jueves, 17 de diciembre de 2015

EL ESPIRITU DE LA NAVIDAD


Desde que la natividad de Jesús es celebrada el 25 de diciembre y constituye una de las fechas de la religión cristiana, muchas han sido las obras del arte y la literatura cuyo tema han tenido precisamente el nacimiento del niño Jesús o su celebración de acuerdo con las tradiciones seguidas en cada uno de los países.

Así como el solsticio de verano es el momento en que el sol se encuentra más cerca del ecuador celeste, el solsticio de invierno es el instante en que el sol se encuentra a mayor distancia angular de ese punto, variando la fecha de acuerdo con el hemisferio terrestre, ya sea el norte o el sur. De ahí que en el norte ocurra entre el 20 y 23 de diciembre y en el sur, entre el 20 y 23 de junio.

Coincidentemente es muy cercana al solsticio de invierno la fecha de la Navidad, lo cual aparece tratado en otra entrada del blog del año 2012 que puede ser consultada en el enlace (http://lanocheenelbolsillo.blogspot.com/2012/12/leyendas-sobre-la-navidad.html) para no hacer extensa la cita.

Como es natural, esta fecha y el acontecimiento que celebramos una buena parte de los seres humanos en todo el mundo, ha inspirado a los escritores y artistas a crear obras que refieran sucesos o historias alrededor de esta fecha.

Así tenemos que uno de los más famosos es Cuento de Navidad, de Dickens, pero tenemos La vendedora de fósforos, de Andersen, Cascanueces, de Tchaikovsky y muchos otros.

El espíritu de la Navidad es un duende suelto que nos hace travesuras y nos incita  a estar junto al calor del hogar y la familia. Celebremos la Navidad y despidamos este año con todo el amor que hay en nuestros corazones.

