miércoles, 14 de octubre de 2015

TENEMOS VIENTO A FAVOR, VIKINGO JOSÉ MANUEL ESPINO




Hablar de la obra de José Manuel Espino Ortega es adentrarse en un mundo onírico y fantástico pues, hasta las más terrestres criaturas alcanzan un aura de ensueño nada más ser tocadas por su palabra. Y es que este colombino de nacimiento y vocación nació para escribir poesía, para marcar un antes y un después en la literatura cubana que se le dedica a los “locos bajitos”.
Su creación poética tiene un sello inconfundible. Primero, porque ha retomado las formas tradicionales estróficas de la poesía española, pero siempre renovada en su forma y lenguaje, logrando una cadencia que no responde solo a la rima del final del verso, pues también la armoniza con un ritmo interno que alcanza con las repeticiones o encabalgamientos que tan magistralmente hace.
Ni qué decir que resulta muy propio de su poesía armar con los versos las figuras del tema. Ya habían aparecido en Laberinto, (que le abrió el camino de los premios La Edad de Oro que suman nada más y nada menos que ¡9! en su haber) sus Sombreros, sus Lunas, la Lluvia y Gotas… recurso que ha sostenido en la obra posterior. Y es que creo, a pesar de llegar a este libro de 1995 con dos premios Ismaelillo y un David, este es el que teje las alas de la poesía que hará volar sobre las páginas y nuestros ojos, ávidos de maravillas, desde entonces y por muchos años más.
Ya en él aparece la recurrencia-homenaje a los poetas que será una constante en su obra (Lorca, Charlot, su propio coterráneo Aramís Quintero, Dora Alonso…); los temas del circo, la magia, la mar y la naturaleza; la intertextualidad con clásicos como Peter Pan y Wendy, Alí Babá y los cuarenta ladrones, El principito…  Y a partir de ese laberinto de la ternura nos internamos en ese bosque inabarcable de su poesía que es, además, un juego interminable entre el autor y sus lectores.
A pesar de conocer su Magia Blanca, El próximo circo y adentrarme en su Laberinto, no fui absolutamente seducida hasta conocer El libro de Nunca Jamás. Creo que este es su libro fetiche, su talismán contra las tormentas de la vida y la expresión más fiel de su vida y de su obra.
Quien conozca a Espino sabe que es el habitante per se de la isla de Nunca Jamás: jamás y nunca será un adulto hecho y deshecho. Desde que abrió los ojos a la poesía, Peter Pan cosió a él su sombra y así será hasta el fin de los tiempos. Aunque se vaya un tiempo con Alí Babá, encienda las candilejas junto a Chico para reverenciar al cine mudo y su Charlot o pinte el teatro de Verde que te quiero verde, mientras narra sus Cuentos de gallos de día y de noche o abandone su bosque encantado para ir al circo a decir Pasen, señores, pasen… su corazón anda revoloteando, con las alas de Campanilla, por la isla siempre encontrada de su infancia.
“Sin dudas, es un hallazgo inquietante”, anuncia el autor en su cuaderno de bitácora sobre el libro capturado en la red y el mapa de Nunca-Jamás, así que solo podemos darle la razón cuando empezamos a leer. Y entonces incluyo ese breve poema que canta Wendy y, por muchas razones, es mi elegido del libro:

Copla

A veces pido un dedal,
para que me den un beso.
Coso la sombra al travieso
niño que no tiene igual.
Y doy un viaje total
a su isla sin regreso.
Para que me den un beso,
a veces pido un dedal.

