jueves, 20 de marzo de 2025

¿PRIMAVERA U OTOÑO?

Mujer con sombrilla, Claude Monet.



El equinoccio de primavera marca formalmente el inicio de esta estación y ocurre cuando el Sol se encuentra directamente sobre el ecuador terrestre. En esta fecha, el día y la noche tienen prácticamente la misma duración en todo el mundo. Esto sucede porque la inclinación del eje de la Tierra es de 23.5 grados y durante el equinoccio, ambos hemisferios reciben la misma cantidad de luz solar. En el hemisferio norte, este evento ocurre alrededor del 20 o 21 de marzo, mientras que en el hemisferio sur, tiene lugar en septiembre.

En este año 2025 es hoy, 20 de marzo, el día del equinoccio de primavera. Nuestro planeta se prepara para recibir la florida y soleada estación en el hemisferio norte mientras en el sur se da la bienvenida al equinoccio de otoño y se apresta a recibir las bajas temperaturas del invierno.

La llegada del equinoccio de primavera ha sido motivo de celebración en diversas civilizaciones a lo largo de la historia. Para muchas culturas antiguas, este evento simbolizaba la renovación, la fertilidad y el renacimiento de la naturaleza, ya que los días empiezan a ser más largos y las temperaturas más cálidas, lo que favorece la siembra y el crecimiento de las cosechas. Ejemplos de festividades relacionadas con el equinoccio son el Nowruz, el Año Nuevo persa, y las ceremonias de los mayas, que construyeron templos como el de Kukulkán, en Chichén Itzá, para alinearse con este fenómeno.

Desde el punto de vista astronómico y espiritual, el equinoccio de primavera también se asocia con un equilibrio simbólico, ya que representa el balance entre la luz y la oscuridad. Es un momento ideal para la introspección y para marcar nuevos comienzos, tanto a nivel personal como colectivo. Muchas personas aprovechan este tiempo para establecer nuevas metas y objetivos, con la esperanza de que, al igual que la naturaleza, sus proyectos florezcan y se desarrollen en los meses venideros.

Los celtas celebraban el equinoccio de primavera con festividades vinculadas al despertar de la naturaleza y el renacimiento de la vida tras el invierno. Una de las celebraciones más importantes asociadas a este evento era la fiesta de Ostara, un festival que honraba a la diosa Eostre (o Ostara), la deidad germánica de la primavera, la fertilidad y el amanecer. Ostara simbolizaba el nuevo ciclo de vida, el florecimiento de la tierra y la fertilidad de los campos, por lo que se le ofrecían rituales para atraer la abundancia en las cosechas y el bienestar de las comunidades.

Durante esta celebración, los celtas realizaban rituales al aire libre, en los que encendían fuegos para simbolizar la luz y el calor del Sol, que comenzaba a ganar fuerza tras el invierno. También llevaban a cabo ofrendas de flores y huevos pintados, símbolos de fertilidad y renovación, que se colocaban en altares y se utilizaban en diversos rituales. Los huevos, al igual que hoy en día en las celebraciones modernas como la Pascua, eran un símbolo de la vida que comienza a surgir con la llegada de la primavera.

Los celtas también realizaban danzas y cánticos en honor a la naturaleza y a los ciclos de la vida. Esta festividad no solo era una oportunidad para conectar con la tierra y pedir una buena cosecha, sino también para agradecer por la renovación de la vida y el equilibrio que traía el equinoccio, un momento de armonía entre la luz y la oscuridad. La celebración de Ostara era tanto una fiesta espiritual como un momento de unión social, donde la comunidad se reunía para celebrar el inicio de un nuevo ciclo de abundancia y crecimiento.

Entre los pueblos nórdicos, el equinoccio de primavera también era un momento significativo, aunque no se celebraba de la misma forma que en otras culturas europeas como la celta. Los nórdicos, quienes vivían en una región con inviernos largos y duros, veían en la llegada de la primavera una ocasión importante para marcar el renacimiento de la naturaleza y el retorno de la fertilidad a la tierra. Si bien no existe un festival específico exclusivo del equinoccio en la mitología nórdica, este evento se entrelazaba con otras festividades vinculadas al ciclo agrícola y las deidades relacionadas con la fertilidad, como Freya y Freyr.

Freya, diosa del amor, la fertilidad y la belleza, era una figura clave durante las celebraciones primaverales. Los nórdicos realizaban ofrendas a Freya para pedir su favor en el crecimiento de las cosechas y en la fertilidad de la tierra. Freyr, por su parte, era el dios de la prosperidad, la fertilidad y las cosechas, y también jugaba un papel importante en estas festividades. En honor a estas deidades, se celebraban banquetes, se hacían sacrificios de animales y se realizaban rituales para asegurar una primavera fértil y una buena cosecha en los meses venideros.