lunes, 14 de diciembre de 2015

PERUSO: EN BUSCA DE LA ESCOBA


No puede negarse que Peruso sabe hacer las cosas. Al otro día, en el patio de la escuela, se va con la pandilla al terreno de pelota. Allí, en la arena del home empieza a dibujar el plan para encontrar la escoba.
Raulín está impresionado. Con una rama, Peruso hace con un rectángulo el apartamento de Lázaro.
─Ahora vamos a ver, por cada lugar, cualquier escondite donde pueda tener tu mamá la escoba, Lazarito ─explica Peruso.
Osvaldo piensa que esto es una exageración.
─ ¿Para qué hace falta el dibujo? ─pregunta.
La cabeza de Peruso parece decir “¡perdónenlo, no sabe lo que dice!”.Así y todo, se llena de paciencia y le explica.
─Antes de ir a una batalla, los grandes generales siempre estudiaban la táctica a seguir. Hay que tener muy claro el tamaño del terreno enemigo, los accidentes del terreno que se pueden aprovechar para cumplir la misión, y otros detalles. Eso me lo explicó mi abuelo.
─!Ah! Resulta que encontrar la escoba es una operación militar.
Peruso sigue serio.
─Si tú quieres, piensa que es un juego, bobo. Esa escoba es más poderosa que un cañón, seguro. Tú no sabes el poder que da a las brujas. A ver ─se vuelve hacia Lázaro─, ve diciéndome donde hay un armario, alguna puerta que esté prohibido abrir, cualquier cosa.
Van señalando en el plano los posibles escondites de la escoba. Al final, se ponen de acuerdo para revisar la casa el domingo. Lazarito está impaciente, porque faltan cuatro días, pero no hay otra forma: es el día que su mamá va a la peluquería.
Llega el momento esperado y la pandilla está escondida en la escalera. Cuando la mamá de Lázaro sale, suben corriendo. Lazarito les abre.
En el balcón del fondo hay un estante alto, con candado, que él solo no puede abrir. Empujan la mesa de la cocina hasta allí. Lázaro va probando las llaves, hasta que encuentra la del candado. Sacan unos cuantos trastos, un rollo de soga, una lata de pintura y ven, en lo último, una funda de tela. Desamarran el cordel y sacan la funda.
Lazarito está asombrado. ¡Era verdad! Aquí está la escoba, pero se ve vieja, y no es como las que venden en las tiendas.
─Es una escoba de palmiche ─les dice Osvaldo─. En el pueblo de mi abuela hay un viejito que las hace.
─¿Tù crees que sea una escoba de bruja, Peruso? ─pregunta Lázaro.
Peruso duda. No puede estar seguro.
─Pero es muy sospechoso que la tenga así, tan bien guardada, sin usarla para barrer. Por si acaso, yo me la llevo y la guardamos en el garaje de Raulín. Después veremos.
Pasa una semana. El dos de abril la pandilla está preocupada. Lazarito no ha llegado a la escuela. Empiezan a cuchichear.
─Es muy raro ─dice Luis Enrique─. ¿Y si la bruja le ha hecho daño? A lo mejor eso de que el papá de Lazarito está muerto es un cuento. Y nunca vienen los tíos de visita, ni abuelos. ¿La bruja se lo habrá robado a los padres verdaderos?
La maestra los manda a callar.
Peruso está preocupado. ¿De verdad estará pasando algo malo? A la hora del receso se escapan de la escuela y van a buscar a Lázaro. Silban desde abajo.
Oyen cómo se abre la puerta y unos pasos en la escalera. Es Lázaro. En la cara se ve que estuvo llorando.
─Raulìn, tráeme rápido la escoba ─pide con voz ronca.
Raulín mira a Peruso y sale corriendo, sin esperar respuesta.
─ ¿Qué pasa? ─le pregunta Peruso.
─Mi papá no está muerto ─responde Lázaro.
Los amigos cambian miradas.
─Se fue de la casa cuando yo nací ─aclara él.
─ ¿Y la escoba? ─pregunta Osvaldo.
─Es un regalo de la abuela de mi mamá. El único recuerdo de ella que le queda.
En eso se asoma la mamá de Lazarito. Tiene los ojos hinchados y rojos, como si tuviera alergia. Él sube para su casa.
Enseguida empiezan las opiniones y las preguntas. Que si las brujas no se enferman, que si la escoba no es de bruja dónde está la verdadera, que si el padre se fue de la casa cuando supo que era bruja, que si…
Peruso tiene la mirada ausente.
─Me doy cuenta ahora que no siempre son las escobas quienes hacen a las brujas. Parece que las cosas tristes pueden volver bruja a una buena mamá. Ahora tenemos que ayudarla a ser una mamá como las de nosotros.


Y vuelven al aula, brincando la cerca del patio.

CUBA Y SU CULTURA: LA PATRIA ÚNICA Y DIVERSA

Naturaleza muerta sobre ocre. Amelia Peláez


En el calendario universal hay fechas que se destinan a conmemorar diferentes eventos sociales, geográficos, culturales, en fin… humanos. Luego, cada país tiene sus propias fechas simbólicas para festejar, recordar o rendir tributo. Por eso, los trabajadores de cada esfera de la sociedad dedican un día cada doce meses a enaltecer su actividad, aunque la realicen todos los días o, al menos, los días hábiles.
Hay profesiones u ocupaciones que no se desempeñan por unas horas ni están reducidas a una jornada de trabajo específico. Puedo mencionar muchas. Los médicos, quienes en su casa son solicitados para atender dolencias del cuerpo y del alma, los albañiles, plomeros, electricistas, periodistas, informáticos, peluqueros… y así, una lista interminable.
Entre quienes no descansan están los trabajadores de la cultura, los verdaderos, no los que ocupan una plaza en cualquier nómina de una institución cubana. Esos que, hasta en sus momentos de descanso, piensan en cómo hacer algo diferente, crean nuevos proyectos, escriben, componen música, ensayan un paso de danza o una coreografía, arman un personaje, se ofrecen y van a los lugares más increíbles a entregar su arte y su talento porque suben lomas, van a recónditos parajes, cargan mochilas con libros a sus espaldas o suben en renqueantes camiones hasta las apartadas zonas de silencio.
Por esos trabajadores, que alimentan con ambrosía el espíritu humano, en Cuba se ha dedicado esta fecha a rendirle homenaje. Más allá de las razones por las cuales se escogió este día y no otro, lo esencial es rendir tributo a quienes, consciente o inconscientemente, han dedicado su talento y trabajo a favor de una cultura que constituye la esencia del pueblo cubano.
Saludemos entonces este día con un himno vibrante, emanado de la admiración y el orgullo por quienes crearon y crean las expresiones más hermosas del ingenio humano para la recreación de los sentidos y el alimento del alma. Artistas y escritores, intelectuales todos, además, las personas que desde las más humildes o cimeras posiciones facilitan y sostienen con honrada valentía la creación y el pensamiento que es raíz nutricia de la cultura, esa que con vocación humanista constituye la base de nuestra ética ciudadana y nos hace ser iguales y diversos en el universo cosmopolita que habitamos.
Y para aquilatar la dimensión de su valor, nuestro apóstol sentenció: La madre del decoro, la savia de la libertad. el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura.