La literatura, decía Camila Henríquez Ureña en su Invitación a la lectura, solo es verdadera cuando logra conmover, de manera que si leemos un texto y no conmueve puede ser cualquier cosa excepto literatura. Entonces estamos ante una real LITERATURA, así en mayúsculas porque jamás la obra de José Manuel Espino nos dejará indiferentes. Esa ingenuidad que rezuman sus versos, la travesura del lenguaje, su desenfado para contar cuentos y hasta escribir su novela inédita en el más actual espíritu tecnológico, su fantasía y siempre sorprendente imaginación cautivan a quienes lo leemos.
Si me pidieran que con una sola palabra definiera su obra en cuanto a la forma diría Maestría. Si debo calificar el alma de su creación, para niños, adultos y en cualquiera de los géneros (teatro, cuento, novela o poesía) digo Ternura. Porque además de escribir con soltura de escritor avezado en cualquiera de los géneros literarios, el rasgo que lo define, su esencia, es la poesía. Están escritos con poesía, desde la poesía y con una vocación poética increíble.
Esto solo no podrá entenderlo quien no lo conozca. Quien haya visto su espacio iluminado, por segundos al menos, por la sonrisa niña de este poeta, haya apreciado su bondad, absoluto desinterés por sobresalir, esa innata modestia y sencillez con las que se alegra (y se sonroja) por un halago, sabrá de qué hablo.
Excelente trabajador, compañero de todos, hijo amante y devoto… sensible a la poesía y a las historias. Cariñoso, amable, risueño y como dijera yo de Peruso: amigo de sus amigos, y en esa categoría de amigos entran los tomeguines y las palomas, los cocuyos de luces verdes, las gaviotas, los poetas, los deshollinadores de nubes, los niños perdidos y los encontrados, las hadas, los piratas, los cuenteros, las madres todas y cualquier ser que, cuando respire, sueñe.
Es un incansable promotor cultural de los valores de sus coterráneos matanceros, no sé sabe cuántos talentos han florecido en los talleres literarios a los que ha dedicado tanto tiempo; febril activista de las editoriales Aldabón, Matanzas y Vigía; colaborador siempre, amigo y admirador primero de la obra hermosa de cualquier autor. Organizador de eventos, actividades, colaborador de publicaciones… un ser multifacético e imprescindible. Mucho animó y dejó para la posteridad en esa excelente columna de El cañonazo de la feria del libro en la Cabaña los sucesos del pabellón infantil, bajo el nombre mágico de Nunca Jamás. Allí reseñó obras, entrevistó autores, opinó y deslumbró, demostrando que el periodismo se puede hermanar con la poesía.
En su cuaderno de bitácora apunta un 31 de agosto que no puede asegurar que esa isla de Nunca-Jamás no sea un sueño de marinero romántico. Anota que ha crecido, que no podrá ser como Wendy, el capitán Garfio o el propio Peter Pan, pero esta es una de las trampas de su juego en la que no podremos caer, so pena de que nos perdamos, aunque tengamos a mano el mapa, las coordenadas de la isla y hasta la brújula. Y como allí también dice que alguna vez se atrevería a dar la orden de buscar esa isla, que tendría el viento a favor y le sería permitido escribir con el alborozo de quien todavía no está demasiado lejano del niño, sabemos que sí, se ha atrevido y sigue atreviéndose porque tenemos el viento a favor. Y ahora ese viento lo ha llevado lejos, muy lejos… hasta un asteroide al que han llamado B612 pero, lo más notable, es que hay allí un principito y una rosa que, según la experiencia de cierto zorro, lo tiene absolutamente domesticado.
Agradezcamos al Poeta que se haya atrevido, al viento de la creación, que ha hinchado las velas de su bajel vikingo para llevarlo hasta la isla de Nunca-Jamás y entonces, con la eterna complicidad de los niños perdidos hagámosle un regalo que es el mayor tesoro y el que tiene una riqueza distinta al decir del otro Poeta, genio y figura del andaluz, ese que “tiene la música de las palabras, no despierta la envidia de los avariciosos y, sobre todo, se puede compartir, pero nadie te lo puede quitar”: un poema.
Y como en el momento en que se haga este homenaje no estaré presente, le envío un dedal con cada palabra:

Mensaje a Peter Pan

Tu sombra Peter Pan,
con la aguja de sueños
que los niños me dan,
he cosido al recuerdo
con hilo y un dedal.
 
Inventa un talismán
mientras fabricas versos
y Garfio, el capitán,
sale a robar los cuentos
y se encuentra un dedal.
 
Te digo, Peter Pan
que si por tu regreso
algún tesoro dan
no voy a darte un beso:
yo te daré un dedal.






 

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