Otra tradición vinculada a la llegada de la primavera era la encendida de hogueras para simbolizar la victoria de la luz sobre la oscuridad, algo muy relevante en las regiones nórdicas debido a la extrema diferencia entre las largas noches de invierno y los días más largos de la primavera y el verano. Estas hogueras servían no solo para iluminar y calentar las comunidades, sino también como una forma de purificación y protección contra los espíritus malignos o las fuerzas oscuras que pudieran haberse acumulado durante el invierno. Aunque los nórdicos no tenían una festividad tan estructurada como el Ostara celta, su conexión con la naturaleza y los ciclos estacionales se reflejaba profundamente en su espiritualidad y su vida diaria.

De alguna manera, la primavera siempre simboliza la alegría, el optimismo y el florecimiento de la naturaleza mientras que el otoño se asocia a la melancolía de las hojas que caen, dejando los troncos desnudos, el gris de los días nublados y plomizos…
Pero quiero creer que aun con el otoño, en las almas puede existir la más cálida de las primaveras.

lunes, 10 de marzo de 2025

UN VERSO CON RITMO DE PRIMAVERA



Ha llegado marzo, el mes de la primavera, y con él los días se alargan, el aire se llena de aromas frescos y la naturaleza despierta de su letargo invernal. Las flores comienzan a brotar, tiñendo los jardines de vibrantes colores, mientras los árboles renuevan su follaje, anunciando la llegada de una nueva temporada de esperanza.

Es el momento en que las aves regresan de su migración, llenando el cielo con su canto, y el sol brilla con más fuerza, invitándonos a salir y disfrutar del calor suave y las suaves brisas que acarician el rostro. Marzo es también el mes de la introspección, cuando, al igual que la naturaleza, nos preparamos para renacer, dejando atrás lo viejo y abrazando lo nuevo con ilusión y energía.

Este mes, la primavera nos invita a reconectar con nuestro entorno y con nosotros mismos, a sembrar nuevas metas ya florecer en todas las áreas de nuestra vida. ¡Bienvenida, primavera!

Marzo es también el mes de la poesía, cuando las palabras florecen como versos que se deslizan suavemente, llenos de ritmo y emociones. Con la llegada de la primavera, la naturaleza parece inspirar a los poetas, quienes encuentran en el renacer de la vida una fuente inagotable de metáforas, simbolismos y sentimientos.

La poesía, como la primavera, despierta los sentidos y el alma. En marzo, los poetas nos invitan a detenernos, a observar el mundo con ojos nuevos ya sentir profundamente lo que nos rodea: el trino de un pájaro, el perfume de una flor o la calidez del sol al amanecer. Cada palabra, cada verso, es una pequeña semilla que germina en el corazón, llevándonos a reflexionar sobre la vida, el amor, la naturaleza y los sueños.

Este mes es un homenaje a aquellos que han sabido traducir la belleza del mundo en palabras, y una invitación para que todos encontremos poesía en lo cotidiano. Porque, al fin y al cabo, la poesía está en todas partes, solo hace falta abrir el alma para recibir con calidez sus efluvios.

Para los romanos, los idus de marzo eran una fecha clave dentro de su calendario. Los idus se referían al día 15 de marzo, un momento cargado de significado tanto en el ámbito religioso como en el político. Originalmente, los idus de marzo marcaban el primer día de la primavera en el calendario romano y estaban dedicados a la deidad Júpiter, el dios supremo de la mitología romana. En esta fecha, se celebraban festivales y procesiones en honor a Júpiter, y también se consideraba un momento propicio para saldar deudas.

Sin embargo, los idus de marzo adquirieron una relevancia histórica especial debido a un acontecimiento trágico y decisivo: el asesinato de Julio César en el año 44 a. C. En ese día fatídico, César fue apuñalado por un grupo de senadores en el Teatro de Pompeyo, un hecho que marcó el fin de la República romana y el inicio de una serie de conflictos que culminaron en la configuración del Imperio romano bajo el gobierno de su sobrino e hijo adoptivo, Augusto.

La expresión "¡Cuídate de los idus de marzo!" se volvió famosa gracias a la obra de William Shakespeare Julio César. Shakespeare utiliza esta advertencia, "¡Cuídate de los idus de marzo!", como un elemento premonitorio que añade tensión y dramatismo a la trama, subrayando el tema del destino inevitable y las consecuencias de la ambición política. La frase ha trascendido la obra, convirtiéndose en una expresión simbólica que evoca traición, peligro inminente y el inexorable cumplimiento del destino. Hoy en día, "los idus de marzo" se recuerdan no solo por el asesinato de César, sino también como un recordatorio de que incluso los más poderosos pueden sucumbir a las conspiraciones y la traición.