martes, 8 de diciembre de 2015

MENSAJE A PETER PAN



Tu sombra Peter Pan,
con la aguja de sueños
que los niños me dan,
he cosido al recuerdo
con hilo y un dedal.

Inventa un talismán
mientras fabricas versos
y Garfio, el capitán,
sale a robar los cuentos
y se encuentra un dedal.

Te digo, Peter Pan
que si por tu regreso
algún tesoro dan
no voy a darte un beso:
yo te daré un dedal.





lunes, 7 de diciembre de 2015

ANTONIO MACEO Y GRAJALES: MENDIGAR DERECHOS ES PROPIO DE COBARDES




 
Muerte de Maceo (Armando García Menocal)



Antonio de la Caridad Maceo Grajales, conocido por su epíteto de El Titán de Bronce, nació el 14 de junio de 1845 en la otrora calle Providencia No. 16, hoy Calle Los Maceos No. 207, Santiago de Cuba; hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales. En su partida de bautismo, registrada en la iglesia Santo Tomás Apóstol, en el libro de pardos no. 17, folio 126, número 212 y en el Acta firmada por Dominga Maceo Grajales (hermana suya) en 1926, donde confirma el nacimiento de su hermano en esa casa de la antigua calle Providencia No. 16. 
Fue uno de los héroes indiscutibles del Ejército Libertador de Cuba, al cual se incorporó desde la fecha fundacional en que Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos, alcanzando el grado de Lugarteniente General del Ejército Libertador. Un día como hoy, cayó en San Pedro de Punta Brava: el 7 de diciembre del 1896. Con él murió, además, Panchito Gómez Toro, su asistente personal e hijo de Máximo Gómez.

Antonio Maceo fue uno de los líderes cubanos que rechazó la firma del Pacto del Zanjón, el cual puso fin a la Guerra de los Diez años. Él y algunos otros mambises se reunieron con Arsenio Martínez Campos en Mangos de Baraguá, el 15 de marzo de 1878 para discutir los términos de la paz, pero Maceo protestó estos términos porque no cumplían con ninguno de los objetivos de los independentistas: la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba. El único beneficio era la amnistía para los que habían luchado y la manumisión para los negros que habían peleado en el Ejército Libertador. Maceo no reconoció este tratado y no se acogió a la amnistía. Este encuentro, considerado una de las páginas más dignas de la historia de Cuba, se conoce como La Protesta de Baraguá.

