos de todas las edades han vivido, trabajado, amado y hecho de esa ciudad
de ensueño su talismán contra la tristeza y la encarnación de sus nostalgias.
Este 16 de noviembre no estaré
en La Habana, pero desde otra isla del Caribe, pediré un deseo al rodear con
mis pensamientos la ceiba imaginaria: que algún día sea La Habana tan próspera
y hermosa como la hemos soñado y que desde esa fortaleza donde cada noche
retumba el sonido del cañonazo, podamos contemplar siempre nuestra bella ciudad, la de todos los cubanos del mundo, con ojos jubilosos y el corazón en paz.
GALERÍA DE FOTOS
Una linda habanera junto al caballero de París |
Mesón El fraile |
Catedral de La Habana |
Paseo del Prado |
Plaza de San Francisco |
Convento de San Francisco |
Plaza de la Catedral |
Malecón habanero |
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