La primavera besaba…


La primavera besaba

suavemente la arboleda,

y el verde nuevo brotaba

como una verde humareda.

 

Las nubes iban pasando

sobre el campo juvenil...

Yo vi en las hojas temblando

las frescas lluvias de abril.

 

Bajo ese almendro florido,

todo cargado de flor

-recordé-, yo he maldecido

mi juventud sin amor.

 

Hoy en mitad de la vida,

me he parado a meditar...

¡Juventud nunca vivida,

quién te volviera a soñar!

                   Antonio Machado



Mariposa


Quisiera

hacer un verso que tuviera

ritmo de primavera;

que fuera

como una fina mariposa rara,

como una mariposa que volara

sobre tu vida, y cándida y ligera

revolara

sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera

y al fin su vuelo absurdo reposara

–tal como en una roca azul de la pradera–

sobre la linda rosa de tu cara… 

Quisiera

hacer un verso que tuviera

toda la fragancia de la Primavera

y que cual una mariposa rara

revolara

sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.

                                  Nicolás Guillén



¡De qué callada manera

se me adentra usted sonriendo,

como si fuera

la primavera!

(yo, muriendo.)

Y de qué modo sutil

me derramó en la camisa

todas las flores de abril.

¿Quién le dijo que yo era

risa siempre, nunca llanto,

como si fuera

la primavera?

(no soy tanto.)

En cambio, ¡qué espiritual

que usted me brinde una rosa

de su rosal principal!

¡de qué callada manera

se me adentra usted sonriendo,

como si fuera

la primavera!

(yo, muriendo.)

                    Nicolás Guillén


miércoles, 12 de febrero de 2025

TEMPUS FUGIT

 



Esta locución latina se traduce como « el tiempo vuela»o «el tiempo se escapa»... 

A menudo pensamos en el tiempo en términos grandes: años, décadas, siglos, pero lo que realmente se nos escapa son esos pequeños momentos del día a día. Las risas durante una comida con amigos, el café que te tomas por la mañana mientras el sol apenas se levanta. Esos momentos no se repiten, y cuando nos damos cuenta, ya son solo recuerdos que se disuelven, la mayor parte del tiempo, en el transcurrir de las horas.

Es curioso, pero parece que cuanto más crecemos, más rápido se nos va el tiempo. Cuando éramos niños, los veranos parecían eternos y las vacaciones escolares duraban una vida. Sin embargo, a medida que envejecemos, los años parecen desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos.

¿Por qué? Hay algunas teorías interesantes sobre esto. Una de ellas es que, cuando somos pequeños, cada experiencia es nueva y emocionante, lo que hace que el cerebro preste más atención y lo perciba como si durara más. A medida que crecemos, nuestras rutinas se vuelven más predecibles, y nuestro cerebro deja de registrar cada momento con la misma intensidad. Esto crea la ilusión de que el tiempo se acelera, pero sigue siendo el mismo tiempo contado en segundos, minutos y horas.

También está la idea de que cuanto más años acumulamos, cada nuevo año representa una fracción más pequeña de nuestra vida total. A los cinco años, un año es el 20 % de tu vida. Pero a los 50, es solo el 2 %. Esto podría explicar la sensación de  que los días se nos escapan más rápido a medida que envejecemos.

¿Será que valoramos más el tiempo cuando la vida pasa? Quizás la razón por la que sentimos que el tiempo pasa más rápido es porque, a medida que vivimos más, empezamos a darnos cuenta de su verdadero valor. En la juventud, tendemos a dar el tiempo por sentado; creemos que siempre habrá más oportunidades, más momentos, otros "después". El final de la vida se nos antoja lejos, muy lejos, pero a medida que avanzamos, nos damos cuenta de que esos "después" no siempre llegan.

Es como si, con los años, hayamos aumentado nuestra capacidad de notar lo efímero que realmente es el tiempo. Las responsabilidades crecen, y con ellas, la conciencia de que no podemos detener el reloj. Es en ese momento cuando empezamos a valorar más los pequeños instantes, aquellos que tal vez antes pasábamos por alto: una charla con un amigo, un atardecer que te sorprende, saborear en las mañanas un café...

Tal vez no es que el tiempo pase más rápido, sino que simplemente empezamos a apreciar su paso, porque somos más conscientes de su valor.

Sobre la brevedad de la vida, su paso y el tiempo, trata este poema de Rosalía de Castro:

Hora tras hora, día tras día

Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?


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