Participó en alrededor de 600 acciones combativas, de ellas unos 200 combates y batallas importantes. Estuvo en las tres guerras libradas en el siglo XIX por los cubanos: la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra de Independencia.
Entre sus grandes proezas estuvo la Invasión a Occidente (22 de octubre de 1895 al 22 de enero de 1896), que llevó la guerra desde el oriente del país a Mantua, Pinar del Río, en la parte occidental.
Luego del fracaso de la Guerra Chiquita en 1880, el general Antonio Maceo aceptó los consejos del general Máximo Gómez, quien residía en Honduras desde el 5 de febrero de 1879, para viajar a ese país. Por esas razones, procedente de Jamaica arribó a esa nación centroamericana el 20 de julio de 1881, como también lo hicieron después otros patriotas.
Allí se desempeñó como general de división en el Estado Mayor General del Ejército de Honduras, y asumió la Comandancia Militar de Tegucigalpa. También fue Juez Suplente del Tribunal Supremo de Guerra en ese país y lo nombraron Comandante de los Puertos de Puerto Cortés y Omoa con residencia en el primero, en julio de 1882.
Desde la ciudad de San Pedro Sula, en Honduras, escribe el 13 de junio de 1884 una carta al patriota cubano José Dolores Poyo, quien era entonces director del periódico independentista El Yara, de Cayo Hueso, en los Estados Unidos de Norteamérica:

San Pedro, junio 13 de 1884.
Sr. Director de El Yara
Cayo Hueso.
Distinguido compatriota:
Conseguido el objeto de mis pretensiones políticas, de que me doy enhorabuena, puedo decir con franqueza que estamos de plácemes. No hay uno solo de nuestros antiguos compañeros de armas que no piense en los días de gloria que darán a la Patria, desenvainando su espada con el Vencedor de las Guásimas y Naranjo.
Acá en mi retiro, y cuando preparaba unir mis pequeños esfuerzos a los de Uds., llega a mi la noticia de la nueva trama que pretenden pegarnos los españoles fingiendo arreglos importantes para los cubanos, en que aparece la intervención de extrañas naciones. ¿Habrá ilusos como los del Zanjón que les crean? No es posible, aquel golpe enseñó a los ignorantes y no creo que de buena fe se entreguen a sus enemigos. El ejemplo más vehemente que tienen los crédulos es el procedimiento infame que sufren en las prisiones españolas, los que acreditaron sus promesas, quedándose en el país. Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar sus contrarios. La dominación española fue mengua y baldón para el mundo que la sufrió; pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad.
Conviene no apurar la protección americana, antes bien tenerla de nuestra parte.
Me parece que con alguna discreción se conservaría neutral en nuestros asuntos, si no indiferente como hasta ahora, pues creo verla salvando las apariencias españolas. Las naciones tienen entre sí principios internacionales que respetar, y que les obligan a ser indiferentes contra su propia voluntad; pero hay algo más entre ellos.
Con la esperanza de verles se ofrece a V. su affmo. Amigo.
J. A. Maceo

Lanzó al mundo desde un San Pedro su credo político y anegada en sangre dejó la tierra de ese otro San Pedro donde pudieron abatirlo los enemigos.
Ese Antonio de la Caridad (cuya segundo nombre honraba a la patrona de Cuba) impresionaba con sus seis pies de estatura. Manuel Piedra Martel, coronel y cronista mambí, lo describió diciendo que su figura era arrogante y apuesta, muy alto (unos seis pies) y daba «la sensación del equilibrio, de la agilidad y la fuerza […] Los ojos grandes, en forma de almendra, eran oscuros y sumamente expresivos… Su frente, ancha y despejada […].
»Tenía una forma de hablar muy pausada para disimular su tendencia a la tartamudez. Su voz era grave y sonora. Su palabra era sedosa, al decir del apóstol. 
»Rechazaba las bebidas alcohólicas, las malas palabras y el humo del tabaco. Era pulcro y elegante en el vestir, correcto y respetuoso, aun con el enemigo. Dicen que era sincero hasta donde se lo permitía el buen gusto de no herir a los demás. Jamás se daba por vencido. Su optimismo lo hizo declarar: “El triunfo de nuestra causa lo siento en mi propio ser, inveterado en la sangre, si desconfiara, moriría en el acto mismo que abrigara esas dudas.
Escribió en esos días de 1886 a su amigo Benito Machado: Yo me siento cada vez más animado y dispuesto a resistir contra la naturaleza y los hombres que se opongan a la realización de nuestros fines políticos. Venceré”».  He tomado la descripción de los sucesos de ese día que aparecen en Ecured:
Comienza el combate
Teniente Coronel Juan Delgado












