sábado, 23 de enero de 2016

JOSÉ DIAZ ROQUE: ENTRE EL ENSAYO Y LA POESÍA



Hoy es 23 de enero y José Díaz Roque (Jose, como todos le decíamos) hubiera cumplido 63 años. Nació cinco días antes del centenario del apóstol, en el año 1953, hecho que lo marcó para siempre. Recuerdo que en el año 1995, cuando cumplió 42 años, pensaba que iba a repetirse el destino del maestro y que no viviría más. Por suerte para todos vivió más; no todo cuanto hubiéramos querido, ya que su partida fue prematura y aún nos parece que no es cierta, pero hoy me la he pasado leyendo algunos fragmentos de su ensayo sobre Chacón y Calvo, algunos de sus artículos o editoriales para la revista Ariel, la cual dirigió hasta su muerte, y el libro de poemas inéditos Inevitables, el cual me entregara para que leyera y viera si se publicaba por acá. Por ser inédito no adelanto ninguno de los poemas, pues no me siento autorizada para hacerlo sin que él esté. La mayoría son haikais, como le gustaba llamarlos.
Debo buscar otro libro suyo de poesía que hoy no encontré para incluir aquí algunos poemas. Hoy solo quiero nombrarlo y recordarlo; decirle que en cualquier dimensión donde esté estará mirando que nos hace una falta sin fondo, como dijera Vallejo en su poema… e imagino que en la biblioteca de Cienfuegos, en la UNEAC, en su iglesia, lo recuerden y sientan que en cualquier momento va a aparecer y con aquella voz estentórea suya nos llamará… a mí me parece escuchar: ¡¡¡Mirtha González!!!, así con nombre y apellido.

El ensayista incisivo, el delicado poeta, el investigador acucioso, se ha marchado para que aprendamos a vivir sin él. Le gustaba lanzar retos, pero de todos este es el más difícil.


La última vez que compartimos fue en nuestra amada biblioteca, en el 2014, Revelando a Gertrudis Gómez de Avellaneda en el Bicentenario de su natalicio. Nos sentamos juntos en la sala general y luego de hacer la presentación de los integrantes del panel nos sentamos a escuchar y comentar lo que se iba diciendo.

Pero hoy quiero recordarlo lleno de vida y del fuego que lo animaba a hacer siempre de todo, buscando la perfección, meticulosamente brillante.


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