A las dos de la tarde, el comandante Rodolfo Bergés, del regimiento de Juan Delgado, fue llamado por Maceo, quien le comunicó su ascenso a teniente coronel. Luego, el recién ascendido buscó a Panchito Gómez Toro para darle la noticia y le peló una naranja, pues al hijo del Generalísimo una herida le imposibilitaba hacerlo. Consultó el reloj, eran las tres menos cinco, y cuando lo guardaba en un bolsillo, escuchó varias descargas en dirección hacia donde estaba su regimiento.
Maceo, quien estaba relativamente cerca de allí conversando con sus oficiales, también oyó los disparos. «Fuego en San Pedro», gritó Baldomero Acosta. Juan Delgado, que estaba en el grupo que departía con el Titán, salió en busca de su regimiento para incorporarse al combate. El resto se quedó junto al lugarteniente general para brindarle protección en caso de que el enemigo forzara la defensa cubana.
Si bien para la avanzada cubana fue sorpresiva la llegada de la guerrilla española, para esta fue también una sorpresa encontrarse con tantos mambises. El fuego graneado del regimiento de Santiago de las Vegas, evitó que los peninsulares siguieran avanzando. Los tiradores de Maceo y los mambises del Goicuría acudieron a reforzar las líneas cubanas. La guerrilla ibérica retrocedió y se atrincheró en una cerca de piedras.
El general Antonio, al frente de una pequeña tropa, avanzó hasta la cerca de piedras que enmarcaba el aledaño potrero Bobadilla. Dentro de esta finca, una alambrada le impedía cargar contra las posiciones españolas. "Piquen la cerca", exclamó. Varios jinetes se desmontaron y con sus machetes comenzaron a cortarla. «Esto va bien», le oyeron decir. Una bala le penetró por el maxilar derecho, se lo fracturó en tres pedazos, y le seccionó la carótida.
El desconcierto
Sus ayudantes trataron de sacar del lugar el cadáver de Maceo. Gravemente heridos, agotados todos los recursos, al no contar con más ayuda tuvieron que desistir. Cuando abandonaba el potrero, uno de ellos vio venir a Panchito Gómez Toro, brazo izquierdo en cabestrillo:
«Le advertí del peligro que corría sin que él, desarmado y herido, pudiera remediar nada; contestándome que moriría al lado del General».
En el campamento mambí reinaban la confusión y el caos. Años después, Dionisio Arencibia relataría en la Revista Bohemia de diciembre de 1946:
«Un grupo de mambises que acababa de replegarse de la avanzada de La Matilde llega al pabellón de Maceo, indagando sobre la noticia de su muerte, cambia informaciones sobre la situación que se les crea con la retirada de los generales sin disponer nada para el rescate del caudillo, calculando probabilidades en tiempo y distancia para realizar la acometida».
Por sus mentes pasó, al decir de Dionisio Arencibia:
«La imagen de la deshonra, del deshonor militar, toda la vergüenza de consentir que el general Maceo caiga en poder del enemigo, que cual trofeo de triunfo inigualable lo exhibiría como fiera, deshonrándolo y deshonrándonos con sus profanaciones y burlas».
Como movido por un resorte, el coronel Juan Delgado, vibrante de ira, dijo:
«No, yo no permito la deshonra del Ejército Libertador; no podemos permitir que las fuerzas de La Habana sean culpables de la mayor de las deshonras que pueda sufrir un ejército valiente como el nuestro. Si el cuerpo del general Maceo cae en poder del enemigo, mereceremos el anatema de cobardes de nuestros compañeros, de todos los cubanos y aun de nuestros propios enemigos. Antes que permitirlo y que el General en Jefe sepa que estando yo en este combate el cadáver del general fue capturado por los españoles, prefiero caer en poder del enemigo».
Y levantando en alto su machete, gritó:
«El que sea cubano, el que sea patriota, el que tenga vergüenza, que me siga».
Los 19 hombres, desafiando las balas, sin conocer el terreno donde iban a operar ni el tamaño de las fuerzas que deberían enfrentar, en una carga antológica, marcharon machete en alto al rescate de su general.
Maceo y Panchito Gómez Toro
La carga de los 19
Junto a Juan Delgado, marchaban los coroneles Ricardo Sartorio y Alberto Rodríguez Acosta. Once subordinados de Juan Delgado siguieron a su jefe; tres subalternos de Sartorio y dos de Rodríguez Acosta completaban la comitiva.
«Todos íbamos a vender caras nuestras vidas», confesaría años después el oficial mambí José Miguel Hernández. Después de traspasar la tranquera de una cerca y el palmar aledaño, se fraccionaron en grupos de tres o cuatro para evadir mejor el fuego y dar la sensación de que eran una fuerza superior en número.
Se internaron en el potrero Bobadilla. A un grupo de españoles que saqueaban cadáveres, los hicieron retroceder hasta una cerca de piedra, desde donde un destacamento de caballería les protegió la retirada. José Miguel Hernández se adelantó con el objetivo de cargar pero se le espantó el caballo. «Aquí están», gritó.
Sus compañeros se le reunieron apresuradamente. Hasta ese momento, solo buscaban el cuerpo del general Antonio. Allí, junto al Titán, encontraron el cadáver del capitán Francisco Gómez Toro.
El Cacahual
Mausoleo del Cacahual











Atravesados en dos cabalgaduras, los cadáveres fueron retirados del potrero y transportados a la finca Lombillo, ya anocheciendo.
Años después relató Manuel Piedra Marte:
«Bajo un cobertizo formado por algunos horcones y una parte de la techumbre de una caseta en ruinas, en las cercanías de un tanque, yacía el cadáver de Maceo y, junto a este, tendido en igual posición, el de Panchito Gómez. Visto a la amarillenta y vacilante luz de aquel nunca tan triste crepúsculo otoñal, el héroe parecía dormido... El tiempo no había dado aún a su robusto y bien modelado cuerpo la rigidez característica de la muerte, ni alterado las líneas suaves de su rostro».
Pasadas las nueve de la noche, en medio de un grave e imponente mutismo, se emprendió de nuevo la marcha con los dos cadáveres. Con su suspicacia guerrillera, Juan Delgado los llevó a campo traviesa y por el terraplén de Verracos, desembocaron al camino de Bejucal al Rincón. Ya había convencido a los generales Miró, Pedro Díaz y Sánchez Figueras de marchar hacia una finca llamada Cacahual, donde residía su tía materna, Candelaria, esposa de Pedro Pérez, a quien entregó los restos mortales del Lugarteniente General y de su capitán ayudante.
Juan Delgado no permitió a los generales presenciar el enterramiento y se marchó con sus acompañantes del lugar. Pérez y sus cuatro hijos, al quedar solos, escogieron un paraje escondido y solitario y allí cavaron profundamente. Colocaron en la fosa primeramente a Maceo; luego, con su cuello apoyado en el brazo derecho del Titán, a Panchito. Después de rellenar la tumba, borrar todo tipo de huellas y marcar exactamente la posición del lugar, hicieron el solemne juramento de morir antes que revelar el secreto. El mundo desconoció durante un tiempo dónde se hallaban los restos de los dos patriotas, hasta la Exhumación de los restos de Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro, en septiembre de 1899.
En el preciso lugar del enterramiento, se levantó un mausoleo a su memoria. Y en una lápida en homenaje a los 19 mambises que protagonizaron la hazaña de San Pedro, puede leerse la arenga de Juan Delgado:
El que sea cubano y tenga valor, que me siga.


Hoy 7 de diciembre, aniversario 119 de su caída en combate, decimos como el Generalísimo: «La patria llora la pérdida de uno de sus más esforzados defensores; Cuba, al más glorioso de sus hijos y el ejército, al primero de sus generales».
Gloria eterna a quien vive en el alma de la Patria.


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